La historia de un embuste: De estudiante a ocupa
Había una vez dos periodistas llamados Patricia Peiró y Fernando
Peinado que un día investigaron una noticia con dos historias, una era verdad y
otra era mentira.
La de mentira era muy corta y decía: Carmen, una mujer mayor
de casi 90 años, ha perdido su piso a manos de su cuidadora, una joven marroquí
de 26. Es la historia con el tamaño ideal para viralizarse por las redes
sociales y terminar como objeto de discusión en las terrazas de los bares donde
nobles ciudadanos gozan de su libertad. La historia de verdad es un poco más
larga y necesita que prestes atención a los detalles que suelen son los
protagonistas de las buenas historias.
Érase una vez una joven marroquí que llegó a Madrid en 2017 para
estudiar Filología Hispánica en un programa conjunto de la Complutense y la
Sorbona de Paris. La muchacha se aposentó en uno de los soportales de la calle
Toledo donde Carmen de 89 años le alquiló dos habitaciones de su residencia por
400 euros. La joven estudiante desconocía que Carmen no era la propietaria del
inmueble que habitaba desde 1946, aquella mujer mayor era una inquilina de
renta antigua que pagaba 121 euros una cuantía que, por ley, se actualizaba
anualmente con el dato oficial de inflación, pero había un detalle importante
que Carmen no tuvo en cuenta: Su contrato de alquiler tenía un cláusula que
prohibía expresamente el subarriendo.
Carmen, después de dos años de convivencia con la joven
marroquí, en marzo de 2019 se puso un poco delicada de salud y abandonó su casa
de tantos años para trasladarse a la cercana Plaza Mayor donde vivía su hermano.
La propietaria del piso realquilado era una señora de Bilbao
que a principios de 2021 se dio un garbeo por su propiedad madrileña cuando descubrió
que en el buzón aparecía un nombre que no era el de Carmen. La sospecha anidó
en su ánimo, una mosca se puso detrás de la oreja y decidió enviar un burofax a
Carmen en el que le anunciaba su intención de rescindir el contrato por
incumplimiento. La inquilina contestó con una mentira: La únicas mujeres
jóvenes que duermen en mi casa son zagalas que vienen al centro de fin de
semana y, como viven lejos, les resulta más cómodo quedarse a dormir mi casa.
Los tres meses que siguieron al envío del burofax fueron de
normalidad para la joven marroquí realquilada que siguió sola en el piso desde
donde teletrabajó una vez finalizados sus estudios.
Todo cambió en Agosto de este año cuando Carmen y cuatro de
sus familiares le dijeron que se iban a mudar al piso y que por lo tanto debía
irse en un plazo de treinta días. Pero no tuvieron tanta paciencia y diez días
después la policía se presentó en la vivienda alertada por unas peleas que ya
duraban tres jornadas. Los agentes que intervinieron ya habían hablado con la
propietaria bilbaína y, mientras la joven marroquí se quedó en la vivienda tras
demostrar que había pagado un alquiler.
Fue entonces cuando la nieta de Carmen llamó a un número de
denuncias que tienen en Telemadrid desde donde el recomendaron que se pusiera
en contacto con Desokupa, una empresa que alcanzó una considerable fama
mediática en los magazines mañaneros de televisión y que ahora cuenta con un
considerable número de seguidores en redes sociales. Desokupa hizo lo que suele
hacer y fue hasta la casa donde vivía la joven marroquí, aporreó la puerta al
grito de abres o te vas a meter en un lío porque de aquí nos vamos a los
juzgados a pedir tu detención inmediata. La joven no abrió y llamó a la policía
que se encargó en explicar a los desokupadores la situación: El litigio en marcha
por la vivienda se dilucidaba entre la propietaria bilbaína y Carmen que había
incumplido el contrato de alquiler.
La situación legal parecía clara pero parte del negocio de
Desokupa se basa en alimentar su canal de YouTube con historias, si son faldas
o no es lo de menos, lo importante es la cuenta de resultados. Así que la
campaña contra la joven realquilada siguió con una concentración frente a su
casa publicitada en redes y permitida por la Delegación del Gobierno. Diez
personas coreaban hija de puta una cuidadora es ocupadora mientras cinco
cámaras de televisión aumentaban el negocio de los 1.7 millones de euros
facturados por Desokupa en 2019, y ponían en bandeja el mensaje xenófobo que la
ultra derecha se dedicó a difundir dando pábulo a la historia falsa de una
extranjera que ocupa la casa de una anciana mientras estaba en el hospital.
La propietaria bilbaína ha enviado un nuevo burofax a Carmen
mientras la joven filóloga marroquí es víctima de amenazas y acoso en redes
sociales.
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