Entre el amor y la muerte
Ana Iris Simón publicó ayer su primer artículo en la zona de
opinión de El País con un artículo dedicado a su abuelo Vicente y al amor.
Yo no sé si a ustedes les pasa, pero algunas veces la charla
que sigue una buena comida entre amigos y familiares derivaba hacia la muerte,
ya saben, cual es la mejor forma de morir, cuanto tiempo falta para la muerte,
nos morimos o nos matan, una amplia gama de variantes con un tema estrella:
¿Qué es mejor, ser el primer finado de una pareja o sobrevivir para encargar
flores? En este punto Micielocariñotesoromiamor siempre lo ha tenido claro,
ella prefiere morirse antes que yo, ese era el momento para salpimentar la
charla con una humorada y yo solía decir que mire usted por dónde en eso
estábamos de acuerdo y que vaya cosas tiene el destino que tiene que intervenir
la muerte para que coincidamos en una opinión: Tú te mueres primero, cariño y
ya me encargo yo de que tu recuerdo perviva para siempre en este mundo de
desvaríos.
Vicente, el abuelo de Ana Iris Simón, no está de acuerdo
conmigo desde que todos los días hace el mismo recorrido que va de la
panadería, al café del bar Quinta y del hogar del jubilado al cementerio.
Vicente visita el chalé de su esposa todos los días, arregla un tiesto con
flores que dejó sobre su lápida y señala a los adosados de sus amigos, al que
se murió más joven que él o al que era su quinto.
Vicente era de los míos, de los que entre bromas y verás
prefería morirse el último de la pareja, que la parienta vaya por delante. Pero
ahora que la realidad es inevitable Vicente se arrepiente porque el mundo que
le rodea ya no es el mismo desde que Mari Cruz ya no está. Ahora todo es más
difícil, las jornadas son más largas y la soledad no termina de disiparse con
la compañía de hijos, nietos y bisnietos. Desde que Mari Cruz se fue a Vicente
le falta el amor y eso no se suple aunque la tenga todo el día en la boca, que
si la abuela dejaba esto aquí, que el guiso de la abuela se hacía así.
Por eso, mientras escribo estas palabras, pienso que no sé
yo, que tal vez sobrevivir a Micielocariñotesoromiamor está bien para hacer un
chascarrillo de sobremesa o hacerla rabiar un poquito, pero quien sabe en qué
se convertirá el lento devenir de la vida sin la pareja que me acompaña en el
camino.
Etiquetas: artículo
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