La primera vez que hablé con mi suegro
Esta mañana mientras se celebraba el funeral de mi suegro recordé la primera vez que hablé con él. El 10 de julio de 1985 fui a su casa para pedirle la mano de Migue. Me vestí con la elegancia que permitía mi escaso vestuario: Chaqueta y pantalón gris con camisa floreada. Más que un pretendiente parecía el segundo trompeta de una orquesta. Desde la Replaceta hasta las Casas Nuevas repetí varías veces un brillante discurso que se quedó en agua de borrajas. La conversación entre el padre de la novia y el yerno en hierbas fue de lo más tradicional: Espero que vengas con intenciones serías. A mi me parece bien que festejes con mi hija pero no quiero tontadas. Esta es una casa formal y espero que estés a la altura de tu padre. ¿Cómo piensas ganarte la vida?
Bartolomé era un hombre de pocas palabras, sin embargo, aquella tarde de verano habló de una infancia de pastoreo al cuidado de pavos y cerdos, con los que se peleaba por comer algarrobas. De una juventud como jornalero hasta que decidió buscar mejores horizontes para él y su familia. Dejó el Sur de España para llegar al Sur de Aragón. Un viaje hacía un futuro mejor que lo dejó en Utrillas. Trabajó en las minas como ayudante, picador y maquinista. Bartolomé caminó por las obligaciones de la vida sin saber leer ni escribir. Fue uno de los valientes que se encerraron en el Pozo Santa Bárbara en aquellos años grises, años para luchar por unas condiciones de trabajo dignas en el vientre oscuro de la tierra. Las duras jornadas en el pozo se prolongaban en los cavallones de un huerto con patatas y hortalizas de temporada, además de un corral dónde criaba conejos, gallinas ponedoras de a docena por día y tres cabras para ordeñar leche y calostro. Bartolomé padre, cabrero, abuelo, minero, suegro y hortelano. Bartolomé, alosnero de cuna, me regaló aquella mañana de Julio una cassette. Fue la primera vez que escuché unos fandangos de Huelva. El cante jondo de El Cabrero amplió mi universo musical.
Etiquetas: reflexión articulo
2 Comments:
Qué bonito el texto, Javi. Os mando un abrazo fuerte, lo siento mucho.
Gracias David.
Estas palabras son camino para el recuerdo y antídoto para el olvido.
Un abrazo.
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