El Público
Que pase el público
Lorca inició la escritura de ‘El público’ en Nueva York pero
la terminó en España durante el verano de 1930. Una obra que el propio autor
consideraba como un teatro imposible porque, más allá de su vanguardismo y la
temática que aborda, la verdadera dificultad era el tratamiento escénico. Ese
es precisamente el primer acierto de la versión que ha realizado el Teatro
Clásico de Sevilla cuando, olvidándose de las acotaciones originales que sitúan
la acción entre rosales, ruinas romanas y la portada de una universidad, crea
un espacio escénico nuevo, sintético y rebosante de belleza en el que fluyen sentimientos
e ideas para dar forma dramática a las palabras de Lorca.
Un elemento primordial es la movilidad de un telón de flecos
que modifica el espacio, a veces lo amplía y otras lo achica para ejercer de
frontera, la pared que separa un teatro amarrado al capricho de la repetición,
o la representación libérrima que rasga nudos. El muro es una osmosis flexible sobre
la que emulsionan audiovisuales que potencian narración y facilitan la inmersión
física y emocional de un drama construido sobre dos temas fundamentales: En
primer lugar la reflexión entre representar la verdad en el escenario o doblegarse
a los gustos del público y, a partir de esa decisión narrativa, mostrar la
expresión del sentimiento amoroso.
El debate se inicia con el vestuario de color negro. Negro como
símbolo de la representación tradicional que dora la píldora al respetable.
Negro de barbas oscuras como la culpa de las sepulturas y el ruido en las filas
de las butacas. El blanco se reserva para la exposición verdadera del amor en
una tierra de flauta y agua pero… ¡Alerta! También hay un amor de luna y
cuchillo. Amor que parece un baño pero en realidad ahoga.
Este simbolismo representa la dualidad de lo que Lorca define
como un teatro al aire libre y el teatro bajo la arena. El primero atado a las
cadenas de lo convencional. El segundo con el aroma de la verdad. La visualización
de estos dos mundos narrativos se consigue a través de una potente una carga
poética que, más que una denuncia al pasado clásico, aspira a diseñar la puerta
que se abre al futuro de la imaginación. Ese es su propósito fundamental, que
la representación teatral canalice el espíritu creativo del dramaturgo hasta exprimir
toda su fuerza narrativa. Por eso a lo largo de la función, esos dos mundos
simbolizados por el negro y el blanco van a terminar fusionados, confundidos y
contaminados. Ha llegado la hora de la verdad y el debate cambia de pantalla.
Ya no se trata de decidir la manera formal con la que se muestra la expresión
del sentimiento amoroso, ahora se trata de radiografiar como el público, el
verdadero protagonista de la tragedia, recibe lo que ocurre sobre el escenario.
La deriva de la función termina en un combate entre la
creatividad del autor y la tolerancia del público. El ritual ha dejado de ser
simbólico. Director y actores están dispuestos a perder la vida por la gloria
de mostrar la verdad sobre el escenario. Ese grado de entrega es insoportable
pare el público que, ahogado en las butacas o perdido en el hall, permanece
varado en la otra orilla, al refugio de la nueva situación mientras el espacio
físico de destruye ante sus ojos asombrados. Las paredes son un calvario y las
ruinas echan raíces. Todo ha cambiado. La nueva poética del conflicto abandona
el surco y la tierra, la blonda y la pena; y se sitúa en el terreno de las
ideas libres, imaginación de celuloide y un nuevo estado de conciencia para los
personajes que, lejos de ser seres absolutos como los personajes de cualquier
drama, ahora son tormenta de desdoblamientos, paraíso del disfraz, vida real
bajo los focos del teatro.
La brillante propuesta de Alfonso Zurro tiene la virtud de
una cuidada traducción escénica con varias capas: Un gran impacto visual y
estético gracias al buen hacer de los elementos técnicos y artísticos que,
consiguen una escenografía en perfecta sincronía con vestuario, iluminación,
música y coreografía. La dramaturgia es un ejercicio de clarividencia a la hora
de fijar en el escenario la compleja idea argumental. El resultado final consigue
generar una potente conexión entre los espectadores físicos y reales que asistimos
a la representación, y que observamos ese tránsito que va desde el mundo
objetivo vestido de frac hasta la ficción de un amor que forcejea en una pareja,
o resucita inmortal en la Julieta de Shakespeare hasta que todo se resuelve con
una tonada que pone en danza las máscaras blancas, carne de veleta que se
pudren y se llena de fango porque... ¿Qué es la vida, más allá de esa ilusión
escondida detrás del giro de todas y cada una de las caretas que nos ponemos
cada día?. Quizás el teatro nació para eso, para que cada uno pueda mostrarse
tal cual es, sin importar su forma externa.
El trabajo de la compañía de Teatro Clásico de Sevilla es un
logro mayúsculo. Una aproximación luminosa al universo de Lorca para extraer su
esencia, traducir todo su peso lírico y ponerlo al servicio del público. La
soberbia formalidad exterior de la obra alcanza su plenitud cuando, como
ocurrió en la dramaturgia se condensa en las butacas desde donde los
espectadores seguíamos la respiración de lo que ocurría en el escenario. Esa es
la mejor prueba del magnífico trabajo actoral. Un deslumbrante juego que
enamora a la platea con transformaciones externas y vocales hasta caer en la tentación.
Es una gozada observar la realidad que se vislumbra detrás de cada uno de los
personajes hasta intentar descifrarla. Un ejercicio peligroso porque, una vez
que te asomas a la la barandilla de la curiosidad es muy fácil descubrir tu
verdadera mirada, esa que escondemos detrás de la máscara.
La representación del 11 de marzo de 2023 en el Teatro de
las Esquinas fue una comunión entre la compañía y un público militante que sabe
que, cuando algún día se quemen todos los teatros en los que reina la impostura
de la falsedad y se instale el frío de los copos de nieve que caen como guantes
blancos, siempre quedarán gentes del teatro dispuestas a dar un paso adelante y
decir: El frío es un elemento dramático como otro cualquiera. Que pase el
público.
____
‘El Público’
Autor: Federico García Lorca. Compañía: Teatro Clásico de
Sevilla. Producción: Noelia Diez y Juan Motilla. Dirección Escénica y
Dramaturgia: Alfonso Zurro (ADE). Diseño de Escenografía y Vestuario: Curt
Allen Wilmer y Leticia Gañán (AAPEE). Diseño de Iluminación: Florencio Ortiz
(AAI). Videoescena: Fernando Brea. Música, Espacio Sonoro: Alejandro Cruz
Benavides. Coreografía: Isabel Vázquez. Maquillaje y Peluquería: Manolo Cortés.
Cartel y Diseño Gráfico: Ángel Pantoja. Realización Escenografía: Mambo,
Sfumato, Peroni, Pascualín Estructures, TCS. Realización Vestuario: Rosalía
Lago. Equipo Técnico: Tito Tenorio, Fernando Brea, Valentín Donaire, Enrique
Galera. Ayudante Dirección: Verónica Rodríguez. Ayudante Escenografía y
Vestuario: Mar Aguilar. Distribución: Noelia Diez. Comunicación: Noelia Diez.
11 de marzo de 2023. Teatro de las Esquinas.
Etiquetas: Alfonso Zurro, critica teatro, Federico García Lorca, Teatro Clásico de Sevilla, Teatro de las esquinas
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home