Como iba contando: Enma López en El Pequeño Teatro de los Libros
Enma López inauguró el ciclo “Como iba contando” en la librería El Pequeño Teatro de los Libros. La cuentera vino desde el mediterráneo con su jersey largo muy largo de rayas rosas y su faldita negra corta muy corta. Pegadito a su cara se trajo un cargamento de expresiones: Ojos saltones de susto, ojillos de oveja lucera, la córnea interestelar y un ojo excelente para combinar con estilo toda la ropa de un armario de tres puertas: Dos puertas sencillas a los lados y una doble en el centro con un enorme espejo de cuerpo entero. La cuentera, cuando menos te lo esperabas, cambiaba las dimensiones de su cuerpo: Los brazos se estiraban como un muelle y las piernas se liaban como la pata de un romano
Enma contó cuentos de lo cotidiano. Y pocas cosas tan cotidianas como las dudas. Todos dudamos. Algunos dudan sobre cosas sesudas tipo Punset, de mucho pensar y estrujarse la sesera. Otros alcanzamos el mismo grado de estrujamiento por cosas más cotidianas, como por ejemplo combinar la ropa que te vas a poner para una cita importante. Para dudar no hace falta un armario muy grande. La duda te puede asaltar ante mil camisas o ante un par. La duda no es una cuestión de número, se duda ante la posibilidad de elegir y a veces, después de mucho dudar, la elección no es la adecuada.
Algunas cosas que ahora son cotidianas hace muy poco no lo eran. Piensen en los teléfonos móviles. Seguro que recuerdan esa época en la que el único celular era el zapatófono de Mortadelo. Cuando la telefonía sin hilos empezó a instalarse en nuestras vidas no podíamos imaginar que vendría un tiempo de mega píxeles, conexión a Internet y pantalla táctil. ¿El siguiente paso será una llamada para preguntar por la portabilidad y la tarifa plana en el más allá?
¿Qué será lo cotidiano en el futuro? ¿Viajes interestelares en cohetes monoplazas con vitro cerámica atómica? ¿La demostración empírica de la teoría de la relatividad? ¿La flexibilización del binomio espacio - tiempo? Y no estamos hablando de esa frase tan utilizada por los buscadores de excusas: Todo es relativo. Tampoco hablamos de la percepción que a veces tenemos del paso del tiempo: Rápido en las fiestas y el jolgorio. Lento en el tedio, las calamidades y el aburrimiento. Hablamos de la posibilidad de moldear el tiempo y el espacio en función de la velocidad de traslación… como pasó en la película El Planeta de los Simios.
Fantasear también es muy cotidiano. Dicen que algunas personas ensayan sus vidas. Lo hacen delante del espejo que todo el mundo tiene en el pasillo. Aunque olvidan que una cosa es la improvisación en solitario y otra muy distinta representar dos funciones diarias delante de un público con cara de pocos amigos y con la crítica especializada afilando cuchillos para despellejarte. En nuestro mundo de fantasía a veces soñamos que somos ricos y todo lo podemos comprar. Todo menos los recuerdos que permanecen en las estanterías de una casa de mar decorada con caracolas mp3, maderas a la deriva y el mantel a cuadros de merendar en un rincón bucólico del bosque.
La cuentera terminó con algunas recomendaciones sólo aptas para la intimidad: Automedicarse a base de abracitos nocturnos, besitos como bálsamos y una caricia sana mal de rana si no se cura hoy se curará mañana. Pero claro, entre el peligro de no acertar con las dosis adecuadas y que las autoridades sanitarias prohíben la automedicación: Es mejor el abrazo tierno de una madre, el abrazo nocturno de la persona que duerme a nuestro lado, y dicen por ahí que algunos lobos dan los más tiernos y mullidos abrazos de vellón, lumbre y crema de verduras.
Que ustedes disfruten de lo cotidiano.
Enma contó cuentos de lo cotidiano. Y pocas cosas tan cotidianas como las dudas. Todos dudamos. Algunos dudan sobre cosas sesudas tipo Punset, de mucho pensar y estrujarse la sesera. Otros alcanzamos el mismo grado de estrujamiento por cosas más cotidianas, como por ejemplo combinar la ropa que te vas a poner para una cita importante. Para dudar no hace falta un armario muy grande. La duda te puede asaltar ante mil camisas o ante un par. La duda no es una cuestión de número, se duda ante la posibilidad de elegir y a veces, después de mucho dudar, la elección no es la adecuada.
Algunas cosas que ahora son cotidianas hace muy poco no lo eran. Piensen en los teléfonos móviles. Seguro que recuerdan esa época en la que el único celular era el zapatófono de Mortadelo. Cuando la telefonía sin hilos empezó a instalarse en nuestras vidas no podíamos imaginar que vendría un tiempo de mega píxeles, conexión a Internet y pantalla táctil. ¿El siguiente paso será una llamada para preguntar por la portabilidad y la tarifa plana en el más allá?
¿Qué será lo cotidiano en el futuro? ¿Viajes interestelares en cohetes monoplazas con vitro cerámica atómica? ¿La demostración empírica de la teoría de la relatividad? ¿La flexibilización del binomio espacio - tiempo? Y no estamos hablando de esa frase tan utilizada por los buscadores de excusas: Todo es relativo. Tampoco hablamos de la percepción que a veces tenemos del paso del tiempo: Rápido en las fiestas y el jolgorio. Lento en el tedio, las calamidades y el aburrimiento. Hablamos de la posibilidad de moldear el tiempo y el espacio en función de la velocidad de traslación… como pasó en la película El Planeta de los Simios.
Fantasear también es muy cotidiano. Dicen que algunas personas ensayan sus vidas. Lo hacen delante del espejo que todo el mundo tiene en el pasillo. Aunque olvidan que una cosa es la improvisación en solitario y otra muy distinta representar dos funciones diarias delante de un público con cara de pocos amigos y con la crítica especializada afilando cuchillos para despellejarte. En nuestro mundo de fantasía a veces soñamos que somos ricos y todo lo podemos comprar. Todo menos los recuerdos que permanecen en las estanterías de una casa de mar decorada con caracolas mp3, maderas a la deriva y el mantel a cuadros de merendar en un rincón bucólico del bosque.
La cuentera terminó con algunas recomendaciones sólo aptas para la intimidad: Automedicarse a base de abracitos nocturnos, besitos como bálsamos y una caricia sana mal de rana si no se cura hoy se curará mañana. Pero claro, entre el peligro de no acertar con las dosis adecuadas y que las autoridades sanitarias prohíben la automedicación: Es mejor el abrazo tierno de una madre, el abrazo nocturno de la persona que duerme a nuestro lado, y dicen por ahí que algunos lobos dan los más tiernos y mullidos abrazos de vellón, lumbre y crema de verduras.
Que ustedes disfruten de lo cotidiano.
Etiquetas: Como iba contando, cuentacuentos, el pequeño teatro de los libros, Enma López
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home