La curvatura de la córnea

09 febrero 2019

La fórmula del conocimiento


Yuval Noah Harari nos recuerda como el conocimiento medieval se basaba en aplicar la lógica a la lectura de las escrituras, así si leías Job 38:13 podías concluir que la Tierra era plana, pero si leías Isaías 40:22 era fácil pensar que la Tierra era redonda.

La revolución científica implementó al conocimiento una ecuación muy diferente, se trataba de aplicar fórmulas matemáticas a los datos empíricos y así, mediante la observación y la trigonometría determinar que la Tierra es redonda, pero, aunque esta nueva forma de conocimiento produjo grandes avances, sin embargo, dejaba fuera de juego a los juicios éticos que todavía seguían vigentes en las escrituras: No hay fórmula matemática que pueda discernir si robar o asesinar está mal o bien. Así que para superar esta dificultad, el humanismo propició una nueva fórmula de conocimiento basada en el acopio de experiencia y la estimulación de la sensibilidad, dos conceptos que no son datos empíricos pero que se retroalimentan en un ciclo sin fin para aumentar nuestro conocimiento. Sin embargo, la experiencia es imposible si la participación de la sensibilidad, y la sensibilidad no se puede desarrollar a menos que estemos expuestos a una diversidad de experiencias.

La finalidad del ser humano debería consistir en un proceso gradual que nos llevara de la ignorancia al conocimiento por medio de la experiencia y la sensibilidad. Y es aquí donde aparece la melancolía que me atrapa estos días cuando observo una y otra vez, y cada vez con más frecuencia, como se renuncia a la experiencia de la novedad y como se va apagando la llama de la sensibilidad hacia el otro que no es exactamente igual que yo. Nos abalanzamos hacía parajes en los que todo lo que no me gusta debería desaparecer, la grandilocuencia cuadriculada del pensamiento no deja resquicio a una leve ondulación y así, con todo el paisaje convertido en un páramo monocolor, solo nos queda la acritud y la ceguera.

Tal vez ha llegado el momento de recordar que el camino de baldosas amarillas  nos llevarán hasta el Mago de Oz que tan solo es un charlatán, y que el Espantapájaros, el Hombre de Hojalata y el León no necesitan discursos grandilocuentes que separan a los hombres por su procedencia, o por su pensamiento. Todos y cada uno de nosotros, como los tres compañeros de viaje de Dorothy, deberíamos descubrir que el cerebro, el corazón y el valor están dentro de nosotros, y que es a través de la experiencia y la sensibilidad como sentiremos su presencia. Una experiencia humana que pertenece a las miles de millones de personas en el mundo. Todas tan valiosas como yo.




Etiquetas: ,