(Casi) Nadie llora en Haití
La periodista Lorena Arroyo nos cuenta desde Haití la
situación de un país desde el último terremoto que se suma a una larga lista de
desastres naturales, crisis económica, sanitaria y hace unas semanas un
magnicidio. El periplo de Lorena se puede resumir en una frase: En Haití se han
agotado las lágrimas.
El paciente grita cuando el cirujano ortopédico Chovel Arcy
le endereza la pierna fracturada pero no llora. Ylet Gertha tiene 25 años y
cuenta que en el anterior terremoto perdió a una hija, a sus padres y a una
hermana. Ella que no tiene para comer asegura que Dios sabe lo que hace y no
llora. El campo de fútbol de Los Cayos es un campamento improvisado donde
cientos de familias que lo han perdido todo viven bajo plásticos, chapas y
telas. Los niños duermen en el suelo pero allí nadie llora. Un escuadrón de
hombres busca varillas para reciclar o algo que sirva para algo en los motones
de escombros y casas derruidas. Ninguno de ellos llora. Aunque se escuchan
gritos, indignación y desesperación, sobre todo se invoca a Dios. Pero no hay
lágrimas. No sé trata de no sentir el dolor, quizás es que el dolor es tan
grande que ya no sabes cómo reaccionar cuando piensas en 2.200 muertos, 12.000
heridos y al menos 300 desaparecidos.
Lorena afirma que los haitianos se han quedado sin lágrimas
sin embargo, ha podido ver con los haitianos en un hospital saturado de heridos
organizan una procesión para acompañar a una embarazada que pasea entre otros
pacientes antes de romper aguas y dar a luz. Dos enfermeras envuelven el cuerpo de una anciana que acaba de morir en medio
de una sala donde varios recién nacidos han llegado al mundo poco después del
terremoto. Allí sí, los bebés están llorando y eso es un buena señal.
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