ProtAgonizo: Un acto de sinceridad
Ester Bellver cuenta en su blog las dudas por la que pasó cuando vino al
Teatro de la Estación
de Zaragoza para interpretar ProtAgonizo, porque habían transcurrido seis meses
desde la última vez función que había hecho la función. También recuerda su anterior
paso por la ciudad, cuando hace seis años entrón en un bar y se sentó ante un
mesa muy pringosa que le sirvió para escribir una de las escenas de ProtAgonizo,
una obra que lleva consigo todas las consecuencias de las autobiografías. La
principal de ellas, como diría Caballero Bonald, es que la frontera de la
infancia coincide con el verano y las calles, el barrio y el río son los
elementos que conforman el mundo (Usted, querido lector puede pensar en las
suyas propias) Otra cosa son las sensaciones, esa ambigüedad selectiva con la
que pastoreamos el pasado para llenarlo de felicidad, o no, y que cada uno
viste sus recuerdos como bien le viene. Eso es lo que ha hecho Ester Bellver,
vestir sus recuerdos para pasearlos en un escenario junto a tres espejos que,
aunque parecen plantados para que se mire la actriz, están allí para que cada
espectador, si se atreve, se una a la fiesta de la memoria.
La primera virtud de la obra es el texto que nace de las ácidas heridas
de una crisis, cualquiera de ustedes con una determinada edad sabe de lo que
estoy hablando. Hay un día en el que los acontecimientos más importantes de tu
vida se te plantan delante y…cada uno hace lo que puede. Ester Bellver los
escribió y terminó por subirlos a un escenario para, efectivamente, hablar de la
infancia, el colegio y el transito por la vida entre (des)amores y
(des)ilusiones hasta que el caminó la dejó en una revista de los años ochenta,
género en el que debutó como artista. Sin embargo las candilejas, que nunca son
garantía de éxito, le permitieron jugar con la identidad de otros para poner en
cuestión su propia identidad. Esa es la clave. Enfrentarte a ese espejo que
devuelve tu propia imagen y valorar si ese que te mira eres tú.
Ester Bellver, para que este ejercicio de sinceridad funcione, no le
queda otra alternativa que la autenticidad, que la confidencia sea clara, que
los espectadores la quieran desde el primer momento y lo puedo asegurar, el
ejercicio actoral es sobrecogedor porque no hay ni un gramo de afectación, todo
discurre tan natural que la actriz es capaz de incorporar al espectáculo el
vuelo imprevisto de una mosca o el zumbido de un móvil. La actriz, desde ese
ejercicio natural y sincero, construye un personaje que nos regala un mundo de
emociones íntimas, una lección de talento teatral que sobrepasa con mucho la
inicial idea de una autobiografía al uso y así, por la magia de las candilejas,
conseguir que el cuadro de su vida sea la primera pincelada de las nuestras. Y
usted, querido lector ¿sería capaz de desnudarse de esa manera?
Publicado en el nº 136 de El Pollo Urbano
Etiquetas: Ester Bellver, reseña teatro, Teatro de la Estación
1 Comments:
de verdad sr. clemente, si consigues q yo lea en una pantalla más de dos líneas ¿cómo no vas a hacer q me interese x un libro tuyo?.
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