La curvatura de la córnea

28 octubre 2021

Lázaro sabe muy bien porque nadie quiere ser camionero

 

Lázaro Bérmejo tiene 51 años y lleva 24 recorriendo las carreteras y autopistas europeas a 90 kilómetros por hora. Lázaro salió el lunes de Murcia con un cargamento de 24.000 kilos de uva en dirección a Hundtingdon en Reino Unido donde tiene que llegar el viernes. El porte tiene un valor de 46.000 euros. Dos días después de la partida llega al área de servicio de Beaugency-Messas en el interior de Francia, en realidad podría haber parado en cualquier otra área de servicio porque todas son iguales, la decisión es simple: Pilla de paso. Como cualquier otra noche se prepara para pasar la noche al lado de otro camión. Comprueba los cierres del remolque, las ruedas y el tacógrafo. No ve a nadie. El resto de los camioneros ya duermen o descansan en sus cabinas. Lázaro cena algo de lo que tiene en la nevera, se sube al colchón y conecta el ordenador para ver Breaking Bad. Si hay suerte se dormirá pronto, últimamente le cuesta mucho descansar por la noche. No ha hablado con nadie y los recuerdos acuden. El día que se le congeló el gasoil, la noche que descubrieron a un inmigrante escondido entre las ruedas y todas las horas pasadas fuera de casa. La ausencia en los cumpleaños de los zagales, estar casado aunque parezca que no lo estás, las Navidades y Nocheviejas que ha pasado en áreas de servicio como en la que pasa la noche. Y la soledad, ese taladro que percute una y otra vez en el pensamiento y que le interroga ¿Has disfrutado de la vida y de la familia? Todo se diluye cuando piensa en la suerte que tiene porque nunca le han robado.

El amanecer es frío cuando Lázaro se lava la cara en los baños del área de servicio. Se toma un café. No come nada. No habla con nadie. Tiene cara de sueño cuando decide ponerse en marcha. Son la ocho de la mañana porque quiere atravesar las circunvalaciones de Paris sobre las diez y evitar el atasco diario. Lázaro nunca ha estado en París y la Torre Eiffel solo es una silueta lejana cuando la música de Raphael se hace cargo de la cabina. A veces habla por la emisora con sus compañeros en ruta, escucha las noticias deportivas en la radio o habla por teléfono con su mujer. Durante muchas horas conduce en silencio siguiendo las instrucciones del navegador.

Lázaro llega a Calais y después de usar el Eurotúnel pasa la aduana de Reino Unido. Odia las carreteras inglesas y apura las horas para llegar lo más cerca posible de su destino final. En el aparcamiento del Cambrigde Service es un lugar inhóspito y desértico pese a los doscientos camiones bajo la noche cerrada. Lázaro no habla con nadie. Se da una ducha. Hay un Burger King pero Lázaro vuelve a cenar algo de su nevera, colchón y Breaking Bad.

Lázaro ha llegado a su destino antes del amanecer. Dicen que Huntingdon es una ciudad bonita pero Lázaro solo conoce sus rotondas y naves industriales. Hoy ha tenido suerte y a las 10 de la mañana ya ha descargado. La empresa de 500 camiones para la que trabaja le ordena que vuelva a Calais de vacío para encontrarse con un compañero que transporta unas flores desde Holanda que tienen que llegar a Valencia en dos días enlazando relevos entre tres camiones frigoríficos que serán coordinados desde la base de logística y operaciones.

De nuevo las odiosas carreteras inglesas hasta llegar a un aparcamiento donde se encontrará con un compañero al que no conoce para intercambiar los remolques, el suyo volverá a Holanda a por más flores y Lázaro se dirigirá dirección sur a todo lo que le deja el tacógrafo. Para apurar las nueve horas permitidas conduce de noche y, como no encuentra un área de servicio, se detiene en un apartadero. Un lugar en ninguna parte. Son las nueve de la noche y se acuesta. Lázaro está en el kilómetro 22.7 de la N-10 y cada vez que un camión lo sobrepasa siente como su cabina tabletea.

Lázaro se lava la cara con agua de un bidón. Se hace un café. No come nada. A las siete de la mañana ya está en ruta. La niebla adorna la noche. El encuentro con su compañero para intercambiar el remolque se tiene que producir lo más al sur posible. Es sábado y Lázaro ya ha cumplido seis días seguidos de trabajo y tiene que detenerse a descansar durante 24 horas en un área de servicio al sur de Burdeos donde se duchará, tomará algún café, cocinará algo en el hornillo lateral del camión y verá más capítulos de Breaking Bad. No hablará con nadie hasta que desde la base le indiquen el próximo destino. Un nuevo ciclo de seis días que entonces lo dejará en casa durante dos días libres para volver a empezar. Lázaro cobra 3.000 euros netos al mes.

(Un relato a partir de un reportaje escrito por Antonio Jiménez Barca

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