Gabriel Sopeña, un vecino de Casablanca
No fui admirador ni de Ferrobos, ni del rockabilly de Mas Birras, el impacto emocional de “Apuesta por el rock and roll”, esa inmensa canción de la que el protagonista de esta nota es coautor junto al malogrado Mauricio Aznar, me llegó con la versión de Héroes del Silencio. Tampoco conozco sus incursiones personales en el ámbito musical y, aunque he escuchado sus colaboraciones con Loquillo, no las he seguido con profundidad; además, y para terminar esta confesión de ignorancia, nunca he leído nada de su obra poética. Con estas paupérrimas credenciales me presenté en el Pabellón del Ayuntamiento de Zaragoza en la Expo para escuchar a Gabriel Sopeña
Manuel Martínez Forega tomó la palabra en funciones de presentador, fue entonces cuando descubrí su condición de profesor de Historia Medieval en la Universidad de Zaragoza. El formato expositivo que utilizó era novedoso con respecto a todo lo que ya había visto en ese mismo escenario y supongo que estaba íntimamente relacionado con el ejercicio de la docencia; Sopeña se presentó sentado frente a un ordenador portátil, el fondo del escenario transformado en pantalla gigante y la fuerza de convertir en pupitres las mesas cabareteras que se asomaban al estrado dónde todavía resonaban los sones cubanos de una excelente versión de Guantanamera.
Gabriel Sopeña situó a Casablanca en lo geográfico y en lo sentimental, ese binomio marcó la tónica de la conferencia. Desgranó los hechos históricos que tuvieron al barrio como protagonista, enumeró la evolución de la zona desde los puntos de vista social, económico y cultural, lo hizo apoyándose en fotografías, planos y otros documentos proyectados a sus espaldas, sobre ellos indicaba lugares y trazaba líneas ayudado por un puntero digital, eso y la cadencia en la exposición reveló su condición de profesor vocacional. Sopeña tuvo la gran virtud de mezclar todos los datos, fechas y acontecimientos con su memoria personal y familiar. En esas coordenadas se le notaba cómodo, relajado, disfrutando del momento. Elaboró un discurso equilibrado, entretenido y didáctico, daba gusto oírle y seguir con la mirada las oportunas imágenes que ilustraban sus palabras. Reconozco que al principio pude tomar algunas notas para dar ejemplos en esta reseña pero poco a poco la energía descriptiva de la exposición fue de tal calibre que dejé el bolígrafo sobre la mesa, abrí la boquita y me dediqué a disfrutar de la pasión, la cultura y la inteligencia del ponente que nos contó como esta zona de Zaragoza pasó de ser un lugar dónde predominaban las torres, las vaquerizas y los hortales, hasta convertirse en residencia de las clases privilegiadas con zonas de chales, o barrio obrero con la llegada de inmigrantes andaluces, en este punto me tocó la fibra más sensible porque vi reflejada la misma evolución en el perfil humano que transformó mi pueblo, Utrillas también recibió durante la década de los sesenta una enorme cantidad de hombres del sur de la península, que añadieron valor económico a la zona con su trabajo, además de mostrarnos otros acentos, otras coplas y las mismas ganas de progresar en la vida. Una vida que Sopeña situó en los pasillos del antiguo Seminario dónde fue alumno, en las cercanías del embarcadero dónde buscó polvo de oro cuando era zagal, en la Fuente de los Incrédulos como eje de la conciencia ciudadana, en la línea quince del tranvía y en la calle que recuerda a su amigo, compañero y músico Mauricio Aznar.
Terminó con unos versos inéditos para explicar con precisión de poeta de dónde nace la necesidad que siente todas las mañanas de escuchar algo afinado al levantarse. Fue un excelente regalo que nos dejó la miel en los labios porque, además de su empaque en la exposición académica, quedó constancia de su brillante condición para la lectura literaria.
Ayer por la tarde, mientras la Expo bullía, tuve la suerte de asistir a una clase magistral presidida por la palabra bien dicha, por el conocimiento, por la comunicación y por el interés de mostrar los cambios producidos por el paso del tiempo de una manera distinta. Gabriel Sopeña hizo un fino trabajo de artesano con el que consiguió barnizar de emotividad lo que de otra manera sólo hubiera sido una excelente exposición histórica.
Manuel Martínez Forega tomó la palabra en funciones de presentador, fue entonces cuando descubrí su condición de profesor de Historia Medieval en la Universidad de Zaragoza. El formato expositivo que utilizó era novedoso con respecto a todo lo que ya había visto en ese mismo escenario y supongo que estaba íntimamente relacionado con el ejercicio de la docencia; Sopeña se presentó sentado frente a un ordenador portátil, el fondo del escenario transformado en pantalla gigante y la fuerza de convertir en pupitres las mesas cabareteras que se asomaban al estrado dónde todavía resonaban los sones cubanos de una excelente versión de Guantanamera.
Gabriel Sopeña situó a Casablanca en lo geográfico y en lo sentimental, ese binomio marcó la tónica de la conferencia. Desgranó los hechos históricos que tuvieron al barrio como protagonista, enumeró la evolución de la zona desde los puntos de vista social, económico y cultural, lo hizo apoyándose en fotografías, planos y otros documentos proyectados a sus espaldas, sobre ellos indicaba lugares y trazaba líneas ayudado por un puntero digital, eso y la cadencia en la exposición reveló su condición de profesor vocacional. Sopeña tuvo la gran virtud de mezclar todos los datos, fechas y acontecimientos con su memoria personal y familiar. En esas coordenadas se le notaba cómodo, relajado, disfrutando del momento. Elaboró un discurso equilibrado, entretenido y didáctico, daba gusto oírle y seguir con la mirada las oportunas imágenes que ilustraban sus palabras. Reconozco que al principio pude tomar algunas notas para dar ejemplos en esta reseña pero poco a poco la energía descriptiva de la exposición fue de tal calibre que dejé el bolígrafo sobre la mesa, abrí la boquita y me dediqué a disfrutar de la pasión, la cultura y la inteligencia del ponente que nos contó como esta zona de Zaragoza pasó de ser un lugar dónde predominaban las torres, las vaquerizas y los hortales, hasta convertirse en residencia de las clases privilegiadas con zonas de chales, o barrio obrero con la llegada de inmigrantes andaluces, en este punto me tocó la fibra más sensible porque vi reflejada la misma evolución en el perfil humano que transformó mi pueblo, Utrillas también recibió durante la década de los sesenta una enorme cantidad de hombres del sur de la península, que añadieron valor económico a la zona con su trabajo, además de mostrarnos otros acentos, otras coplas y las mismas ganas de progresar en la vida. Una vida que Sopeña situó en los pasillos del antiguo Seminario dónde fue alumno, en las cercanías del embarcadero dónde buscó polvo de oro cuando era zagal, en la Fuente de los Incrédulos como eje de la conciencia ciudadana, en la línea quince del tranvía y en la calle que recuerda a su amigo, compañero y músico Mauricio Aznar.
Terminó con unos versos inéditos para explicar con precisión de poeta de dónde nace la necesidad que siente todas las mañanas de escuchar algo afinado al levantarse. Fue un excelente regalo que nos dejó la miel en los labios porque, además de su empaque en la exposición académica, quedó constancia de su brillante condición para la lectura literaria.
Ayer por la tarde, mientras la Expo bullía, tuve la suerte de asistir a una clase magistral presidida por la palabra bien dicha, por el conocimiento, por la comunicación y por el interés de mostrar los cambios producidos por el paso del tiempo de una manera distinta. Gabriel Sopeña hizo un fino trabajo de artesano con el que consiguió barnizar de emotividad lo que de otra manera sólo hubiera sido una excelente exposición histórica.
Etiquetas: eventos
10 Comments:
Mi curiosidad periódica y fiel constata cada certeza.
Gracias, Javi.
Una bellísima persona y un excelente poeta.
S. Manrique.
Hola Manuel
jejejejeej
Algunas certezas de esta entrada no me favorecen mucho jajajajaja
Salu2 Córneos.
HOla Sagrario.
Desde luego el otro día me dejo un excelente sabor de boca, como ponente es un portento.
Salu2 Córneos.
Hola Javi
ya estoy de vuelta al curro, no veas que lusión me ha hecho esta entrada, yo si que he sido seguidora de Ferrobos y Mas Birras , los solia ver en la Bruto, tuve la suerte de poder asistir en el Aula magna de filosofia a un acustico de G.Sopeña y M,Aznar con milongas y versos cantados,.Afortunadamente pude comprar ese CD de manos del propio Mauricio que me lo dedicó por mi cumple hace ya muchos años, algún dia te lo contaré .Hace dias que llevaba en la cabeza grabartelo pues suponia que te gustaria.Tambien tengo todo la dsicografia de Mas birras de la que es co-autor de muchas de ella Gabriel Sopeña.Te invito a escucharlas hay algunas preciosas.
Besos
Ay, "Apuesta por el rock and roll" es preciosa...
En fin, me encantan tus crónicas. Son mi pase-Expo!
Muuuak!
Hola Anónimo que con tantas pistas no lo eres tanto jajajaja.
Esa historia de Mauricio y un cd con su firma será una buena historia para escuchar en los previos al concierto de Loquillo en Utrillas. Y venga ese CD rocabilly para los kilometros que recorro desde el charco a las Cuencas.
Salu2 Córneos.
HOla Ana
jajaaja Al final esta bitácora se ha convertido en un ExpoBlog, no estoy seguro de si me gusta pero al menos si que he podido refejar una pequeña parte de todo lo disfrutado. Lo dijo Luisa Miñana, la musculatura de la Expo viene de la mano de la cultura.
Salu2 Córneos.
Yo soy alumna de Gabriel en la universidad y me encantan sus clases es uno de los mejores profesores que he tenido nunca.
Hola Anónimo (que es anónima)
;-)
Bienvenida a esta bitácora.
Es muy gratificante que un comentario jalone una entrada de hace más de un año.
Gracias y espero que vuelvas.
Salu2 Córneos.
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