Conferencia: La España Vacía
La Real
Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País organiza un ciclo de charlas y
conferencias en el Patio de la Infanta de Ibercaja bajo el título “Despoblación
y desvertebración regional” El pasado 2 de marzo se celebró la jornada
inaugural a cargo del escritor y periodista Sergio del Molino que, como autor
del libro “La España vacía. Viaje por un país que nunca fue” ha construido un
relato entre el ensayo y la road movie
cuyo eje se sitúa, en el Gran Trauma, o en palabras de Antonio Muñoz Molina, “la
migración tremenda que en muy pocos años dejó vacíos pueblos y campos para
multiplicar la población de las grandes ciudades. Hijos de campesinos nacidos
en barriadas de aluvión afirmaban una identidad desafiadora dejándose el pelo
muy largo y abandonándose al éxtasis de los guitarreos del heavy metal. En la conciencia de
los españoles que en los años ochenta abrazaban a toda prisa la modernidad
había una sombra casi siempre inconfesada que era la de un origen en la España
vacía, un pasado escindido entre la abjuración y la nostalgia, entre la
arrogancia de una mundanidad demasiado reciente para ser sólida y la
perduración de lealtades íntimas alimentadas por un sentimiento de culpa.”
Sergio
del Molino comenzó la conferencia autodefiniéndose como un juntaletras
asombrado por el éxito editorial de su último libro y que tal vez se explique
en una sola oración: La España vacía explica la España ocupada. El autor se
reconoce zaragozano y se extraña cuando le citan como un escritor madrileño
afincado en Zaragoza, por eso le gusta que después de un año recorriendo España
con su libro debajo del brazo, sea en Zaragoza donde se cierre el círculo, la
culminación de un libro que ha causado un creciente impacto y que ha puesto en
la palestra de la actualidad el concepto de una España vacía que, más allá de
las necesidades materiales, veía como su discurso nunca era prioritario, y esa
negación se vivía como un segundo, y quizás más doloroso abandono. Pero el
reproche del abandono, recordó Del Molino, es viejo y se ha tocado con
anterioridad, el cambio fundamental está relacionado con el centro urbano y la
reacción de la España llena cuando sintió el aguijonazo de la responsabilidad
por el abandono de una España vacía que la nutrió. Ese abandono se ha criado al
calor de la mitología familiar hasta generar una catarsis para comprender que
las ciudades son, en realidad, la España vacía.
La
musculatura narrativa de Del Molino se ha ejercitado en la práctica del
periodismo y tal vez por eso se confiesa un intruso en un terreno más cercano a
la Geografía y la Historia, sin embargo afirma que las visiones desde la
periferia aplicadas a un discurso establecido ofrecen una nueva frescura, en ese
sentido recordó sus tiempos de alumno universitario en las clases de Filosofía del
profesor Liria y como se sintió fuera de ámbito hasta que la calificación final
de la asignatura fue de Matrícula de Honor, ante tamaña sorpresa preguntó al
profesor y el filósofo le contestó que su mérito había sido salirse del
discurso de carril para aportar una visión original y fresca; y es precisamente
en el atrevimiento del neófito dónde Del Molino sitúa sus investigaciones en
torno al fenómeno de la despoblación.
Cuando
Del Molino trabajaba en la redacción del Heraldo de Aragón todos los días se
encontraba con una enorme reproducción de la primera página del primer número
de un periódico que recogía problemas de 1895 que, para sorpresa del
periodista, todavía estaban presentes: Ferrocarril de Teruel, el paso de Canfranc
y los regadíos. Cien años para seguir
anclados en el día de la marmota de un abandono por parte del Estado porque, con
todo lo que ha cambiado la sociedad, es muy significativo que las
preocupaciones sean prácticamente las mismas. Esta percepción coincidió con su
interés en la búsqueda de historias tangenciales que no habían sido contadas, y
en ese sentido el desierto que rodea Zaragoza es un semillero de gentes de las
que nada se habla al menos hasta que una escopeta sale a la calle y regresa lo
atávico para alimentar el rechazo y las suspicacia. Del Molino confesó que, desde su
trabajo de reportero, aplica una mirada exclusivamente personal a la
despoblación que construye por comparación con viajes más allá de los Pirineos en
los que era muy fácil comprobar que aquellos territorios estaban poblados por
granjeros con la posibilidad de vender sus productos en mercados locales. Ese choque
entre un campo vivo y la España despoblada de pueblos muertos dejaba de ser
percepción sensorial cuando Del Molino apuntaló la percepción con una batería
de datos que relacionan Francia y España a través del binomio de parecidos Kilómetros
cuadrados y muchos menos habitantes en el territorio peninsular, que además
están concentrados.
Del
Molino lanzó una pregunta, ¿qué ocurre si miramos al país contando con esa
dicotomía que, preocupando mucho, no se visibiliza ni en los medios ni en los
parlamentos? El autor confiesa que, sin pretender analizar o responder a esa
pregunta, su pretensión es cambiar la mirada sobre el país para ayudar a
modificar la visión del mismo y, a partir de ahí, generar un debate que, por la
experiencia que ha tenido en su larga gira de presentaciones, siempre termina
con la misma pregunta ¿Cómo podemos solucionarlo? una interrogante que apunta a
lo material pero también atisba lo sentimental.
El
conferenciante admitió que él no puede dar soluciones pero su convicción es muy
clara: La España vacía es irreversible. Su pensamiento parte del planteamiento
global de que en occidente es evidente el declive de las áreas rurales mientras
la mayoría de la población está buscando el hábitat de la ciudad pero, si somos
capaces de admitir la imposibilidad de recuperación, tal vez podemos
encontraremos un nuevo punto de vista. Un punto de vista muy diferente del
expresado por Joan Clos (Exalcalde de Barcelona, exministro de Industria
Comercio y Turismo, exembajador en Turquía y Azerbayán y que en la actualidad
es Director Ejecutivo del Programa de Naciones Unidas para los Asentamientos
Humanos) que en una
entrevista de Manuel Jabois para la contraportada de El País y ante la pregunta
de ¿por qué se vacía España? La respuesta fue: “Vivir aislado en
pequeñísimas comunidades es caro. Si las quieres dotar de la misma calidad de
servicios que tienes en la ciudad, el coste se encarece muchísimo. Sólo los
países muy ricos vuelven a poder ser rurales. Suiza, Suecia. Estas sociedades,
que están por encima de los 60.000 dólares per cápita, pueden plantearse vivir
en comunidades de mil, dos mil o tres mil habitantes. Esto es carísimo en
términos de provisión de servicios. Hay razones objetivas que explican por qué
la población toma las decisiones que toma.”
Este
discurso político, que para Del Molino muestra un escaso de tacto y sintetiza
la negación de la identidad del otro, de este modo, el espacio de construcción
se aleja de nosotros y se instala en el mito del paleto, del monstruo que vive
en el campo y, aunque la sociedad ha cambiado, el mito pervive en el desprecio
y por lo tanto sus problemas dejan de existir porque, aunque es cierto que la
diversión con respecto al paleto es universal, en España se ha dramatizado gracias
a que la diferencia entre los ámbitos rurales y urbanos es mucho mayor que en
otros países. Por eso la primera tarea, continúa Del Molino, es cambiar tanto el
discurso victimista de los políticos que no aporta un discurso alternativo más
allá de las inversiones al desarrollo local de zonas despobladas cuyos logros,
aunque evidentes, también son anecdóticos porque el resultado final es que se
sigue perdiendo población en el ámbito rural de Aragón, las dos Castillas y
Galicia.
En ese
cambio de mirada, Del Molino propone dos ejemplos que se están desarrollando en
Canadá y Gran Bretaña. En el país norteamericano se trata del Rural Lens, un programa estatal
que obliga a que cualquier proyecto incluya una óptica rural que lo involucre.
En el caso británico el Rural Pathfinders
promueve unos planes de desarrollo conformados por la cooperación público-privada
con una proyección de veinte años vista y enfocados para cubrir las necesidades
locales a través de microindustrias. Lo interesante de estas propuestas es que
abren un camino original en el intento de contener la sangría de habitantes,
que la población rural no se sienta de segunda categoría para vertebrar un país
más allá del supuesto maná del turismo rural que al final no ha sido para tanto.
En este sentido el autor está muy contento porque su libro La España Vacía ha
producido un cambio de chip en algunos ámbitos y, en fin, quien sabe si en el
futuro…
Etiquetas: reseña conferencia, Sergio del Molino
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home