Para Isabel González, mi suegra a la que tanto quería
Mamá, ahora eres
silenciosa como la ropa
del que no está con
nosotros.
Te miro el borde
blanco de los párpados
y no puedo pensar.
(Antonio Gamoneda)
Isabel González se levantó de la cama el 9 de agosto del
2016 sin saber que aquel día se iba a morir, se dio un paseo mañanero con sus dos
vecinas de toda la vida, a media mañana preparó las croquetas de carne de
cocido que le había prometido a su sobrina y por la tarde, después de trastear el
mando a distancia de la televisión hasta encontrar una novela que le permitiría
despuntar una siesta, metió en una bolsa la toalla, el gorro de baño, las gafas
para nadar y se fue a las piscinas municipales de Utrillas.
Isabel regresó al fresco de la casa familiar de Utrillas
cuando el calor de la ribera se instaló en el barrio zaragozano de Las Fuentes.
El verano en el pueblo se presentaba tan optimista como el reciente lavado de
cara que había dejado la casa familiar con paredes, ventanas y mobiliario a
estrenar. A Isabel se le sentía contenta con aquellas novedades que a todo el
vecindario explicaba con ese acento hibrido de quien ha nacido en la calidez
del Sur pero ha hecho su vida entre Utrillas y Zaragoza.
Isabel nació en Las Navas de la Concepción y desde niña
trabajó en una finca al cuidado de los
animales y al capricho de la tierra hasta que su buena disposición con el
trabajo la llevó a servir en la casa sevillana de los señoritos y desde allí,
andando los años, siguió los pasos de un campesino convertido en minero.
La aventura para encontrar una vida mejor llevó a Isabel y
Bartolomé hasta las entrañas de Utrillas donde arañar lignito permitió sacar
adelante una familia entre la calle La Fuente y las Casas Nuevas. Una
experiencia vital que compartieron con otras muchas familias en busca de sus
mismos objetivos. Hombres, mujeres y niños que fertilizaron la aridez turolense
con aroma sevillano de albahaca y limonero mientras un fandango minero de
Huelva hablaba de carbón, sudor y cabras.
Aunque fueron tiempos de duro esfuerzo y trabajo a Isabel le
gustaba pasearse en sus zapatos blancos de tacón acompañada por sus tres niñas.
El primer día de la primavera de 1970 bajó por la carretera hasta llegar a la
plaza donde compró un retal estampado de flores del que sacó tres vestidos
diferentes, uno para cada una de de sus hijas a las que llevó de punta en
blanco hasta los Jardines Florida para que el retratista inmortalizara en color
sepia a las tres perlas de sus ojos, y como diría Isabel, “Después llegaron los
tres varones”
Isabel aprendió a nadar cuanto tenía setenta años. El médico
se lo recomendó para mejorar el dolor en las articulaciones y ella, que tenía
pavor al agua más allá del aseo, recibió clases de natación con la algarabía de
quien descubre un mundo nuevo, un mundo que explicaba y compartía con sus
familiares a los que una y otra vez les hacía demostraciones de cómo hacer la
medusa, nadar de espaldas o realizar diversos movimientos de aquagym. Aquella
pasión por el agua contagió a toda la familia y era habitual ver a las tres
generaciones de abuela, hijos y nietos disfrutando entre juegos y risas de unas
gozosas jornadas acuáticas.
El día que Isabel parió al último de sus hijos varones toda
la chiquillería de las Casas Nuevas andaba de vacaciones escolares porque el
mandamás del país había pasado a mejor muerte. Así que el chascarrillo del
alumbramiento los tenía revoloteando por la casa de la parturienta hasta una
voz con acento de Alosno puso el grito en el cielo para dar el aviso: Una
cigüeña está sobrevolando nuestras cabezas y hay que alejarse de la casa para
que pueda depositar al niño en el regazo de su madre. Aunque la chiquillería se
alejó, todo el mundo pudo ver como una cigüeña blanca dejó una canastilla en el
patio trasero de la casa, junto a la ventana donde esperaba Isabel.
El 9 de agosto del 2016 Isabel regó por última vez el rosal blanco
que plantó en el lugar que nació su niño pequeño. A Isabel le gustaba meterse en
la piscina por la zona de menos profundidad para avanzar de a poquitos hasta donde
el fondo del agua se hace oscuro y abisal, pero ella, a la que tanto le gustaba
nadar de espaldas, cerró los párpados para ver las caras sonrientes de sus tres
nietos y sus cuatro nietas, y así, nadando en dirección oeste como queriendo imitar
el tránsito del sol, el corazón de Isabel decidió pararse y dejarnos sin la luz
de una de esas grandes mujeres que dedican su vida a entregarla a los demás.
10 Comments:
Un bonito homenaje que todos quisiéramos, desde donde esté seguro le habrá gustado, un abrazo y mis condolencias para tu rosa, bsss.
He escrito esposa, pero lo he debido hacer mal, por eso lo corrijo, un abrazo.
Un abrazo fuerte, Javier y otro a Migue.
Un abrazo fuerte, Javier y otro a Migue.
Javier, un abrazo. Gracias por presentarnos a Isabel, que vida tan hermosa.
Me emociona,gracias Javier, toda la familia estará orgullosa de esta preciosa descripción sobre su vida y de ella ,por supuesto. Abrazos fuertes
Me emociona,gracias Javier, toda la familia estará orgullosa de esta preciosa descripción sobre su vida y de ella ,por supuesto. Abrazos fuertes
precioso javier!!!
Precioso, ella desde el cielo estará muy orgullosa de ver su historia aquí ....mis condolencias
Precioso, ella desde el cielo estará muy orgullosa de ver su historia aquí ....mis condolencias
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