Flock: Bandada de pájaros / rebaño de animales
Y, si una familia está dividida contra sí misma, esa familia no puede mantenerse en pie. (Marcos 3:25)
El 28 de noviembre se estrenó Flock en el Teatro del Mercado
de Zaragoza. La apuesta es clara desde
antes de comenzar la función, cuando me encontré con la tarima sobre la que se dibujaba,
o al menos eso fue lo primero que pensé, el plano de la vida, ese plano
salvador que nos ayuda a encontrar la salida, la dirección adecuada o el camino
más corto. Pero muy pronto me di cuenta que en realidad era el laberinto por el
que transita la vida de los personajes, es un ámbito vacío para seres humanos
que a veces parecen fantasmas: El hospital, la casa, el parque, otra casa mucho
más oscura y el lugar donde se revelan los secretos. Y sobrevolando desde el
escenario a la platea, un vendaval de palabras, preguntas y monosílabos que
aterrizan orgánicos en abrazos, golpes y besos que a veces son falsos, otras verdaderos
y casi siempre peligrosos: Abrazos que avisan drama. Golpes que matan. Besos
que te hacen crecer.
Flock no tiene escenografía y tal vez por eso es mucho más
relevante la función de las palabras incorporadas al gesto, al volumen y al
peso de los actores que desvelan, a pequeños sorbos o como un jarrón de agua
fría, el carácter de sus personajes, los miedos que los gobierna, sus
comportamientos, que tal vez son los nuestros y así, de forma gradual, paso a
paso, entre la pulcritud de una iluminación tan eficaz como somera, crece la
densidad dramática, tensa, pausada, mientras la música incidental es el prólogo
del cortante filo que te deja sin respiración.
Flock no es la historia familiar de nuestros vecinos, de ese
nido junto a nuestro nido del que desconocemos casi todo que no sea un buenos
días en el ascensor. Flock es un disparo a nuestra propia biografía, a la forma
en la que tejemos lazos emocionales o físicos, es un canto a ese día que
abrimos la puerta de casa sin adivinar que por la misma corriente de aire se
puede ir el amor y entrar el odio.
Flock es una función de actores, de estar ahí, en el hilo
del que pende cada uno de los estereotipos que tan bien conocemos y que, tal
vez por eso, son tan difícil de dibujar. Pero los actores cumplen con creces:
La inocencia del chico enamorado. La rabia juvenil de quien se quiere vengar.
La tensa calma de quien vive en un fracaso sin querer verlo. Sufrir en el sucedáneo
del amor, sufrir en la pena y siempre
sufrir. La desesperación a veces enmascarada de quien sabe que la maldad nunca
se ha ido, que siempre ha estado ahí y que tarde o temprano volverá a regar de sangre
la tarima donde el laberinto de la vida se hace teatro.
Etiquetas: Flock, reseña teatro, Teatro del Mercado
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home