Stultitia o el mundo de la locura en el Teatro Arbolé
Erasmo de Rotterdam (1437 – 1536) era un idealista en tiempo de desazón
que soñaba con un mundo en paz en el que lo más importante sería la vida
interior de cada individuo antes que las manifestaciones exteriores teñidas por
el espectáculo del ritual y la oración. El pensador elaboró una obra literaria
en la que elogiaba la locura porque la razón no llevaba a ningún lugar en una
sociedad dónde sensatez no tenía cancha y se ensalzaba la ignorancia y la incompetencia.
Es cierto, tiene usted razón, este medio ambiente suena tan actual que da un
poco de vértigo.
La compañía Sabotaje Teatro Independiente se subió al carro de las
reflexiones de Erasmo y nos invitó al enrevesado viaje por el mundo de la
locura en el Teatro Arbolé. “Stultitia” es un espectáculo que disecciona la demencia.
El cirujano y todos los elementos del escenario se nos presentan de blanco,
blanco de psiquiátrico, blanco de “Korova Milk Bar” en el que los drugos de
Kubrick han sido sustituidos por un arlequín con poses de la comedia del arte y
dispuesto a contarnos, como en aquellos romances de ciego, los sucedidos más
escabrosos para introducir la demencia en dos frascos distintos, uno para la
locura sana y otro para la insana.
El espectáculo, lo han adivinado, avanza por lo más insalubre de la
locura: Un tipo que, después de ver el horror muy cerca, busca la esperanza en
el amor pero la realidad cristalizará en derrota, la peor de las derrotas:
cuando el mal se integra en nuestro sistema nervioso y pudre los sueños hasta
negar el valor de los sentimientos. El tercer personaje de la trama está mucho
más asentado en la realidad de un mundo dominado por los objetos de consumo, un
yugo tan agradable que impide sentir la humedad de la cárcel.
Stultitia está construida con estos tres personajes y un solo actor.
Rafael Cadena defiende con eficacia cada uno de ellos. Lo hace a base de
construcciones creíbles desde el inicio de la representación. Un arlequín de
gestos redondos al que si acaso le quitaría ese acercamiento al público que no
veo necesario, dirigirse al respetable desde la tablas quizás daría más empaque
al discurso teórico sobre la locura, y es ahí dónde encuentro otra posible
mejora porque el personaje dice cosas muy interesantes y de tanta enjundia que
quizás, entre bromas y esa mirada chispeante, sería conveniente pararse un poco
para subrayar algunos mensajes tan tajantes como ajustados sobre la locura, distinguir
más claramente entre lo anecdótico y lo sustancial. Algo que hace el actor
ejecuta perfectamente con los otros dos personajes. Pero son pequeños detalles,
quizás solo manías de quien esto escribe. El actor domina perfectamente las
transiciones entre personajes y llena el escenario de líneas rectas que más
tarde zigzaguean, solidez en la palabra que luego es duda y una amargura palpable,
Es en ese intercambio espacial, gestual y de palabra donde el actor gana la
batalla de una corporeidad bien construida que acompaña y nutren al texto.
Un cuestión se queda flotando al final de la función sobre el problema de
la existencia humana que, como nos recuerda Ángel Leiva en la edición de
Cátedra de la novela El túnel de Sábato, radica en la posibilidad de responder
ante la angustia del caos con la metafísica de la esperanza como hace nuestro
arlequín o, me permito añadir, con la desesperanza de la locura, como le ocurre
a los otros dos personajes que nos muestra Stultitia.
Desde luego la respuesta a esta cuestión es personal e intransferible y
seguramente una cosa es opinar desde este teclado o en el sosiego de sus casas
y otra muy diferente enfrentarse a ese cruce de caminos entre la locura sana o
la insana, entre perecer putrefactos por la desesperanza y la incomunicación, o
bañarte en la bendita locura de tomar la vida por la cintura y bailar un tango,
componer un soneto, cantar, brincar o actuar en el teatro.
¿Y ustedes que eligen? Yo me quedo con la bendita locura de las artes,
los artistas y, pese al 21% del Wert-IVA cultural, les invito a que vean
Stultitia para que vean cual es el camino que no hay que tomar.
Etiquetas: reseña teatro, Sabotaje Teatro Independiente, Teatro Arbolé
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home