La curvatura de la córnea

10 noviembre 2013

Jekyll entre la muerte y el amor





César Antonio Molina citaba en el suplemento cultural del ABC del pasado 2 de noviembre a Stevenson para recordarnos que leer y copiar a los maestros es un ejercicio indispensable de aprendizaje. Así que poco hay que añadir sobre el asunto cuando en el programa de mano de Jekyll se avisa que el texto de la obra parte del relato de R. L. Stevenson “El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde”. Si acaso añadiría que una vez comenzada la escritura, el autor es el dueño y señor de los acontecimientos y tiene total libertad para contarnos una historia. Y por ahí creo que comienzan los problemas de esta función. El autor pasa demasiado tiempo justificando lo que al espectador no le preocupa. Cualquiera de nosotros, al escuchar el término JekyllyHyde, sabemos de lo que estamos hablando. Da igual que usted haya leído el relato original o recuerde más o menos su argumento y desenlace. Esa expresión nos lleva hasta la dualidad de la personalidad, a la combinación que cada uno de nosotros atesora entre el Jedi que soñamos y el lado oscuro de la fuerza. El bien frente el mal y cualquier otro enfrentamiento que se le ocurra. El autor de la obra parece olvidar esta premisa y se empeña en justificar una situación que a la postre no es importante porque lo interesante, lo que hemos ido a ver al teatro es, precisamente, el tratamiento que el autor y los actores van a dar a esa dualidad que anuncia el título de la función.

El enfrentamiento entre el blanco y el negro que se nos presenta en escena es un duelo de grises que no va mucho más allá del vestuario. Un Jekyll semi atormentado frente a Hyde más juguetón, un bufón que algunas veces consiguió sonsacar alguna leve sonrisa, no llegó a transmitir ni miedo ni terror, ni siquiera a la bella dama que recibió el presumible pavor con grititos y saltitos de poca monta. Pero aún nos quedaba la esperanza del amor sin embargo, tampoco llegó más allá de unas leves insinuaciones y carantoñas. Estamos hablando de Muerte y Amor dos de los grandes temas capaces de provocar arrebatos y estremecimientos que nunca traspasaron el patio de butacas para llegar a las tripas o al corazón. No estoy seguro si fue por el texto, por la interpretación o porque era viernes y estaba cansado de pasar el día frente a este teclado redactando todo lo bueno que hicieron los romanos para el avance de las obras públicas. Si acaso al final de la obra, cuando el vestuario de los personajes masculinos subraya lo que ya sabíamos antes de sentarnos en la butaca, entonces es cuando se vislumbra ese duelo de maldad y bondad que, ustedes ya lo saben, queridos lectores, siempre se decanta del mismo lado, ¿o qué pensaban? ¿qué la bondad rige el destino de los hombres?

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