La curvatura de la córnea

13 febrero 2021

Por fin sonrío

 


El infierno son los otros (Sartre)

Los demonios y los ángeles caídos que todavía estamos vivos sabemos que el infierno es ese lugar donde los pecadores son eternamente castigados después de la muerte, que en el dintel de su puerta se puede leer que allí no hay ni misericordia, ni sentido de la justicia, que si estamos allí es porque hemos olvidado todo lo que fuimos para convertirnos en un sumiso sirviente de Belcebú, y que no te confundas, que el infierno tan solo es la sala de espera de antes de morir.

Me despierto con la convicción de que esta gilipollez que vengo amasando desde la juventud no me va a salvar. Ahora ya sé que no soy inmortal, y que esta niña linda, el arrepentimiento y la pena son solo el atrezo barato de una mala obra de teatro que me ha traído hasta aquí, hasta este insomnio de geolocalización terrenal donde el desorden se congela, esta sensación de quietud que colma todos los íntimos deseos que esta zorra ha sido incapaz de descubrir. Me gustaría hacer un chiste malo para que su mueca de terror tuviera sentido del humor, como aquella canción del verano. Quizás por eso la maté, para que se riera de una puñetera vez. Pero solo hay silencio. Un majestuoso silencio. Me alejo de su boca helada y busco la rutina diaria del agua que salta del grifo al lavabo. Los prisioneros del cementerio me miran desde el espejo y me recuerdan el descampado, la navaja y su vestido de terciopelo verde. Una sonrisa se dibuja en mi cara y ya no tengo dudas: El infierno soy yo.

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