Momias egipcias. El secreto de la vida eterna.
“Pronunciar
el nombre de un muerto es hacerlo vivir”
(Anghor. Sacerdote de Tebas. 650-625
a.C.)
Introducción
Momias Egipcias. El
secreto de la vida eterna es una exposición organizada por la Obra Social de La
Caixa. La exposición está diseñada en torno a diferentes apartados bien
diferenciados, y esa distribución espacial será la guía para este texto cuyo
objetivo, más allá de la descripción y el aroma que desprenden de los objetos del
Rijksmuseum Van Oudheden (Museo Nacional de Antigüedades) de Leiden, Países
Bajos, es describir la metodología que los egipcios utilizaban para recibir el
hecho natural de la muerte.
Bienvenida
La exposición ocupa el
primer piso de este edificio que también se merece una visita. La entrada es
poco espectacular, tan solo unas vitrinas que hacen la función de mostrar en un
rápido resumen como desde el 4.500 a.C. hasta el 395 d.C. los enterramientos
desde el Periodo Predinástico hasta el Imperio Romano han pasado desde un poco
más de un agujero, hasta los cadáveres momificados en las tumbas del desierto,
o la introducción de nuevas prácticas funerarias como la cremación y la
colocación de retratos del difunto dentro del sarcófago. Cinco mil años de
cultura egipcia como ejercicio de reflexión para aquellos que perciben el mundo
egipcio como un mismo contendedor cultural en el que se puede meter desde las
pirámides hasta la muerte de Cleopatra.
Morir para renacer
El origen de las ceremonias fúnebres egipcias hay que
buscarlo en el Mito de Osiris que, asesinado por su hermano Set, fue
descuartizado y los restos de su cadáver esparcidos por todo Egipto. Isis, la
esposa de Osiris reunió los trozos del cuerpo de su marido y, tras realizar un
vendaje, que se trataría de la primera momificación, consiguió que Osiris
volviera a la vida, y de esta manera se convirtió en el Dios del Inframundo, el
que con su resurrección garantizaba una nueva vida tras la muerte.
Cualquier mortal puede realizar ese tránsito, pero para
conseguirlo es imprescindible pasar con acierto la prueba del Juicio Final presidido
por Osiris, y en el que el difunto tenía que demostrar la pureza de su
conciencia. Algo que se cuantificaba comparando el peso del corazón del difunto
con el de una pluma. Un corazón demasiado pesado significaba el olvido eterno.
Esta prueba recibe el nombre de psicostasia y aparece representada en el Libro
de los Muertos, una guía de viaje que permitía a los egipcios conocer el camino
que llevaba hasta la presencia de Osiris, Isis y su hijo Horus.
La religiosidad egipcia conjuga el cuerpo físico con algunas
creencias espirituales como el Ka, un
concepto semejante a la “fuerza vital” y el bai
que sería el alma. Para alcanzar la vida eterna era imprescindible que el Ka y el bai pudieran regresar a un cuerpo terrenal, por lo tanto, la
conservación física del difunto era un asunto de importancia transcendental.
La inmortalidad del cuerpo
Con independencia de
la capacidad de cada uno para pasar con éxito el Juicio Final, ya hemos visto
que era imprescindible mantener el cuerpo como contenedor del alma y la fuerza
vital, por eso era tan importante el embalsamamiento como fase previa para la
momificación. Un proceso muy complicado que duraba unos setenta días y que
comenzaba por depositar las vísceras del difunto en cuatro vasos canopios cada
uno con una tapa diferente que determinaba su contenido: Amset con
cabeza humana guardaba el hígado. Hapy con cabeza de babuino contenía los
pulmones. Kebeshenuef: con forma de halcón recogía los intestinos y Duamutef el
chacal guardaba el estómago, mientras el corazón permanecía en el cuerpo para
que pudiera ser juzgado. Después de la evisceración se procedía a un lavado del
cuerpo y una posterior deshidratación y secado con natrón. El proceso terminaba
con la aplicación de aceites para mantener la elasticidad de la piel y el
vendaje.
A partir del año 945 a.C. se incorporaron elementos
decorativos con cuentas de fayenza azul, un tipo de cerámica, como función
simbólica. En este sentido es importante destacar el Escarabeo alado que, en
representación de la vida, solía situarse sobre el cuerpo del difunto en la
zona del corazón. También se incorpora la máscara como elemento orientativo
para que el Bai, el alma del difunto, encontrara el lugar al que debía
regresar.
El sarcófago era el arca de la vida, que decorados, protegían
al difunto. Al principio eran cuadrados fabricados de cartonaje con papel maché
de lino y yeso. Con el paso del tiempo se hicieron con forma de momia y, aunque
generalmente eran de madera, algunos faraones los tuvieron de oro. Su riqueza
iconográfica suele ser una importante fuente de información sobre ritos y
creencias como por ejemplo, el uso de plañideras que se arrojan cenizas sobre
los cabellos.
El difunto quedaba sepultado en la cámara sepulcral
acompañado del ajuar funerario y junto a la cámara sepulcral dónde se podían
depositar ofrendas en forma de alimentos porque, antes de entrar a la tumba, se
celebraba la ceremonia de la apertura de boca en la que un sacerdote retornaba
el aliento vital al fallecido y así restituir las funciones del habla y la
alimentación para ejercerlas en la otra vida. Un ritual que nos acerca a la importancia
del ajuar funerario en el que adquiere un especial interés la incorporación de
vajillas, elementos cotidianos para utilizar en la eternidad, así como joyas,
espejos, aceites, cremas, maquillaje y khol para resaltar los ojos, protegerse del
sol y ahuyentar los insectos. Dentro de este equipamiento para el más allá
destacan los Ushebtis, unas estatuillas de sirvientes que se empezaron a
colocar en las tumbas a partir del 2.000 a.C y están fabricados en piedra,
madera y cerámica.
La capilla de las ofrendas es uno de los lugares más
importantes de una tumba porque allí se representa al difunto mediante una
escultura junto a la mesa que recoge los alimentos ofrendados.
Un elemento muy importante para realizar el viaje final
hasta la última morada era disponer de una barca porque el trayecto se trazaba
desde el Este del Nilo con sus ciudades hacía el Oeste y sus necrópolis; o en
su defecto en peregrinación a Abydos para visitar el templo del dios Osiris.
Rituales que se incorporan en el Imperio Medio (2040 – 1640 a.C.)
Llama poderosamente la
atención que los egipcios también momificaran algunos animales para que
acompañaran a sus dueños en el más allá, sin embargo hay quien defiende que en
realidad se les consideraba encarnaciones terrenales de dioses y por eso
recibían un enterramiento ceremonial.
Construcciones
Un pequeño panel
recoge de manera esquemática los diferentes tipos de tumbas a lo largo del
tiempo. Desde las primitivas tumbas en una simple oquedad, hasta las mastabas,
pirámides, excavadas en roca, tumbas templo y la necrópolis del Valle de los
Reyes cuando definitivamente se olvidó la majestuosidad de las últimas moradas terrenales
para excavarlas en un valle remoto con la intención de salvaguardar la
seguridad de la tumba, mientras el templo de carácter público se construía a
kilómetros de distancia.
Historia de la Egiptología
En un pequeño rincón
se hace un breve recorrido sobre la egiptología y cómo se pasó de un saqueo
mantenido en el tiempo durante siglos con el interés de robar tesoros o
destruir las momias en forma de polvo para utilizarlas en la fabricación de
pinturas, fertilizantes, medicamentos, souvenir para turistas o combustible
para locomotoras. En cualquier caso el comercio de las momias y todo lo
relacionado con las tumbas que las contenían era un lucrativo negocio hasta
bien entrado el siglo XX.
El primer viajero
interesado en el mundo egipcio fue el pintor holandés Cornelis de Brujin y se
remonta al siglo XVII. Napoleón llegó en 1798 y supuso una enorme aportación a
la egiptología gracias a la aportación de científicos cuyos descubrimientos se
resumieron en una magna obra de 9 volúmenes espléndidamente ilustrados y que
daban una visión global del Antiguo Egipto, pero también se abrió el apetito de
coleccionistas y aventureros como Belzoni que hicieron buenos negocios gracias
a las maravillas egipcias. Champollion en 1822 propició un salto cualitativo cuando
descifró el lenguaje de jeroglíficos gracias a la Piedra Roseta. En 1858 se
crea el Servicio de Antigüedades Egipcias con la intención de velar por el
patrimonio cultural del país. En 1881 se descubre en Valle de los Reyes y hay
que esperar hasta 1922 para que Carter descubra en ese paraje la tumba intacta
de Tutankamón.
Momia de Anjhor
La gran lección de
esta zona de la exposición, más allá de los espectaculares sarcófagos que
contenían la momia de Anjhor, radica en la visión arqueológica de Van Oudheden
que, como primer director del Rijksmuseum y después de desenvolver diversas
momias, tuvo la suficiente clarividencia para prohibir en 1826 este
procedimiento destructivo con la esperanza de que el futuro trajera nuevas
técnicas no invasivas para conocer y estudiar las momias, de este modo la momia
de Anjhor quedó intacta, y el futuro le dio la razón porque gracias a métodos
científicos desarrollados en el terreno de la medicina, los expertos han estudiado
la momia de este sacerdote utilizando las (TC) tomografías computerizadas que
aportan nuevos datos como la situación de amuletos o la posibilidad de
reconstruir la expresión facial del difunto.
Etiquetas: Caixa Forum, Egipto, exposición, momias, reseña
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