Por fin sonrío
El infierno son los
otros (Sartre)
Los demonios y los ángeles caídos que todavía estamos vivos
sabemos que el infierno es ese lugar donde los pecadores son eternamente
castigados después de la muerte, que en el dintel de su puerta se puede leer
que allí no hay ni misericordia, ni sentido de la justicia, que si estamos allí
es porque hemos olvidado todo lo que fuimos para convertirnos en un sumiso
sirviente de Belcebú, y que no te confundas, que el infierno tan solo es la
sala de espera de antes de morir.
Me despierto con la convicción de que esta gilipollez que
vengo amasando desde la juventud no me va a salvar. Ahora ya sé que no soy
inmortal, y que esta niña linda, el arrepentimiento y la pena son solo el atrezo
barato de una mala obra de teatro que me ha traído hasta aquí, hasta este
insomnio de geolocalización terrenal donde el desorden se congela, esta
sensación de quietud que colma todos los íntimos deseos que esta zorra ha sido
incapaz de descubrir. Me gustaría hacer un chiste malo para que su mueca de
terror tuviera sentido del humor, como aquella canción del verano. Quizás por
eso la maté, para que se riera de una puñetera vez. Pero solo hay silencio. Un
majestuoso silencio. Me alejo de su boca helada y busco la rutina diaria del
agua que salta del grifo al lavabo. Los prisioneros del cementerio me miran
desde el espejo y me recuerdan el descampado, la navaja y su vestido de
terciopelo verde. Una sonrisa se dibuja en mi cara y ya no tengo dudas: El
infierno soy yo.
Etiquetas: Relato
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