Toumani Diabaté y amigos
En el cemento todavía caliente del Anfiteatro 43 me encontré con Closada, su desenfada corbata y su atenta cordialidad. Fue una buena señal, el inicio ideal para lo que se avecinaba, un acontecimiento especial en esta Exposición musculada por los actos culturales (Luisa Miñana dixit).
El Pabellón de la Unión Europea nos regaló una noche de ensueño alrededor de la figura del maliense Toumani Diabaté. La primera vez que vi una Kora fue en la isla de los esclavos frente a Dakar, un músico nativo amenizaba la comida a base de arroz y salmonetes. La Kora es un instrumento de cuerda datado en el siglo XIII, construido sobre el vaciado de una calabaza y que recuerda al sonido dulce del arpa. Diabaté guarda las esencias milenarias del instrumento y se ha encargado de darle un empujón artístico para situarlo en primera línea de la música actual.
El interpreté africano ocupó el espacio central del escenario dónde le esperaba una kora de considerable tamaño, estuvo arropado por la Symmetric Orchestra compuesta por veinte músicos de diferentes países del continente negro que siguieron a la perfección sus indicaciones.
El recital comenzó con la preeminencia del Djembe para marcar territorio y dejar paso a esas tonadas del África tropical que navegan entre la dulzura de la melodía y la salmodia en los cánticos que uno siempre imagina amorosos y cotidianos, pero que muchas veces son reivindicativos.
El primero de los invitados dejó, con su sola presencia, en estado de hipnosis al público allí congregado. Björk apareció con un vestido blanco con estilizadas manchas rojas. Cantó dos temas en los que dejó constancia de lo peculiar de su voz, de esa extraña energía que brota de las cuerdas vocales de esta islandesa menudita, chispeante y de sonrisa enigmática. Se fue volátil como apareció y se llevó tan tenue levedad de aplausos porque, al menos en mi caso, cuando estoy boquiabierto no puedo aplaudir.
La segunda intervención de la noche fue con diferencia la más brillante. Damon Albarn apareció junto a Diabaté por nadie sabe dónde, sentadito a sus pies, medio escondido tras un altavoz y con una melódica en sus manos, ese instrumento con teclas de piano y que necesita de un soplo para tomar vida, a mi siempre me parece un juguete. El cantante de Blur estaba agustito en la retaguardia, se le notaba en sus ojos. Silbando, silbando le tocó un emocionado cumpleaños feliz al anfitrión. Se fue con la misma sencillez pero para regresar un poquito más tarde. Se sentó al piano y fabricó el momento de la noche. Canción suavecita que fue creciendo y creciendo hasta hacer bailar a toda la concurrencia. Espectacular.
Eliades Ochoa llegó desde Cuba tocado con gorro que a mi me parece de cow boy y los sones del son. También puso a bailar a la concurrencia esta vez con sabor caribeño que derivó en un memorable duelo entre las seis cuerdas de su guitarra y las veintiuna de la Kora de Diabaté.
Fin de fiesta flamenquito y a cargo de un aceleradísimo José Sordera “Sorderita” cofundador de Ketama y uno de los máximos responsables de las innovaciones en el flamenco de los ochenta. De nuevo homenaje a Diabaté con un cumpleaños feliz esta vez coreado por el público, tema ketama-rumbero en una flojita interpretación, muchas intenciones pero dudoso resultado.
Fin de fiesta con todos en escena para cantar a África, todos menos Björk, es lo que tienen las libélulas islandesas, soy muy inquietas y no arraigan en las orillas de los ríos.
El Pabellón de la Unión Europea nos regaló una noche de ensueño alrededor de la figura del maliense Toumani Diabaté. La primera vez que vi una Kora fue en la isla de los esclavos frente a Dakar, un músico nativo amenizaba la comida a base de arroz y salmonetes. La Kora es un instrumento de cuerda datado en el siglo XIII, construido sobre el vaciado de una calabaza y que recuerda al sonido dulce del arpa. Diabaté guarda las esencias milenarias del instrumento y se ha encargado de darle un empujón artístico para situarlo en primera línea de la música actual.
El interpreté africano ocupó el espacio central del escenario dónde le esperaba una kora de considerable tamaño, estuvo arropado por la Symmetric Orchestra compuesta por veinte músicos de diferentes países del continente negro que siguieron a la perfección sus indicaciones.
El recital comenzó con la preeminencia del Djembe para marcar territorio y dejar paso a esas tonadas del África tropical que navegan entre la dulzura de la melodía y la salmodia en los cánticos que uno siempre imagina amorosos y cotidianos, pero que muchas veces son reivindicativos.
El primero de los invitados dejó, con su sola presencia, en estado de hipnosis al público allí congregado. Björk apareció con un vestido blanco con estilizadas manchas rojas. Cantó dos temas en los que dejó constancia de lo peculiar de su voz, de esa extraña energía que brota de las cuerdas vocales de esta islandesa menudita, chispeante y de sonrisa enigmática. Se fue volátil como apareció y se llevó tan tenue levedad de aplausos porque, al menos en mi caso, cuando estoy boquiabierto no puedo aplaudir.
La segunda intervención de la noche fue con diferencia la más brillante. Damon Albarn apareció junto a Diabaté por nadie sabe dónde, sentadito a sus pies, medio escondido tras un altavoz y con una melódica en sus manos, ese instrumento con teclas de piano y que necesita de un soplo para tomar vida, a mi siempre me parece un juguete. El cantante de Blur estaba agustito en la retaguardia, se le notaba en sus ojos. Silbando, silbando le tocó un emocionado cumpleaños feliz al anfitrión. Se fue con la misma sencillez pero para regresar un poquito más tarde. Se sentó al piano y fabricó el momento de la noche. Canción suavecita que fue creciendo y creciendo hasta hacer bailar a toda la concurrencia. Espectacular.
Eliades Ochoa llegó desde Cuba tocado con gorro que a mi me parece de cow boy y los sones del son. También puso a bailar a la concurrencia esta vez con sabor caribeño que derivó en un memorable duelo entre las seis cuerdas de su guitarra y las veintiuna de la Kora de Diabaté.
Fin de fiesta flamenquito y a cargo de un aceleradísimo José Sordera “Sorderita” cofundador de Ketama y uno de los máximos responsables de las innovaciones en el flamenco de los ochenta. De nuevo homenaje a Diabaté con un cumpleaños feliz esta vez coreado por el público, tema ketama-rumbero en una flojita interpretación, muchas intenciones pero dudoso resultado.
Fin de fiesta con todos en escena para cantar a África, todos menos Björk, es lo que tienen las libélulas islandesas, soy muy inquietas y no arraigan en las orillas de los ríos.
Etiquetas: conciertos
6 Comments:
menos mal que alguien trabaja en verano, un abrazo
Serás malévolo. Yo no tengo fotos pa' mi blog, jajajaja.
Gracias por tus palabras, como siempre, emotivas y gratificantes
HOla Paco y menos cachondeo
El concierto terminó a la una y media, me iba a la cama a las dos y cuarto para, tres horas más tarde, levantarme a golpe de despertador y darme un garbeo por el curro, ya ves que si, que en verano algunos curramos jajajaajajajajajajaj
Salu2 Córneos.
pD. y si, si ganamos la eurocopa
Hola Closada.
Las fotos están a su disposición.
Y... ¿malévolo no es un hueso o algo parecido?
;-)
Salu2 Córneos.
No he visitado la Expo y con el trabajo que tengo, no lo veo posible; pero gracias a tí y a tus crónicas me siento un poco más informada de lo que va pasando, se va viendo y escuchando, gracias.Un abrazo.
Hola Gubia.
Dentro de la Expo puedes encontrar diversas Expos, esa es una de las tareas antes de iniciar una visita: Saber en que quieres usar el tiempo. Lo que por esta ventana aparece es un 75% de lo que yo veo, pero no llega ni al 1% de todo lo que se podría contar.
Salu2 Córneos y un abrazo.
Tengo que ir la Pabellón de Castilla León para buscar algo de Palencia jajajajaja
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