La curvatura de la córnea

23 febrero 2008

Ricardo Joven

El display de la Olympus no dejaba lugar a dudas, me había quedado sin pilas. Estuve a punto de abandonar la exposición del Centro de Historia de Zaragoza, no quería contaminar la primera visión sobre la radiografía que Luís Auserón hacía sobre los propietarios artísticos de la ciudad, quería que todo pasase de mis impulsos al giga de la tarjeta gráfica sin avisos previos, sin el tiempo de procesar los datos, quería que todo fuese igual de inmediato que en la calle, esos segundos en los que la intuición te lleva al stencil o al grafiti. Fue entonces cuando lo vi, cuando me disponía a abandonar y el pie derecho buscaba las escaleras de salida. Era él, Ricardo Joven con su esplendorosa cabellera y la barba regia, propia del jefe de una gran tribu, la tribu universal de actores y titiriteros.
Lo había olvidado, o tal vez no, Ricardo Joven participaba en la presentación del último libro de poemas de Ángel Petisme mientras en el huevo de la ciudad – no se asusten, el huevo de ZGZ Ciudad nada tiene que ver con la bolsa escrotal - Gaspar Llamazares pedía poco menos que disculpas porque su yo virtual en Second Life había prendido fuego a una foto de la familia real, tan rotunda contra programación dejó el aforo poético en una inmensa minoría dispersa entre la nutrida primera fila, la poblada zona de atrás y Ana Manzana con su pelo corto amarillo en la zona central (creo que es hora de confesar que me encontraba allí para esquivar el mal de ojo que la poetisa había lanzado desde su bitácora hacía todos aquellos que no asistieran a esta presentación) Daniel Gascón y Felix Romeo entraron a la limón y no estuvieron hasta el final, me temo que reclamados por alguna otra presentación con pinchos de tortilla, ternasco y cariñena.
Ricardo Joven ocupó el extremo izquierdo de la mesa, hojeó el libro de Petisme, bebió un par de sorbos de agua y esperó paciente hasta que los poetas Jesús Jiménez Domínguez (su Fundido en Negro me tiene perplejo) y Nacho Escuín terminaron sus alocuciones, bien construidas pero dubitativas en la expresión oral porque, y se de lo que hablo, en el extremo izquierdo de la mesa estaba Ricardo Joven esperando su turno para recitar los versos de Ángel Petisme, para deslumbrarnos con su forma de decir, para regalarnos la contundencia de su verbo, para fascinarnos con la presencia de su voz, y se de lo que hablo.
En el año 2006 participé por primera vez en las lecturas del Don Juan Tenorio organizadas por los responsables del Teatro de la Estación, una actividad popular que une en torno a la obra de Zorrilla a actores, periodistas, políticos, cantantes y ciudadanos. Empecé a leer sin nervios y hasta conseguí cierta entonación y un empaque en mi voz durante los primeros versos que me sorprendió gratamente, me gustaba el papel de Don Luís Mejía y todo parecía ir sobre ruedas hasta que, ¡pobre de mí! Don Juan Tenorio me dio la réplica. Aquella poderosa voz pertenecía, ¡válgame Dios!, al talento de Ricardo Joven. Me acojoné ante el embate, las piernas comenzaron a temblar, un profuso sudor frío recorrió la columna vertebral y empapó la camisa mientras las cuerdas vocales se quedaban secas. Pese a todo logré no tartamudear y a fuerza de pundonor pude mantener la dignidad en el diálogo. Volví a respirar cuando mi personaje pronunció la última palabra, cerré los ojos y disfruté del buen hacer ante el micrófono de Ricardo Joven. Eso mismo he hecho esta tarde, disfrutar del talento de un gran actor capaz de moldear la voz para acercarse a los versos y darles vida más allá del negro sobre blanco.
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Fotografía extraída de Ireth

2 Comments:

At 27 febrero, 2008 23:06, Blogger Luisamiñana said...

No te vi, ja ,ja...
Un beso.

 
At 28 febrero, 2008 16:53, Blogger Javier López Clemente said...

Hola Luisa.

Llegué justo antes de comenzar y como estaba el aforo tan..., en fin que me quedé en la parte de atrás.

Salu2 córneos.

 

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