La curvatura de la córnea

18 agosto 2008

Stray Cats

La década de los setenta estaba a punto de terminar cuando la madre de “El Mafia” hizo reformas en el salón de su casa. La principal novedad fue un mueble bar que ocupaba una de las esquinas de la habitación. Un panel de cristal desde el techo hasta el suelo con vitrinas relucientes repletas de vasos de diferentes formas, las herramientas para preparar cócteles y una colección de botellas para dejarte boquiabierto. Pero lo mejor era una pequeña barra en la que te podías apoyar y soñar con camareras rubias de escotes tan grandes como sus pechos. Junto al lujoso rincón se encontraba la colección musical de la familia en una interminable hilera de cassettes. Emilio el Moro ocupaba un lugar destacado, “El Mafia” lo imitaba en aquel invento de cambiar la letra de temas famosos de tal guisa que sus adaptaciones de realidad social de Utrillas se convertían en pura dinamita costumbrista y marcaron época en los componentes de la Peña El Cachirulo.
Pero el lugar más importante de aquella colección estaba reservado para la discografía completa de Elvis Presley, y junto al Rey la novedad de la temporada, una grabación de un tipo gordo y sonriente que respondía la nombre de Sleepy LaBeef. En aquel salón recién reformado escuché por primera vez un tema de rockabilly, fue de la mano de Alfonso “El Mafia”, el único rockero que he conocido con rizos y el pelo cardado, una autentico pionero en mi educación musical.
Por aquellos días de finales de los setenta se formaron los Stray Cats, dicen por ahí que como consecuencia de una ola de revival del rockabilly propiciada, entre otras cosas, por el éxito de la película Grease. Esta noche han aterrizado en Zaragoza para regalarnos ochenta minutos de buen hacer, ritmo y energía sin tregua. Un concierto sin tapujos con una guitarra de ensueño, contrabajo al ritmo del corazón y un apasionado baterista tan efectivo como circense en algunas de sus piruetas y carreras sobre el escenario. Puro rock and roll para mover las caderas. Pero conmigo no estaba mi chica, aquella a la que giraba para lanzarla al otro lado de la pista y recogerla en un nuevo giro y vuelta a empezar, con aquella chica sonrosada con la que planeé un viaje por el medio oeste americano; ella con una minifalda azul y botas vaqueras, yo conducía un descapotable con sombrero cowboy. Ella no estaba esta noche a mi lado y me tuve que conformar con dar palmas, seguir el ritmo con la suela de mis zapatos y recordar las noches de verano de cuando aprendimos a bailar rock and roll. Son esos momentos de lucidez en los que uno sabe que las cosas nunca volverán a ser como entonces.

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2 Comments:

At 19 agosto, 2008 09:52, Anonymous Anónimo said...

Aquellos maravillosos años, Javier.
Un beso desde casa.
S. Manrique.

 
At 22 agosto, 2008 19:34, Blogger Javier López Clemente said...

Hola Sagrario

Dura tarea la de conseguir que todos los años sean maravillosos, ese debería ser nuestro mayor esfuerzo.

Salu2 Córneos y besos. Empieza a llover.

 

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