Ruido, mucho ruido, demasiado ruido
La pantalla está dividida en dos planos. A la izquierda del espectador Rita Maestre Concejala del Ayuntamiento de Madrid, a la derecha Macarena Olona Diputada en el Congreso. Estoy viendo un extracto de un programa de televisión en el que las dos hablan a la vez desde el principio y, por lo tanto, desconozco cual es el tema a debatir. Puedo distinguir algunas frases porque uno ya se va acostumbrado a esa mala costumbre de que dos voces, y a veces más, se superpongan. Maestre dice que Macarena pretende convertir el debate en una pelea entre las dos, pero que la cosa política no va de eso, que ellas están allí para debatir ideas. Olona le dice que aunque ella vaya a la tele aseadita, con buena presencia y con cara de simpática.... y a partir de aquí el guirigay aumenta y soy incapaz de entender nada más. Esta escena es un buen ejemplo de eso que Mariam M. Bascuñán define como ruido trumpista. Bascuñán nos recuerda que la democracia es libre y continuo intercambio de opiniones, se trata de ilustrarnos mutuamente en la búsqueda del entendimiento, pero cuando los insultos, los ataques personales o la vulgaridad se apoderan del lenguaje, desaparece la cortesía y se deslegitima al que piensa diferente hasta llegar a la denigración del adversario., entonces nos encontramos ante esa nueva forma de hacer política que consiste en impedir la conversación a base de incrementar el ruido y con tanto ruido, como cantaba Sabina, “No escucharon el final. Descubrieron que los besos no sabían a nada. Hubo una epidemia de tristeza en la ciudad”.
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