La curvatura de la córnea

02 junio 2012

Forega versus Zazurca: Fin del neorrealismo

Zazruca y Forega en la Feria del Libro de Zaragoza conversan sobre el fin del neorrealismo poético.

Esta mañana tendía la colada y al otro lado de la calle, mi vecina hacía lo propio. Colgar la ropa mojada de una pinza nunca me pareció una actividad especialmente poética, sin embargo, la imagen de la vecina del otro lado de la calle era pura poesía.
¿Es posible que lo cotidiano sea poético? Aceleré el resto de las tareas domésticas porque la respuesta a mi duda se encontraba en la Feria del Libro de Zaragoza. Manuel Forega y Enrique Cebrián Zazurca nos invitaban a un debate para dirimir cuando llegará el final del neorrealismo.
Antes de comenzar el combate, que no fue tal, Zazurca recordó que estas charlas tuvieron una versión catódica cuando Juan Luís Saldaña era El Maquinista de la General y los enfrentaba para que riñeran. Pero lo que son las cosas, muchas veces los anunciados rifirrafes terminaban en acuerdos y Saldaña, como buen hombre de televisión, se cabreaba por la poca sangre que entregaban a la audiencia, esa entelequia ávida de grescas. La anécdota era el salvo conducto para garantizar guante blanco y yo les advierto que las líneas que siguen son una diminuta expresión sobra todo lo expuesto por estos dos púgiles de la palabra: Forega versus Zazurca suena a una final del Campeonato del Mundo de los Pesos Pesados de la década de los setenta.
Forega comenzó la conversación y situó el término neorrealismo en la necesidad de un lenguaje sencillo, sin culturalismos y exento de mitos e iconografías para ser entendido por la sociedad.
Zazurca subrayó la voluntad de verosimilitud que los poetas de la experiencia aportan a su obra que, aunque a veces nace desde la anécdota personal, intenta alcanzar el estatus de categoría. Un ejercicio que se libra desde el lenguaje claro, el tono coloquial, la ironía y una ineludible voluntad de reflexión. Recordó que muchas veces el lector confunde la personalidad real del poeta con un yo poético en la voz y una ficción en lo narrado, dos intenciones que siempre lleva hasta la literatura. Renunció a ceder el espacio de lo intelectual a la poesía del lenguaje o del pensamiento frente a la poesía de la experiencia y defendió que, desde lo sencillo se puede alcanzar una gran carga poética. Zazurca defendió que, después de dos generaciones poéticas con gran carga realista, la poesía de la experiencia no se encuentra en su recta final. Tal vez no haya una primacía, continuó, y conviva con diversas corrientes que traerán los nuevos tiempos y sus cambios sociales, políticos y económicos.
La psicoanalista Mónica Gorenberg, habitual dinamizadora de eventos culturales,  tomó la palabra  desde el patio de butacas y apostó por una poesía que escape de lo obvio de la realidad a través del lenguaje. Hay que buscar otras salidas, afirmó, porque quien presuntamente se dirige al pueblo, a través de la poesía social, se encuentra con un pueblo que no quiere que se le hable desde la poesía, y al que le hizo creer que todo el mundo puede escribir.
Forega tomó el relevo para subrayar que el estilo realista a veces oculta una falta de oficio a la ahora de manejar el lenguaje. Zazurca terció para recordar que escribir claro y sencillo no es un ejercicio para facilitar la comprensión o una falta de recursos, al contrario, es una apuesta estética y ética de sencillez y claridad sin ninguna intencionalidad elitista. La poesía de la experiencia de la actualidad no es la poesía social de los años cincuenta. La poesía actual está comprometida con la realidad y, exenta de voluntad culturalista, se construye con muchas referencias que no apabullan.
Ambos autores estuvieron de acuerdo en citar hasta cuatro poetas aragoneses que, alejados de los terrenos realistas, construyen una poesía diferente y de muy valiosos quilates: Jesús Jiménez, Miguel Ángel Ortiz Albero, Miguel Serrano y Juan Marqués. Forega y Zazurca aprovecharon este acercamiento y apostaron, con independencia de las etiquetas, por la regeneración léxica y estética de la poesía y, cuando la hora tocaba a su fin, Fernando Burbano alzó su voz desde el público para recordar que, ante la abrumadora minoría dedicada a la lectura de poesía, lo mejor que podían hacer los petas era hacer lo que a cada uno del venga en gana, eso si, bajo la premisa que enunció Ildefonso Gil: La poesía o es poesía o es nada.
 Cuando llegué a casa el sol estaba en su cenit, la vecina de enfrente recogía la ropa seca y yo, por el placer de volver a mirarla, también recogí las camisetas del trote cochinero, los pantalones fosforescentes del trabajo y treinta y seis calcetines negros entre sostenidos y bemoles.

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4 Comments:

At 02 junio, 2012 18:40, Blogger monica said...

Aparte de la excelente reseña de lo acaecido, la anécdota de la colada es reveladora: no es poético tender... ¡es la mirada!
Un abrazo y gracias.

 
At 03 junio, 2012 00:19, Blogger Marcos Callau said...

Excelente manera de contarlo, Javier. Un abrazo.

 
At 07 junio, 2012 20:26, Blogger Angel Guinda said...

¡fÉRTIL Y SABROSSSSSSSSÓN!

 
At 08 junio, 2012 18:23, Blogger Javier López Clemente said...

Gracias Mónica, Marcos y Guinda. Un trío que me honra con su presencia en estas páginas.

Un abrazo.

 

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