Celebraré mi muerte
El doctor Hourmann: Personaje, actor y persona.
La obra del dramaturgo Luigi Pirandello (1867-1936) se
presenta como una reflexión vital sobre las grandes cuestiones que determinan
La vida del hombre. Su idea de teatro pretende modificar la percepción del
espectador con respecto a lo que ocurre en escena, en realidad aspira a que la
identificación con los personajes, además de conectar por los sentimientos, también
se produzca a través de un canal por el que circule la razón hasta llegar a las
Mismas raíces de los hechos. Eduardo Haro-Tecglen en esa misma tesitura recuerda
que hay dos maneras de conseguir que una representación vaya más allá: Acentuando
la relación personaje-autor y que los personajes choquen con los actores. La estructura
de 'Celebraré mi nombre' navega por unas aguas tan nutritivas como las
propuestas de Pirandello y las demandadas por Haro-Tecglen.
La peripecia nace de una experiencia personal que Marcos
Hourmann es capaz de convertir en un relato compuesto por hechos históricos,
reflexiones vitales, pensamientos filosóficos y el pegamento literario de la
memoria. Este material en bruto pasó por las manos de los directores de teatro
Alberto San Juan y Víctor Morilla para convertirlo en una dramaturgia. El
círculo se cerró cuando el texto dramático regresó a su autor. La idea era que
fuera él mismo quien lo representara sobre el escenario. Eso significaba que el
médico con capacidad para contar una historia podía alcanzar la categoría de
actor pero, aunque la situación y el espacio eran tan teatrales, resultó que
Hourmann y sus directores rechazaban esa evidencia. Sobre las tablas no debía
estar un actor. Y tal vez tengan razón. Cuando del doctor Marcos Hourmann sale a
escena, en realidad lo hace revestido por tres tipos de piel: Persona, actor y personaje.
La persona es el inicio de una historia que comienza en 28
de marzo de 2005 cuando tomó una importantísima decisión apoyándose en fuertes
convicciones morales y profesionales, pero sin tener en cuenta la legislación
vigente. El doctor Hourmann inyectó una dosis mortal de cloruro de potasio en
una paciente de avanzada edad con gran dolor físico, un pronóstico de pocas
horas de vida y que le había pedido ayuda para morir. Poco tiempo después fue
acusado de homicidio con una petición de pena de 10 años. La vida se derramó
por los suelos. Una vida y un conflicto legal que se nos cuenta con el apoyo de
material audiovisual que va documentando la narración de esa persona que está
en el escenario. El día de su graduación. La relación con sus padres. Con los cortes,
quebradas y firuletes que su madre ejecuta al ritmo de tango. Con la muerte
lenta y desesperante de su padre.
El actor sale al escenario y se sienta en una silla. El foco
que lo ilumina está tan vertical que no se le ve la cara. Una sombra que mira
el suelo. Está un poco encorvado. La voz suena tranquila a través de un
micrófono ligeramente amplificado pero que capta cualquier modulación. Algunas
palabras se atropellan. En eso no parece un actor. Aunque también es posible
que sea un rasgo de la personalidad del doctor que el actor incorpora a la
interpretación de un argentino tartamudo que aprendió a hablar de corrido. Al fin
y al cabo muchas de las palabras que usan los licenciados en medicina ya son
suficientemente complicadas como para encima andar trabucándose con ellas. Esternocleidomastoideo,
electroencefalografista o dimetilnitrosamina. La historia comienza durante la
noche, en el turno de guardia de un hospital de Tarragona que está a una hora
de automóvil de su casa. Una hora de cansancio, autopista y radio mientras Hourmann,
como todos los actores, se sitúa en el centro mismo del acontecimiento teatral.
El vínculo que une la acción con el espectador.
El personaje se presenta nítido, contundente y definitivo
cuando el actor se levanta de la silla y descubrimos su enorme barriga. Está
enfadado porque a veces tiene que decir cosas que el del director ha
escrito para él. Esa es una confesión irrevocable de su condición de actor quejándose
por el texto del personaje que interpreta porque, el director nunca escribe
para la persona, él solo tiene ojitos para darle relumbrón al personaje, esa
entelequia que el actor que lo encarna aspira a alcanzar.
Nos encontramos ante una pirueta. La quintaesencia de
Stanislavsky. 'El Método' que trata de romper las convenciones teatrales para que
la escena se llene de vida. Exigir al actor la máxima veracidad mediante la
exploración de experiencias personales que le ayuden a construir el personaje. Pero
en este caso el actor no necesita buscar las experiencias en algún lugar recóndito
de su memoria. Se exhiben y se cuentan en el escenario a la vista de todos para
que la acción teatral sea una simbiosis entre personaje y actor que nos acerca irremediablemente
a la persona: Tres tipos de piel sobre el cuerpo del doctor Marcos Hourmann.
'Celebraré mi muerte' se sitúa en el espacio del teatro
documento que, recogiendo diversas fuentes, lanza una tesis o defiende unas
Ideas. La documentación con la que se trabaja es esencialmente el relato
proporcionado por el protagonista que a veces se acompaña de fotografías reales
y con recreaciones ficticias. Las opiniones de otros protagonistas aparecen en
videos extraídos de programas de televisión, discursos parlamentarios y
letreros que subrayan las ideas que van circulando por la escena. Todo el
planteamiento va encaminado a dos cuestiones fundamentales: La conveniencia
moral de plantear la eutanasia como un derecho. La responsabilidad del
individuo para con unas leyes que, garantes del funcionamiento de la sociedad
dentro de Estado de Derecho, no coinciden con sus convicciones morales.
El programa de mano recuerda que el doctor Hourmann fue acusado
de homicidio por el hospital, mientras la familia de su paciente nunca lo
denunció. Tal vez por eso llegó a un acuerdo en el que se declaró culpable con
la condición de no pisar la cárcel y seguir ejerciendo como médico. Ahora se
trata de que sea el público quien lo juzgue. Pero no es del todo cierto. Marcos
Hourmann se siente inocente y eso nadie lo puede cambiar. Ni siquiera el juicio
soberano de los espectadores.
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Producción: Mediterránea. Autoría: Marcos Hourmann, Alberto
San Juan y Víctor Morilla. Dirección: Alberto San Juan, Víctor Morilla.
Intérprete: Marcos Hourmann.
3 de marzo de 2022. Teatro de las Esquinas.
Etiquetas: Alberto San Juan, Celebraré mi muerte, critica teatro, Marcos Hourmann, Teatro de las esquinas, Víctor Morilla
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