Sigue la tormenta en el Teatro de la Estación
El joven director de
teatro Nathan Goldring visita a Theo Steiner, un actor retirado al que necesita
como pieza imprescindible para montar el Rey Lear de Shakespeare. Este factor
desencadena la acción y pone en contacto por primera vez el drama con la realidad
porque Cristina Yáñez, directora de la función, también estaba dispuesta a
montar “Sigue la tormenta” si en ella participaba el veterano actor Mariano
Anos.
La percepción inicial
de la función nos lleva al evidente duelo generacional entre Steiner y su
vuelta de casi todo, frente al empuje de un Goldring deseoso por descubrir. Los
primeros embates entre protagonista y antagonista giran en torno al teatro pero
muy pronto se ven superados por un viaje más profundo al desolado territorio de
la duda y el arrepentimiento. Un itinerario que pretende llegar, en palabras de
Yáñez, tanto al corazón como a la cabeza.
Esta transformación
cualitativa en la relación entre los personajes provoca el abandono de la pelea
que se orienta hacia el noble arte de la pesca y allí, a ambos lados del sedal,
adquiere grado de incertidumbre, como recuerda la tonada de Juan Perro: Será
porque siempre he estado del lado del pescado que nunca había pensado que el
pescado podría estar del otro lado.
“Sigue la tormenta” se nos
presenta entonces como un rito de iniciación, un diálogo que pone bajo los
focos la esencia de la existencia social e individual. La relación entre los
personajes se teje, como no podría ser de otro modo, en un cuento. La narración
es el mecanismo literario que permitirá contar las miserias y avatares que
determinan la vida de un joven que busca respuestas, y de un anciano aterrado
por el recuerdo, por las preguntas tantos años sin responder. El dilema
sobrepasa el espacio del escenario y nos recuerda que la belleza, ese placebo
que usted y yo nos administramos vía artes y letras, es solo un espejismo
porque, una vez que Steiner ha derramado sus entrañas hasta ponerlas a nuestros
pies, ya no hay escapatoria: Les recuerdo que en el patio de butacas es imposible
acudir ni al mando a distancia, ni al tiempo de refresco que necesita una
televisión de cristal líquido digital para zapear entre el horror de los
ahogados en Lampedusa y la anestesia del picadillo de vísceras en formato
chafardeo.
Todo este entramado argumental
sitúa al espectador en una posición intelectualmente activa frente a lo que
ocurre en escena; desde la percepción de los sentimientos hasta el ineludible
ejercicio de reflexión que se nos propone. Así es querido lector, desde las
tablas se nos invita a indagar en lo que Fernando Gómez, traductor del libreto
de Enzo Comann, define como “poelítico”, un intento de fundir política y
poética para plantearse las grandes preguntas de la vida.
“Sigue la tormenta” destruye
la idea de la literatura como una defensa contra las ofensas de la vida porque,
aunque la narración de Steiner tiene toda la fuerza de la literatura, es un
ejercicio poético que nos pone en el brete simbólico de medir nuestra empatía frente
a la percepción del horror, como ya hizo la filosofa Hanna Arendt cuando quiso
ver de cerca el horror con la intención de encontrar respuestas. Por eso viajó
hasta Jerusalén y asistió al juicio de Eichmann, una pieza clave en la
administración de la Alemania nazi para mantener perfectamente engrasada la
eficaz maquinaria que transportó millones de judíos hacia los campos de
exterminio y la solución final. Sin embargo Arendt, en lugar de encontrarse con
una especie de bestia malvada, conoció a un hombre corriente que había elegido
no pensar en lo que estaba haciendo aunque tuviera unas consecuencias
desastrosas, un hombre como usted y como yo querido lector. Por eso son tan
importantes las palabras del actor Mariano Anos cuando se refiere a la obra
como ese “volver a las raíces del teatro, a un teatro comprometido, necesario
en estos momentos en los que hay que pararse a pensar y no dejarse llevar por
la rutina y la costumbre”
“Sigue la tormenta” es
teatro de palabra y por lo tanto una obra ideal para el lucimiento de los
actores que son el soporte básico de la obra. Miguel Pardo y Mariano Anos
desvelan el mágico encanto de su profesión. Da gusto verlos en escena. Pardo,
quizás más atado a la técnica, traza su interpretación con la perfección del
buen artesano, construye su personaje con trazos nítidos de escuadra y
cartabón. Contenido en el difícil papel del que escucha y convincente en todo
momento tal vez necesita profundizar en detalles que nos alejen de hecho
interpretativo y nos acerquen al hombre y su búsqueda. Anos está sencillamente
soberbio, sin un ápice de afectación, todo lo que hace y dice en escena tiene el
arrebatador encanto de la credibilidad, desde la desesperación y la hijoputez
hasta la ironía y la leve amabilidad.
“Sigue la tormenta”, en
contra de lo que afirma el programa de mano, no es una muralla ante la
barbarie, es, o a mi me lo pareció, el imprescindible espejito que nos recuerda
que la belleza condensada por el ser humano solo es la antesala del horror. Y
frente al horror… ¿qué hacemos usted y yo frente al horror?
Lugar: Teatro de la Estación
Horarios:
Sábados: 20:30 h.; domingos: 19:00 h.
Del 26 de
octubre al 10 de noviembre
Etiquetas: reseña teatro, Teatro de la Estación, Tranvía Teatro
1 Comments:
Muchas gracias, Javier. Es un placer teneros entre el público y que luego dediques tu tiempo y tu buen hacer a escribir sobre la obra. Gracias, de corazón. Un abrazo. Ladire.
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