La curvatura de la córnea

13 agosto 2021

Puta y la falta de distancia crítica


 

La sensación que tuve al escuchar por primera vez una canción de María Arnal y Marcel Bagués fue que habían metido en la misma coctelera mis escuchas musicales de los años noventa que, un pelín alejadas de las marea indie encabezada por Los Planetas, tuvieron como grandes protagonistas a Massive Attack y La Musgaña. Eso era lo que hacía el dúo catalán: Meter en el vaso de la batidora la música tradicional y las máquinas musicales del siglo XXI.

María Arnal contaba en el periódico de ayer que ella “una mezcla muy ibérica” conectó con los sonidos de su familia, de su bisabuela granadina, de sus abuelos murcianos y extremeños y de sus tíos de Huesca y Almería gracias a las grabaciones del etnógrafo estadounidense Alan Lomax. María cuenta como se metió en esa burbuja de tradición, la hackeó y la hizo suya. Algo que pudo hacer, entre otras cosas porque, aunque “muchas de esas canciones de campo fueron recolectadas por la Sección Femenina de la Falange y el franquismo supo asociarlas a ritos católicos, durante mucho tiempo fueron algo como rancio. Y ahora nosotros tenemos una distancia crítica que nos permite enamorarnos de ellas sin romantizarlas, lo que nos da la libertad de destrozarlas y a la vez devolverles el poder”

Entiendo bien lo que dice María Arnal porque a mí me pasó algo parecido con la copla, que llegó a mis catorce añitos de edad a través de la radio sin los filtros que la situaban como una herencia cultural del franquismo y así, solo me quedé prendido por aquellas historias de pasión, amor y celos que me permitían comprar al mismo tiempo en la tienda de discos del Tubo de Zaragoza el Rock & Roll Animal de Lou Reed junto a un grandes éxitos de Concha Piquer. Era la distancia crítica que reclama María Arnal.

Distancia crítica es lo que no tiene la ultraderecha de este país con ese ejercicio tan cansino de a cada ratico sentirse ofendidos en sus sentimientos religiosos. Esta vez ha sido con el cartel de la gira de Zahara en el que ven una “ofensa extrema a la Virgen”, cuando la contextualización del cartel con respecto al último trabajo de la cantante lo convierte en una apelación a quienes ponen las etiquetas, no a quien las sufre. Por eso creo que, en realidad, a los ofendidos les importa muy poco ni la Virgen ni la religión, lo que les molesta del cartel es que les señala a ellos, a los que etiquetan todo lo que consideran diferente o inferior para distinguir a los unos de los otros, para que quede bien claro quienes están fuera de su cuerda y por lo tanto solo merecen desprecio.

Afortunadamente Zahara hace tiempo que los tiene calados y por eso les compuso una canción: “Entiendo que sea divertido hablar de mí, comentar si tengo muchos o pocos amigos, imaginar cómo follo y con cuántos. Pensar en toda la mierda que tengo que aguantar, en cómo cambio si no estoy maquillada, que a las ocho de la mañana con el moño parezco otra. Me recordará cómo fue una buena portera, y yo como fui una buena persona, y que ella no me contó las cosas que decían los vecinos de mí, esos que no se quejaban de mí, esos con los que nunca habló mal de mí. Pero al cruzar la puerta nada de eso salió conmigo. El abrazo falso, sus mentiras a la cara, las voces que me decían que me había llamado puta.”


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