Lázaro sabe muy bien porque nadie quiere ser camionero
Lázaro Bérmejo tiene 51 años y lleva 24 recorriendo las
carreteras y autopistas europeas a 90 kilómetros por hora. Lázaro salió el
lunes de Murcia con un cargamento de 24.000 kilos de uva en dirección a
Hundtingdon en Reino Unido donde tiene que llegar el viernes. El porte tiene un
valor de 46.000 euros. Dos días después de la partida llega al área de servicio
de Beaugency-Messas en el interior de Francia, en realidad podría haber parado
en cualquier otra área de servicio porque todas son iguales, la decisión es
simple: Pilla de paso. Como cualquier otra noche se prepara para pasar la noche
al lado de otro camión. Comprueba los cierres del remolque, las ruedas y el
tacógrafo. No ve a nadie. El resto de los camioneros ya duermen o descansan en
sus cabinas. Lázaro cena algo de lo que tiene en la nevera, se sube al colchón
y conecta el ordenador para ver Breaking Bad. Si hay suerte se dormirá pronto, últimamente
le cuesta mucho descansar por la noche. No ha hablado con nadie y los recuerdos
acuden. El día que se le congeló el gasoil, la noche que descubrieron a un
inmigrante escondido entre las ruedas y todas las horas pasadas fuera de casa. La
ausencia en los cumpleaños de los zagales, estar casado aunque parezca que no
lo estás, las Navidades y Nocheviejas que ha pasado en áreas de servicio como
en la que pasa la noche. Y la soledad, ese taladro que percute una y otra vez
en el pensamiento y que le interroga ¿Has disfrutado de la vida y de la
familia? Todo se diluye cuando piensa en la suerte que tiene porque nunca le
han robado.
El amanecer es frío cuando Lázaro se lava la cara en los baños
del área de servicio. Se toma un café. No come nada. No habla con nadie. Tiene
cara de sueño cuando decide ponerse en marcha. Son la ocho de la mañana porque
quiere atravesar las circunvalaciones de Paris sobre las diez y evitar el
atasco diario. Lázaro nunca ha estado en París y la Torre Eiffel solo es una
silueta lejana cuando la música de Raphael se hace cargo de la cabina. A veces
habla por la emisora con sus compañeros en ruta, escucha las noticias
deportivas en la radio o habla por teléfono con su mujer. Durante muchas horas
conduce en silencio siguiendo las instrucciones del navegador.
Lázaro llega a Calais y después de usar el Eurotúnel pasa la
aduana de Reino Unido. Odia las carreteras inglesas y apura las horas para
llegar lo más cerca posible de su destino final. En el aparcamiento del Cambrigde
Service es un lugar inhóspito y desértico pese a los doscientos camiones bajo
la noche cerrada. Lázaro no habla con nadie. Se da una ducha. Hay un Burger
King pero Lázaro vuelve a cenar algo de su nevera, colchón y Breaking Bad.
Lázaro ha llegado a su destino antes del amanecer. Dicen que
Huntingdon es una ciudad bonita pero Lázaro solo conoce sus rotondas y naves
industriales. Hoy ha tenido suerte y a las 10 de la mañana ya ha descargado. La
empresa de 500 camiones para la que trabaja le ordena que vuelva a Calais de
vacío para encontrarse con un compañero que transporta unas flores desde Holanda
que tienen que llegar a Valencia en dos días enlazando relevos entre tres
camiones frigoríficos que serán coordinados desde la base de logística y
operaciones.
De nuevo las odiosas carreteras inglesas hasta llegar a un
aparcamiento donde se encontrará con un compañero al que no conoce para
intercambiar los remolques, el suyo volverá a Holanda a por más flores y Lázaro
se dirigirá dirección sur a todo lo que le deja el tacógrafo. Para apurar las
nueve horas permitidas conduce de noche y, como no encuentra un área de
servicio, se detiene en un apartadero. Un lugar en ninguna parte. Son las nueve
de la noche y se acuesta. Lázaro está en el kilómetro 22.7 de la N-10 y cada
vez que un camión lo sobrepasa siente como su cabina tabletea.
Lázaro se lava la cara con agua de un bidón. Se hace un
café. No come nada. A las siete de la mañana ya está en ruta. La niebla adorna
la noche. El encuentro con su compañero para intercambiar el remolque se tiene
que producir lo más al sur posible. Es sábado y Lázaro ya ha cumplido seis días
seguidos de trabajo y tiene que detenerse a descansar durante 24 horas en un
área de servicio al sur de Burdeos donde se duchará, tomará algún café,
cocinará algo en el hornillo lateral del camión y verá más capítulos de
Breaking Bad. No hablará con nadie hasta que desde la base le indiquen el
próximo destino. Un nuevo ciclo de seis días que entonces lo dejará en casa
durante dos días libres para volver a empezar. Lázaro cobra 3.000 euros netos
al mes.
(Un relato a partir de un reportaje escrito por Antonio Jiménez
Barca
Etiquetas: Relato
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