Paula Ortiz: Presencia de la mujer en el arte. Desde la inspiración hasta la gestión
El pasado jueves 10 de marzo se cerró, con motivo del Día Internacional de la Mujer, el ciclo de conferencias La sociedad en femenino, pasado y presente, que se celebró en el Patio de la Infanta de Ibercaja coordinado por Magdalena Lasala.
Paula Ortiz, guionista y realizadora de cine, fue la encargada de clausurar estas jornadas con una brillante disertación titulada: Presencia de la mujer en el arte. Desde la inspiración hasta la gestión.
Los orígenes de la mujer en el arte fueron en forma de objeto, diosas de la maternidad y la belleza de las musas que inspira a los hombres, o el polo opuesto: La primera escultura femenina fue un capitel románico en el que Eva se retuerce como una serpiente. Siempre esa dicotomía entre la dulzura de la Virgen María o la embajadora del diablo en forma de pecado. A lo largo de los siglos es muy difícil encontrar representaciones artísticas de mujeres enfadadas, escribiendo, leyendo o charlando. La conferenciante recordó que las primeras palabras escritas en castellano en forma de jarchas fueron las de una mujer que habla de su amor, como propio sujeto poético. Una referencia muy importante a la hora de reivindicar la autoría femenina de muchos de los cantares y composiciones populares que conocemos como anónimas. Tuvo que llegar el siglo XX para mostrar a la mujer real, su renuncia a la iconografía clásica y hacerse presente en todas las facetas artísticas.
El arte, afirmó Paula Ortiz, es un discurso social que se multiplica en la actual sociedad del conocimiento y del ocio gracias a la revolución tecnológica que nos muestra obras de arte desde los carteles callejeros hasta la televisión o Internet. Una profusión icnográfica que nada tiene que ver con la mínima cercanía al arte de los hombres que sólo observaban las esculturas de los capiteles de las iglesias.
La necesidad de cubrir esa demanda audiovisual propicia un mercado y una industria con empresas dispuestas a fabricar objetos culturales, y por lo tanto discursos sociales, desde la rentabilidad que se exige a cualquiera otra actividad.
Paula Ortiz, a partir de ese momento, centró su conferencia en el mundo del cine y la peculiaridad de su naturaleza que requiere de logística técnica y humana para conseguir llevar una idea hasta el proyector de una sala. En ese recorrido la guionista afirmó que el 20% del trabajo era inspiración y el 80 % gestión.
La realizadora terminó durante el verano pasado el rodaje de su primer largometraje titulado “De tu ventana a la mía” Una historia compuesta por tres relatos sobre el comportamiento de tres mujeres y el tiempo que les ha tocado vivir. La inspiración de la película nació de un texto de Carmen Martín Gaite, de cuando su madre cosía y miraba por la ventana “queseyo las cosas”. Y de una conversación con Mercedes, una guapísima señora de 93 años que sonreía y hablaba de su Paco “… no te puedes imaginar como era mi Paco”, con la chispa de la satisfacción a flor de piel. El germen literario y la realización de una producción cinematográfica están separados por cientos de miles de euros, tres años de trabajo y más de cien personas implicadas en el proyecto. Por eso, para construir un relato desde el cine es necesario combinar el primer impulso de la imaginación con la gestión de unos equipos técnicos de rodaje y producción, en esa tesitura es fundamental la concepción del oficio y sus limitaciones.
Los oficios que se relacionan con el cine, como cualquier otro, se sustentan en la formación. La adquisición de conocimientos para jefes de equipo de sonido, dirección de fotografía, escenografía, guión, producción, etc, tienen una duración media de entre 10 y 15 años. En el caso de las mujeres esta formación llega a su final en torno a los 35 años lo que hace muy difícil que se embarquen en un proyecto que puede durar tres años y que les va a exigir pasar muchos meses alejadas del entorno familiar para cumplir con el proceso de construcción de una película: Primero la confección de un guión, un proyecto visual y la búsqueda de financiación. Segundo la selección de los actores, los equipos que la fabricaran en los campos de la electricidad, el vestuario, la peluquería, etc. En tercer lugar es encuentra el rodaje y, para terminar, la fase de postproducción y montaje dónde se depuran las imágenes y el sonido. (A mi me pareció que la conferenciante olvidó el último paso: La promoción de la película en los medios de comunicación)
Esta metodología de trabajo hace muy difícil conciliar la vida familiar y laboral, por eso muchas mujeres terminan en el mundo de la televisión o la publicidad. Paula Ortiz abogó por nuevas soluciones como la creación de guarderías de rodaje que por el momento son inconcebibles desde el punto de vista de la producción económica.
La principal función en la dirección de una película es, afirmó la conferenciante, llevar lo más lejos posible la idea que has tenido y para lograrlo, tienes que apoyarte en toda la gente que esta trabajando en la película. Nunca debes gatear cuando se puede volar. En esa tarea lo más importante es tener conciencia del oficio de cineasta y mantener la voz narrativa.
¿Existe una voz narrativa femenina? Paula Ortiz reconoció que ella nunca ha tenido la sensación de que ser mujer fuera en detrimento para la valoración de sus guiones, algo que tenemos que agradecer a las mujeres de anteriores generaciones que lucharon por la igualdad efectiva frente a los varones. Después recordó que Iciar Bollaín había rodado la película “También la lluvia” que contiene elementos muy significativos de lo que podríamos llamar cine masculino, y añadió que directores como Almodóvar o Benito Zambrano dotan a sus historias de sensaciones fácilmente atribuibles al universo femenino. En esa tesitura, Paula Ortiz, apostilló que lo más importante y lo más complicado es encontrar la inspiración, la voz y el discurso. Lo esencial es como se cuenta una historia, y reconoció que en las suyas siempre se puede vislumbrar un algo de alma femenina que sale aunque no sienta la necesidad de reivindicar un discurso de mujer.
Paula Ortiz subrayó con empeño la importancia de estudiar desde la Universidad los discursos audiovisuales en esta época dónde los relatos se consumen a una velocidad de vértigo. Es imprescindible analizar la diferencia entre la utilización publicitaria y cinematográfica de las imágenes y los sonidos, porque no es lo mismo un tratamiento audiovisual frívolo, rápido y voluble frente a una experiencia que busca el desarrollo de un viaje psicológico que puede servir de experiencia vital. La sensación al salir de un cine y pensar que la vida te ha cambiado es muy difícil conseguir con un anuncio publicitario. La conferenciante defendió que la narración cinematográfica sólo puede contar lo que nos enseña porque carece del poder evocador de la literatura. El director es el narrador y la mejor manera de contar las historias es coger la parte para contarnos el todo. Contar lo pequeño es una actitud muy femenina que entronca con las labores tradiciones e imprescindibles de coser, recoger. El discurso será vital e interesante si lo pequeño es capaz de crecer hasta lo universal. Un trabajo de tejedores y pequeñas puntadas dónde no hay diferencia entre géneros masculino y femenino. En un mundo dónde toda la información esta la distancia de un click, sólo hay un camino para aportar una construcción interesante del relato: El salto de la imaginación, sacar algo nuevo, tener la capacidad simbólica de inventar. Una característica que une las artes con las ciencias científicas, una mirada que debería recorrer todos los ámbitos sociales.
Paula Ortiz vive su trabajo como Sísifo y el inevitable destino de subir la piedra a la montaña una y otra vez. Una tarea en la que se siente parte de una cadena dónde su labor como directora consiste en mantener el rumbo, no desvirtuar la voz narrativa, y recordar a todos los involucrados en el proyecto cuales son las coordenadas iniciales que situaron el punto de llegada. Y concluyó con una afirmación que pertenecía, o eso me pareció, además de al ámbito profesional, a su esfera privada: Para ir cada vez más lejos hay que dejarse podar.
La brillantez expositiva de Paula Ortiz, su capacidad para la reflexión en torno al lenguaje cinematográfico, su formación académica en España y en el extranjero, la luz que emiten sus ojos y la pasión que demostró por el oficio de cineasta la proponen como una de las miradas más interesantes en el futuro, que ya está aquí, del cine español.
Y como epílogo les dejo con tres cortometrajes de su autoría:
Paula Ortiz, guionista y realizadora de cine, fue la encargada de clausurar estas jornadas con una brillante disertación titulada: Presencia de la mujer en el arte. Desde la inspiración hasta la gestión.
Los orígenes de la mujer en el arte fueron en forma de objeto, diosas de la maternidad y la belleza de las musas que inspira a los hombres, o el polo opuesto: La primera escultura femenina fue un capitel románico en el que Eva se retuerce como una serpiente. Siempre esa dicotomía entre la dulzura de la Virgen María o la embajadora del diablo en forma de pecado. A lo largo de los siglos es muy difícil encontrar representaciones artísticas de mujeres enfadadas, escribiendo, leyendo o charlando. La conferenciante recordó que las primeras palabras escritas en castellano en forma de jarchas fueron las de una mujer que habla de su amor, como propio sujeto poético. Una referencia muy importante a la hora de reivindicar la autoría femenina de muchos de los cantares y composiciones populares que conocemos como anónimas. Tuvo que llegar el siglo XX para mostrar a la mujer real, su renuncia a la iconografía clásica y hacerse presente en todas las facetas artísticas.
El arte, afirmó Paula Ortiz, es un discurso social que se multiplica en la actual sociedad del conocimiento y del ocio gracias a la revolución tecnológica que nos muestra obras de arte desde los carteles callejeros hasta la televisión o Internet. Una profusión icnográfica que nada tiene que ver con la mínima cercanía al arte de los hombres que sólo observaban las esculturas de los capiteles de las iglesias.
La necesidad de cubrir esa demanda audiovisual propicia un mercado y una industria con empresas dispuestas a fabricar objetos culturales, y por lo tanto discursos sociales, desde la rentabilidad que se exige a cualquiera otra actividad.
Paula Ortiz, a partir de ese momento, centró su conferencia en el mundo del cine y la peculiaridad de su naturaleza que requiere de logística técnica y humana para conseguir llevar una idea hasta el proyector de una sala. En ese recorrido la guionista afirmó que el 20% del trabajo era inspiración y el 80 % gestión.
La realizadora terminó durante el verano pasado el rodaje de su primer largometraje titulado “De tu ventana a la mía” Una historia compuesta por tres relatos sobre el comportamiento de tres mujeres y el tiempo que les ha tocado vivir. La inspiración de la película nació de un texto de Carmen Martín Gaite, de cuando su madre cosía y miraba por la ventana “queseyo las cosas”. Y de una conversación con Mercedes, una guapísima señora de 93 años que sonreía y hablaba de su Paco “… no te puedes imaginar como era mi Paco”, con la chispa de la satisfacción a flor de piel. El germen literario y la realización de una producción cinematográfica están separados por cientos de miles de euros, tres años de trabajo y más de cien personas implicadas en el proyecto. Por eso, para construir un relato desde el cine es necesario combinar el primer impulso de la imaginación con la gestión de unos equipos técnicos de rodaje y producción, en esa tesitura es fundamental la concepción del oficio y sus limitaciones.
Los oficios que se relacionan con el cine, como cualquier otro, se sustentan en la formación. La adquisición de conocimientos para jefes de equipo de sonido, dirección de fotografía, escenografía, guión, producción, etc, tienen una duración media de entre 10 y 15 años. En el caso de las mujeres esta formación llega a su final en torno a los 35 años lo que hace muy difícil que se embarquen en un proyecto que puede durar tres años y que les va a exigir pasar muchos meses alejadas del entorno familiar para cumplir con el proceso de construcción de una película: Primero la confección de un guión, un proyecto visual y la búsqueda de financiación. Segundo la selección de los actores, los equipos que la fabricaran en los campos de la electricidad, el vestuario, la peluquería, etc. En tercer lugar es encuentra el rodaje y, para terminar, la fase de postproducción y montaje dónde se depuran las imágenes y el sonido. (A mi me pareció que la conferenciante olvidó el último paso: La promoción de la película en los medios de comunicación)
Esta metodología de trabajo hace muy difícil conciliar la vida familiar y laboral, por eso muchas mujeres terminan en el mundo de la televisión o la publicidad. Paula Ortiz abogó por nuevas soluciones como la creación de guarderías de rodaje que por el momento son inconcebibles desde el punto de vista de la producción económica.
La principal función en la dirección de una película es, afirmó la conferenciante, llevar lo más lejos posible la idea que has tenido y para lograrlo, tienes que apoyarte en toda la gente que esta trabajando en la película. Nunca debes gatear cuando se puede volar. En esa tarea lo más importante es tener conciencia del oficio de cineasta y mantener la voz narrativa.
¿Existe una voz narrativa femenina? Paula Ortiz reconoció que ella nunca ha tenido la sensación de que ser mujer fuera en detrimento para la valoración de sus guiones, algo que tenemos que agradecer a las mujeres de anteriores generaciones que lucharon por la igualdad efectiva frente a los varones. Después recordó que Iciar Bollaín había rodado la película “También la lluvia” que contiene elementos muy significativos de lo que podríamos llamar cine masculino, y añadió que directores como Almodóvar o Benito Zambrano dotan a sus historias de sensaciones fácilmente atribuibles al universo femenino. En esa tesitura, Paula Ortiz, apostilló que lo más importante y lo más complicado es encontrar la inspiración, la voz y el discurso. Lo esencial es como se cuenta una historia, y reconoció que en las suyas siempre se puede vislumbrar un algo de alma femenina que sale aunque no sienta la necesidad de reivindicar un discurso de mujer.
Paula Ortiz subrayó con empeño la importancia de estudiar desde la Universidad los discursos audiovisuales en esta época dónde los relatos se consumen a una velocidad de vértigo. Es imprescindible analizar la diferencia entre la utilización publicitaria y cinematográfica de las imágenes y los sonidos, porque no es lo mismo un tratamiento audiovisual frívolo, rápido y voluble frente a una experiencia que busca el desarrollo de un viaje psicológico que puede servir de experiencia vital. La sensación al salir de un cine y pensar que la vida te ha cambiado es muy difícil conseguir con un anuncio publicitario. La conferenciante defendió que la narración cinematográfica sólo puede contar lo que nos enseña porque carece del poder evocador de la literatura. El director es el narrador y la mejor manera de contar las historias es coger la parte para contarnos el todo. Contar lo pequeño es una actitud muy femenina que entronca con las labores tradiciones e imprescindibles de coser, recoger. El discurso será vital e interesante si lo pequeño es capaz de crecer hasta lo universal. Un trabajo de tejedores y pequeñas puntadas dónde no hay diferencia entre géneros masculino y femenino. En un mundo dónde toda la información esta la distancia de un click, sólo hay un camino para aportar una construcción interesante del relato: El salto de la imaginación, sacar algo nuevo, tener la capacidad simbólica de inventar. Una característica que une las artes con las ciencias científicas, una mirada que debería recorrer todos los ámbitos sociales.
Paula Ortiz vive su trabajo como Sísifo y el inevitable destino de subir la piedra a la montaña una y otra vez. Una tarea en la que se siente parte de una cadena dónde su labor como directora consiste en mantener el rumbo, no desvirtuar la voz narrativa, y recordar a todos los involucrados en el proyecto cuales son las coordenadas iniciales que situaron el punto de llegada. Y concluyó con una afirmación que pertenecía, o eso me pareció, además de al ámbito profesional, a su esfera privada: Para ir cada vez más lejos hay que dejarse podar.
La brillantez expositiva de Paula Ortiz, su capacidad para la reflexión en torno al lenguaje cinematográfico, su formación académica en España y en el extranjero, la luz que emiten sus ojos y la pasión que demostró por el oficio de cineasta la proponen como una de las miradas más interesantes en el futuro, que ya está aquí, del cine español.
Y como epílogo les dejo con tres cortometrajes de su autoría:
El Rostro de Ido (Paula Ortiz, 2003) from Amapola Films on Vimeo.
Fotos de Familia (Paula Ortiz, 2005) from Amapola Films on Vimeo.
El Hueco de Tristán Boj (Paula Ortiz, 2008) from Amapola Films on Vimeo.
Etiquetas: Paula Ortiz, reseña evento
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