Un paso demasiado grande
He pasado dos de los mejores días de mi vida. He aprendido muchas cosas de mis compañeros de teatro y algo que me dijo Jesús Bernal, nuestro profesor y director: “Una de las cosas mágicas del teatro es que no hay diferencias de edad entre los adictos a este arte”
Esa es una gran verdad que he podido comprobar, tanto en escena como entre cajas. Todos éramos parte de una misma tripulación, lo importante era llegar a puerto y por eso unimos nuestras fuerzas. Esa era una de mis apuestas cuando me inscribí en el grupo de teatro: Hacer algo en común, todos tirando de la misma cuerda, el arte colectivo de interpretar para contra restar la soledad de sentarme ante este teclado e intentar pertrechar historias que sean, al menos, interesantes.
Y sin embargo… tengo grandes dificultades para escribir sobre ello. Los que conocen mis escritos, hablo de todo lo redactado antes de este blog, ya saben de esa costumbre mía de escabullirme de lo sentimental, de deambular por los acontecimientos en tercera persona, de la cobardía de mis oraciones tan alejadas de la piel, de lo emotivo. Es un error y lo se. Pero ahora noto que no es el mejor momento para hacer piruetas, ni con mis sentimientos, ni con los que me mostraron mis compañeros a los que estaré eternamente agradecido. En este punto me veo en la obligación de recordar a Carolina, la más joven del grupo y la más veterana en las tablas, que soportó con brillantez mi tremenda metedura de pata en el estreno de la función.
Supongo que la obligación de un blogger como Dios manda sería venir hasta estas líneas para desnudarme y contaros el cóctel de emociones que he disfrutado estos dos días en el Teatro de la Estación, pero no lo voy a hacer, sería un paso demasiado grande.
Esa es una gran verdad que he podido comprobar, tanto en escena como entre cajas. Todos éramos parte de una misma tripulación, lo importante era llegar a puerto y por eso unimos nuestras fuerzas. Esa era una de mis apuestas cuando me inscribí en el grupo de teatro: Hacer algo en común, todos tirando de la misma cuerda, el arte colectivo de interpretar para contra restar la soledad de sentarme ante este teclado e intentar pertrechar historias que sean, al menos, interesantes.
Y sin embargo… tengo grandes dificultades para escribir sobre ello. Los que conocen mis escritos, hablo de todo lo redactado antes de este blog, ya saben de esa costumbre mía de escabullirme de lo sentimental, de deambular por los acontecimientos en tercera persona, de la cobardía de mis oraciones tan alejadas de la piel, de lo emotivo. Es un error y lo se. Pero ahora noto que no es el mejor momento para hacer piruetas, ni con mis sentimientos, ni con los que me mostraron mis compañeros a los que estaré eternamente agradecido. En este punto me veo en la obligación de recordar a Carolina, la más joven del grupo y la más veterana en las tablas, que soportó con brillantez mi tremenda metedura de pata en el estreno de la función.
Supongo que la obligación de un blogger como Dios manda sería venir hasta estas líneas para desnudarme y contaros el cóctel de emociones que he disfrutado estos dos días en el Teatro de la Estación, pero no lo voy a hacer, sería un paso demasiado grande.
4 Comments:
¿Que sería de un estreno sin metedura de pata?Tienes suerte de vivir esas experiencias rodeado de tus compañeros de teatro y mucha.
Un abrazo.
Hola Gubia
LO mejor de todo es que el público no noto nada y... parte de mis compañeros tampoco. A el público lo entiendo, ellos no conocen el desarrollo de la historia, y a mis compañeros también, es fruto de los nervios.
Las experiencias de la vida son las mejores cosas que tenemos....y conocer gente nueva y maravillosa como tí fue una de las mejores....
un bso:*
HOla Adrielle.
Gracias por tus palabras pero, y esto no tiene discusión, la suerte la tuve yo de poder abrazar, aunque sea durante una farsa burlesca o precisamente por eso, a una chica como tú.
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