El lujo de ser pesimistas
La gran victoria del populismo llegará cuando todos y cada uno de los debates políticos, sociales y culturales se hayan polarizado y simplificado, que la lógica derecha-izquierda, buenos-malos, los míos-los otros colonice cualquier discusión, que la complejidad del mundo en el que vivimos se resuma en memes, chascarrillos y ocurrencias. Dos buenos ejemplos son la avalancha que se produjo en redes sociales con fotos de chuletones, parrilladas y otras viandas que impidieron un debate sosegado y profundo sobre el consumo de carne, o la jovialidad que pretende dejar en un nadená las evidencias de un cambio climático y decir que lo suyo es que en el verano haga caló, mucha caló y, como corolario, una patadita de pim pam pum en el culo de Greta Thunberg para echarnos unas risas. Y así vamos, los populistas con la verdad absoluta y los demás a silbar a la vía, incluidos los 234 científicos de 66 países que han redactado después de tres años de trabajo el sexto informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) con la pretensión de radiografiar una crisis climática que, más allá de lo que vemos en camiseta de tirantes y calzoncillos desde nuestro balcón, tiene un alcance global
El historiador Philipp Blom afirma que, para enfrentarnos a
este debate deberíamos partir de tres puntos compartidos por todos y así evitar
derivas populistas: 1 No nos encontramos ante un dilema moral. 2 No es cuestión
de culpas, ni la naturaleza está castigando a la humanidad. 3 y quizás el más
importante, el debate tiene un punto de partida muy sencillo: Los sistemas
naturales están cambiando debido a la acción del hombre y, por lo tanto, quizás
no deberíamos seguir en la misma dirección por la que hemos transitado hasta
ahora.
Blom en su reflexión da un paso más y relaciona la idea del
deterioro natural como la muerte que
sigue al éxito de una economía que exige más crecimiento a costa de alterar
complejos sistemas naturales, y que esa dinámica se está trasladando a nuestras
democracias gracias a la acción populista que “deteriora la confianza en las instituciones,
la información y la ciencia” con la pretensión de mantener status y afianzar riqueza.
Y aquí es donde surge la pregunta ¿Quién se atreverá a plantear un futuro por
el que merezca la pena luchar? ¿Quién va a diseñar una transformación positiva
que genere nuevas circunstancias para una nueva generación?
Blom apela a la necesidad de un proyecto común con
perspectiva y continuidad antes de que las democracias y las estructuras
cívicas se desintegren en esa desesperanza azuzada por tanta palabrería banal.
Su posición creo que es demasiado optimista cuando afirma que “lo único
necesario es la voluntad política y la presión para llevarlo adelante”, pero no
sé yo… al fin y al cabo el futuro del clima también se decide en otras
latitudes y la esperanza en el desarrollo de nuevas tecnologías, modelos
sociales y estructuras de cooperación a nivel mundial, no sé a ustedes, pero a mí
se me hace una bola muy grande que soy incapaz de vislumbrar, y me fastidia
porque como afirma Blom “es demasiado tarde para permitirnos el lujo de ser
pesimistas.”
Etiquetas: artículo, cambio climático, populismo
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