La irrealidad nuestra, de Clara Dávila Mateo
Rafael Luna tuvo la amabilidad de invitarme a la presentación de “La irrealidad nuestra” para leer algunos versos. Aunque no conocía ni a la autora, ni su obra, cualquier sugerencia de Rafael siempre tendrá mi respuesta afirmativa porque su pasión por la poesía va más allá de lo literario para convertirse en orgánico. Rafa muestra orgullo de sentirse poeta, por eso lo admiro.
Clara Dávila Mateo es fruto de la cantera criada al cobijo de la Universidad Popular de Zaragoza y, aunque ha ganado diversos premios literarios, “La irrealidad es nuestra” es su primer poemario, una coqueta edición de la leonesa Puente de Letras que quizás debería contar con una tipografía más sobria en los títulos, además de una iconografía más diáfana en la portada.
Este poemario es una caja de sorpresas porque muchas ideas nacen de versos aparentemente primarios, si embargo, tras una coma, o al recodo de un adjetivo, el mensaje adquiere honda profundidad. Es en esa dualidad entre la inocencia y la desatada tormenta interior la que moldea los poemas de Clara Dávila. La particular mirada de la autora es la protagonista del libro, un ejercicio vital que parte de la sencillez para reflexionar sobre el amor en ausencia, el hueco distante de quien siempre esta lejos aunque su piel se funda junto a la voz poética que parece derrumbarse con el único propósito de renacer una y otra vez.
La obra se divide en tres partes. La primera, “Búsqueda del tiempo”, comienza con un canto al “tiempo pasado” como único motor poético capaz de conseguir “palabras esdrújulas para caminar junto a ti por la vida” con una ilusión imposible: “que el tiempo no te cambie”. Un verso que es el título de una canción de Tequila, de cuando la autora todavía no había nacido.
La voz poética recordó el deseo de un beso, un recuerdo mucho más potente que el propio beso, “seis décimas de segundo” antes de rozar sus labios. El tiempo se transformó en espera. Los “segundos del último minuto que quedaban.” Pequeñas unidades de tiempo para quien espera, diminutas en finitud pero enormes en emoción hasta que el presente acució un cambio en el tono poético que destiló amargura. La inocencia se reveló cada noche y el olvido del otro transformó la herida en bestia. Es entonces, al borde de la locura, cuando escapar es la única salida posible. “Cogió sus cosas, rellenó cada mentira” y buscó la esperanza “de creerse libre de cadenas, de promesas”
El amor ata y la huida fue imposible. Ella cosió su recuerdo a la soledad de “no dejar de quererte ni cerrando los ojos” El reconocimiento del ocaso fue aferrarse a “un minuto más”, tiempo suficiente para el reencuentro y, aunque parecía imposible, el amor regresó por los escalones de la obsesión y trajo, pese a todo el sufrimiento anterior, el “paraíso”. La nueva unión formó “llamaradas”, borró manchas y sanó dolores, al menos hasta la llegada de la madrugada. Las dudas amanecieron en forma de pregunta “¿Se puede, acaso, despegar un beso de amor de unos labios de chapa?
La segunda parte del poemario es una frágil búsqueda de la verdad bajo el título “Desde lo más profundo”. El anhelo por la “palabra escondida”, esa que delimita todos los desgarros. Un viaje hacía el fluir de la herida pétrea de quien sólo es corazón y “arenas movedizas”, y tal vez por eso, por esa querencia al hundimiento, la voz poética vuelve a la seguridad del olor que trae aromas pasados prendidos del temblor asociado a la soledad. De nuevo los sueños de “una vida para sentirnos mejor”, otra oleada de optimismo para indultar el desamor aunque sólo sea en la rutina del carro de la compra o en el viaje del bus. La reivindicación de lo cotidiano destierra la soledad que el gran amor no ha conseguido aliviar, pero no es suficiente. Hay que tocar fondo, quebrar el cristal, caminar sin rumbo, desacoplarse del mundo y encontrar en la escritura la magia de la vida, la libertad de regresar a la poesía y “romperte en cientos de pedazos”… o eso parece, porque ella sabe que las “cartas sin abrir” aún guardan las espinas de las heridas recibidas. “El recuerdo de lo imposible” sigue presente.
La tercera parte del poemario son “Batallas y aventuras” que se nos muestran como juegos o caprichos, sin embargo sigue presente la obsesión por el otro, “la lamentación” por “el muro que tienes delante y te impide verme” La vida como un “formulario de ausencias” y el aroma que se sueña salvador. Son poemas de vaivén con volteretas de “coses, descoses”, versos de una guerra que terminó entre desalientos y corazones rotos. “Caminar” es la salida y “las luciérnagas discretas indican al caminante de su redención”.
“La irrealidad nuestra” de Clara Dávila Mateo es un canto a la permanente presencia del otro, su ausencia que rasga, su recuerdo que alegra o su presencia que quema.
Clara Dávila Mateo es fruto de la cantera criada al cobijo de la Universidad Popular de Zaragoza y, aunque ha ganado diversos premios literarios, “La irrealidad es nuestra” es su primer poemario, una coqueta edición de la leonesa Puente de Letras que quizás debería contar con una tipografía más sobria en los títulos, además de una iconografía más diáfana en la portada.
Este poemario es una caja de sorpresas porque muchas ideas nacen de versos aparentemente primarios, si embargo, tras una coma, o al recodo de un adjetivo, el mensaje adquiere honda profundidad. Es en esa dualidad entre la inocencia y la desatada tormenta interior la que moldea los poemas de Clara Dávila. La particular mirada de la autora es la protagonista del libro, un ejercicio vital que parte de la sencillez para reflexionar sobre el amor en ausencia, el hueco distante de quien siempre esta lejos aunque su piel se funda junto a la voz poética que parece derrumbarse con el único propósito de renacer una y otra vez.
La obra se divide en tres partes. La primera, “Búsqueda del tiempo”, comienza con un canto al “tiempo pasado” como único motor poético capaz de conseguir “palabras esdrújulas para caminar junto a ti por la vida” con una ilusión imposible: “que el tiempo no te cambie”. Un verso que es el título de una canción de Tequila, de cuando la autora todavía no había nacido.
La voz poética recordó el deseo de un beso, un recuerdo mucho más potente que el propio beso, “seis décimas de segundo” antes de rozar sus labios. El tiempo se transformó en espera. Los “segundos del último minuto que quedaban.” Pequeñas unidades de tiempo para quien espera, diminutas en finitud pero enormes en emoción hasta que el presente acució un cambio en el tono poético que destiló amargura. La inocencia se reveló cada noche y el olvido del otro transformó la herida en bestia. Es entonces, al borde de la locura, cuando escapar es la única salida posible. “Cogió sus cosas, rellenó cada mentira” y buscó la esperanza “de creerse libre de cadenas, de promesas”
El amor ata y la huida fue imposible. Ella cosió su recuerdo a la soledad de “no dejar de quererte ni cerrando los ojos” El reconocimiento del ocaso fue aferrarse a “un minuto más”, tiempo suficiente para el reencuentro y, aunque parecía imposible, el amor regresó por los escalones de la obsesión y trajo, pese a todo el sufrimiento anterior, el “paraíso”. La nueva unión formó “llamaradas”, borró manchas y sanó dolores, al menos hasta la llegada de la madrugada. Las dudas amanecieron en forma de pregunta “¿Se puede, acaso, despegar un beso de amor de unos labios de chapa?
La segunda parte del poemario es una frágil búsqueda de la verdad bajo el título “Desde lo más profundo”. El anhelo por la “palabra escondida”, esa que delimita todos los desgarros. Un viaje hacía el fluir de la herida pétrea de quien sólo es corazón y “arenas movedizas”, y tal vez por eso, por esa querencia al hundimiento, la voz poética vuelve a la seguridad del olor que trae aromas pasados prendidos del temblor asociado a la soledad. De nuevo los sueños de “una vida para sentirnos mejor”, otra oleada de optimismo para indultar el desamor aunque sólo sea en la rutina del carro de la compra o en el viaje del bus. La reivindicación de lo cotidiano destierra la soledad que el gran amor no ha conseguido aliviar, pero no es suficiente. Hay que tocar fondo, quebrar el cristal, caminar sin rumbo, desacoplarse del mundo y encontrar en la escritura la magia de la vida, la libertad de regresar a la poesía y “romperte en cientos de pedazos”… o eso parece, porque ella sabe que las “cartas sin abrir” aún guardan las espinas de las heridas recibidas. “El recuerdo de lo imposible” sigue presente.
La tercera parte del poemario son “Batallas y aventuras” que se nos muestran como juegos o caprichos, sin embargo sigue presente la obsesión por el otro, “la lamentación” por “el muro que tienes delante y te impide verme” La vida como un “formulario de ausencias” y el aroma que se sueña salvador. Son poemas de vaivén con volteretas de “coses, descoses”, versos de una guerra que terminó entre desalientos y corazones rotos. “Caminar” es la salida y “las luciérnagas discretas indican al caminante de su redención”.
“La irrealidad nuestra” de Clara Dávila Mateo es un canto a la permanente presencia del otro, su ausencia que rasga, su recuerdo que alegra o su presencia que quema.
Etiquetas: Clara Dávila, La irrealidad nuestra, reseña libro, video poema
8 Comments:
El acompañar un poemario con tu voz es distinto siempre, y así cuando escribes contemplamos otros matices más personales. Llegamos a un estado de encuentros, que se hacen más patentes en nuestras colaboraciones. Es facíl sentirse agusto contigo y reir y llorar.
Ese ambiente es poesía amigo mío y ver a otros poetas y acompañar a los otros y beber un placer y difrutar de esto una luguria.
Más veces me digan de participar y pueda claro y podamos y nos demos y nos den alegría.
Alegremente suyo
Rafael Luna.
"¿Se puede acaso esperar un beso de amor de unos labios de chapa?"
Me gusta ese verso.
Fue una presentación muy entrañable y hubo muy buen ambiente. Gracias a la poeta y enhorabuena al presentador y al rapsoda...(me gusta ver pasar a la gente por la librería mientras recitas...)
un saludo
Para mí Clara Dávila era también una desconocida, pero ahora ya no puedo decir lo mismo.Fué agradable escuchar sus poemas de las voces de Rafa y la tuya.Me gustó ver a Alejandro Pastor por allí y cómo nos trató la familia de Clara.
Esta semana en el pueblo he leído el poemario con tranquilidad y compruebo que has construído un buen texto. A mí me gustaron en su conjunto :Anhelo,Trece Versos, y Arenas Movedizas, así como otros versos sueltos con gran fuerza: "Cada noche apresaría a la bestia en que se ha convertido la herida", o por supuesto,"¿Se puede acaso despegar un beso de amor de unos labios de chapa? O, "Qué voy a hacer sin tí cuando te vayas, serena loca, infinita lúcida".
Espero que Clara siga escribiendo y podamos seguir disfrutando de su poesía.
Hola!! parece que es un buen libro para dejarse llevar por la poesia, bien solo al atardecer o en compañia. Me alegro de que pudieras compartirlo con la autora.Un abrazo.
Hola Rafa.
Leer, reir, llorar, beber y lujuria.
No esta mal como estructura para un poemario.
Ahí Rafa, venga a darnos alegrías pa´l cuerpo y pa´l alma
Salu2 Córneos.
HOla Alejandro
Estoy de acuerdo en la imágen. Es chulo ver pasar al personal. Lástima que nuestras capacidades técnicas no puedan depurar el sonido para que esas intervenciones sean sólo visuales... todo llegará
;-)
Salu2 Córneos.
Hola Sara.
Es cierto, el recibimiento de la familia de Clara fue de sobresaliente. Me dio pena tenerme que ir tan pronto.
¿Y por qué será que no me extraña los versos que citas?
;-)
Salu2 Córneos.
Hola lagubia y bienvenida a esta bitácora... a no ser que lagubia signifique: La Gubia
Ya me dirás
;-)
Fue una velada muy agradable
Salu2 Córneos.
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