El pesquero que se detuvo en altamar
(Gracias a Guillermo Vega)
Oliver Miranda empezó a faenar en alta mar a los 12 años y
ahora, desde el puente de mando del Nuevo Olimar, lleva para adelante un
empresa que se dedica a la pesca y venta de atunes.
Todo empezó en abril, cuando el sol despuntaba sobre el
horizonte y uno de los tripulantes avistó con sus prismáticos un bulto sobre el
mar. La distancia era muy grande para determinar con precisión de que se
trataba y el Nuevo Olimar se acercó hasta confirmar que era un cayuco. Entonces
avisaron a Salvamento Marítimo mientras se acercaban lo suficiente para contemplar
el horror de una veintena de personas tumbadas sin fuerza sobre el fondo del
bote. Cuatro era cadáveres.
Isaac Tetteh que ya peinaba la cincuentena y se defiende con
el inglés conversó con alguno de ellos que relataron un viaje desde Gambia con
más de 70 personas y como la muerte les había obligado tirar al mar cadáver tras
cadáver. Los marineros les entregaron galletas y agua a los náufragos pero sus
cuerpos solo sabían vomitar.
El Nuevo Olimar se quedó al lado del cayuco para marcar su
posición hasta que llegó la avioneta del Servicio Aéreo de Rescate y los tres helicópteros
que transportaron a los supervivientes. El barco pesquero permaneció junto a
los cadáveres hasta que una nave de Salvamento Marítimo se hizo cargo de ellos.
Después el pesquero siguió faenando pero ya nada sería igual para aquellos
siete hombres que habían vertido sus lágrimas en el mar.
El rescate hizo mella en los pescadores del Nuevo Olimar y lo
que más pienso, reflexiona en voz alta uno de ellos, es que son personas como
nosotros que lo deben estar pasando muy mal para arriesgarse en un viaje tan
peligroso. Los pescadores siguieron en la faena de surcar el mar en busca de
nuevas capturas sin saber que los ojos tras los prismáticos volverían a
encontrarse con la tragedia vestida de muerte, hipotermia y deshidratación. Pero ellos, después de cada avistamiento y
rescate, hacen lo único que pueden hacer. Continuamos faenando. Es nuestro
trabajo y tenemos que seguir.
Etiquetas: Relato
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