La curvatura de la córnea

28 noviembre 2011

Las Vegas


¿Qué mapa consultarías para encontrar Las Vegas? Te equivocas. No lo hagas en uno de Estados Unidos. Tampoco la busques en la portada de un disco de Elvis o en los títulos de crédito de una road movie. Las Vegas es la orografía de una edad imposible de recuperar, cuando la inocencia y los sueños todavía eran territorio de aventura.

Tres camareros, de entre todos los que por allí han pasado, vuelven una y otra vez a mi recuerdo. El rostro serio de Celso me trae la certeza de que la muerte nos espera en cualquier esquina. La risa contagiosa de Montero me recuerda el inteligente ejercicio de salpimentar la realidad. Y mi amigo Edu, al que siempre querré aunque nunca se lo diga, se me presenta con el aplomo de quien, ante los avatares inesperados de la vida, hace lo que tiene que hacer: Rellenar las neveras de botellines de cervezas una y otra vez.

Las Vegas fue un lugar para el adiestramiento en el arte, cada vez más olvidado, de la charla, el debate y la refriega. En sus paredes se quedaron las primeras caricias y los bocadillos de jamón que mi novia paseaba desde la calle Escucha hasta la satisfacción de mi mirada. Allí escuché conversaciones que hablaban del destajo, los desengaños y el desamor mientras los aprendices de la brigada, ascendidos a ayudantes de minero, bebían canarios como si fueran dioses del Olimpo. Hombres envueltos por el halo épico de quienes remueven las entrañas de la tierra.

El medio ambiente de Las Vegas me enseñó el verdadero sabor de la amistad y, aunque dejó una huella perenne en mi identidad, siento como, de a poquitos, todo se pierde por las comisuras de un tiempo a la deriva dónde lo aprendido parece caduco, enmohecido por una gestión lamentable de los sentimientos que, tras anestesiar el ritmo cardíaco, se esconde en los pliegues de esta modernidad acartonada por pantallas táctiles, filosofías de 140 caracteres, y un runrún de carcoma emocional que me arrastrará hasta los contenedores donde guardo todas las miserias, esas que un día me ahogaran.

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2 Comments:

At 28 noviembre, 2011 15:11, Blogger PACO CUADRADO said...

Javier el bar las Vegas es una reliquia-moderna de los establecimientos de Utrillas.
Recuerdo cuando se puso en funcionamiento que lo regentaba Felix.
Entonces a diferencia de estos tiempos, los inviernos eran muy crudos, y como era la estación ideal de paso hacia el campo del futbol, pues para calentar el motor por dentro parábamos y Felix nos hacía unos carajíllos que resucitaban a los muertos.
Y luego a ver el partido con unas temperaturas bajísimas.
Una vez terminado el partido aún pasábamos ha reponer de nuevo fuerzas.
Por lo demás de vez en cuando si era alguna fiesta siempre buscabas la tranquilidad de Las Vagas por aquello de estar alejada de la Plaza.
Un saludo .

 
At 28 noviembre, 2011 15:28, Blogger Rafael Luna Gómez said...

Hace poco, amigo mío, la mirada de unas córneas jóvenes, me premiaban con sus gestos y comentarios sobre un poema sencillo de esos que decimos y que no escribes y que me has recordado con este relato, buen relato. Poema en cuestión:
Esa vida que tienen los libros, no es más que una memoria para aprender en la vida.
Abrazo atronador.

 

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