Palabras que delatan

Don Diablo se ha escapado tú no sabes la que ha armado, ten cuidado yo lo digo por sí… La coreografía no tenía nada que ver con la original. Ese pensamiento me sacó de las curvas de su cuerpo. La gogó no había nacido el verano que Don Diablo fue éxito veraniego. Grabé la canción en las dos caras de una cinta de cuarenta y cinco minutos, así ensayaba el baile sin interrupciones. Mi hermana tenía un espejo en el recibidor con un marco dorado de abarrotada inspiración barroca. La gogó hacía muy mal el playback, era evidente que desconocía la letra. Repetí el baile delante del espejo un sin número de veces. La imagen de la gogó se multiplicaba en varios monitores. La noche que la Orquesta Zarabanda me invitó a subir al escenario pensé en mi padre. La música era un simple adorno para quien debería ser una diosa, sus vaivenes estaban estandarizados para todo tipo de ritmos, por eso dejé de mirarla. La contundente belleza de su rostro y la descomunal tentación de su cuerpo fueron insuficientes frente a una coreografía tan monótona. Mi padre vio la actuación desde los arcos del final de la plaza, lo imaginé moviendo la cabeza ante la nueva ocurrencia de su hijo pequeño. La gogó se bajó del cielo y se puso detrás de la barra. Lo mejor de aquella noche fue el beso incendiario de mi novia después del espectáculo. Le pedí un cubalibre, la chica gastaba la misma seriedad de camarera que de gogó. Mi padre confesó al día siguiente que le había gustado el numerito y me subió la cuantía de la paga semanal. Gogó y cubalibre son palabras que me delatan.