La curvatura de la córnea

08 octubre 2020

Los negacionistas como síntoma

 



El profesor de filosofía Germán Cano recuerda que Habermas en los años setenta ya denunció el uso ideológico de la ciencia y la técnica y como “la deliberación pública de la democracia estaba siendo secuestrada por tecnócratas con lenguaje de madera” Este malestar, recuerda Cano, no ha hecho más que generalizarse porque no basta gestionar, es necesario hacer política, representar autoridad y conseguir que el lenguaje científico no sufra de la indiferencia que deriva en escepticismo hasta generar cierto caldo de cultivo negacionista.

Cano recuerda que cualquier investigación científica que sea útil, pensemos en las vacunas, casi siempre se da por supuesto su valor de verdad, una verdad que no solo depende de las investigaciones y de los científicos, también precisa de “una creencia sostenida comunitariamente”, sin embargo las nuevas corrientes negacionistas no han llegado a ese umbral de creencia, y Cano advierte que ese fenómeno se produce en parte porque la ciencia, además de la verdad de las cosas, “necesita un tejido comunicativo, una arquitectura vital para sostener un «hecho» que se aleje de la irracionalidad del populismo o del partidismo político, es decir, “muchas veces falta un sostén cultural común dispuesto a confiar en algo.” Por eso Cano afirma que la única manera de combatir el negacionismo es mantener una conducta que evite cualquier sospecha, y pone un ejemplo: Es complicado contrarrestar el negacionismo  colgándole etiquetas de oscuridad, maniqueísmo y paranoia mientras los ciudadanos consumen unos medios de comunicación obsesionados con vender inseguridad y miedo, y pone de ejemplo “la reciente campaña contra los okupas violentos, un problema estadísticamente insignificante.”

En este panorama Cano, subraya que la conspiración y el relato paranoico es la condensación de una realidad que los ciudadanos perciben fragmentada, impredecible y llena de incertidumbres. Así que el problema no estaría tanto en el diagnóstico de la realidad, sino en una crisis de racionalidad y de confianza que a la larga tendrá consecuencias políticas importantes. Si no lo remediamos, termina Cano, terminaremos en un mundo receloso dividido en dos, una mezcla explosiva de orfandades desconfiadas.

Para evitar esa proyección negativa del mundo necesitamos volver a Habermas que, en palabras de Guerra Palomero, defiende que necesitamos un mundo estabilizado y por eso tenemos disposición “ a cualquier sacrificio con tal de restablecer el orden, el sentido” La legitimización de ese mundo y de un debate que tenga sentido precisa de una acción comunicativa donde los interlocutores compartan las mismas experiencias “prerreflexivas” y que todas de las verdades anunciadas se correspondan con actitudes personales de veracidad e interpersonales de rectitud.

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