A veces ocurre
Arguiñano recomendaba desde la tele consumir legumbres, y daba dos motivos para hacerlo: Son sanas para el cuerpo y baratas para la crisis. Me hizo gracia porque yo estaba calentando unos garbanzos con espinacas que me había dejado Migue en el puchero, en realidad los estaba enriqueciendo con ese truco que tanto le gustaba a mi madre: Añadir sobras, en este caso unos trozos de bacalao y pimientos rojos asados de la noche anterior; y de regalo un huevo duro troceadito. Fue un plato único delicioso.
En la barra que une la cocina con el comedor descansaba un libro, lo noté orgulloso y ahuecado, al fin y al cabo era un recién llegado y ya estaba en la línea de salida. A veces ocurre: Antes de comenzar la lectura ya sabes que el libro te va a gustar, seguro que alguna vez lo has notado. A mi me corren amperios por las tripas y un deseo irrefrenable de abrir las tapas, oler las hojas y comenzar a leer. Lo hice antes del postre: “Fabulosos narraciones por historias” de Antonio Orejudo. « ¿Y si después de todo no era un genio?» Así se comienza una novela, eso lo sabemos bien quienes no tenemos talento para escribirlas pero percibimos en la epidermis la sensación física de una buena historia, y ahí estoy, atrapado en el Madrid de 1923 con la compañía de unos alumnos de la famosa Residencia de Estudiantes que están molestos con la obligada convivencia con poeta Juan Ramón Jiménez, invitado a la Residencia, entre otras cosas porque: «Estamos obligados a comer acelgas durante todo el año por la sencilla razón de que son su comida favorita y porque la Dirección quiere que él se sienta como en casa. El cocido se ha desterrado de los menús porque a Jiménez le parece vulgar; ha ordenado prohibirlo porque dice que es el origen de todos los males de España. Ése es su granito de arena a esta empresa de regeneración civil que es la Residencia. Vamos hacía la europeización de España a través de la supresión de los garbanzos.»
Los garbanzos en casa, ahora que somos más europeos que nunca y que me perdone don Juan Ramón Jiménez, siguen en remojo. Las más de las veces para hacer un cocido de esos de verduras, jarrete, gallina para engordar el caldo y tocino para la pringá. Un humilde bastión contra la invasión gastronómica que esta desterrando de las cocinas ibéricas los guisos, los aromas y la sabiduría de nuestras madres y abuelas.
Etiquetas: reflexión
10 Comments:
Ni se te ocurra pedir perdon a Juan Ramon Jimenez ni a nadie por remojar garbanzos y ni mucho menos por comer cocido. ¡Coman cocido!
Anónimo de otras veces.
Como ves te sigo leyendo.
De J. R. Jiménez mejor no digo nada.
Sobre los garbanzos sé atrevido y latino al mismo tiempo y pruébalos con trozos de aguacate templado y tofú, después los aliñas con limón y aceite puro de oliva. Para beber un poco de somontano y nada de prisa.
A las lentejas un poco de canela les va de maravilla, receta hindú que ponía en practica mi abuela.
Gwsa,
Marta
¡Aish!, es que a mí me gustan con chorizo.
Las lentejas.
Y los garbanzos (estos también con espinacas, te acompaño en el gusto).
Una es simple y fiel a sus cosas oye.
..ah, y las acelgas también me molan no creas.
Abrazos.
PD Así que a J.R. comía acelgas día si y día no... claro, eso explica....
Hola
Anónimo de otras veces.
Pues eso: Viva el garbanzo.
jajaja
Salu2 Córneos.
Hola Marta
Hmmm Interesante propuesta llena de aromas, probaremos, probaremos
Pero... ¿tú abulea era hindú?
Salu2 córneos.
Hola LaMima
Así me gsuta mi chica, que me come de todo jajaaj
Salu2 córneos.
Defensa a ultranza de la legumbre... Y eso que hace casi un año que no la pruebo. Creo que este fin de semana me voy a poner a ello y me voy a regalar unos garbanzos con espinacas... Ya te cuento.
Te va a gustar "Fabulosas narraciones por historias". Es uno de mis libros preferidos. Lo tengo lleno de señales aquí y allí, subruyados muchos párrafos y llenos los márgenes de anotaciones.
Conmigo también tuvo su feeling. Cuando lo compré acaracié su tapa negra. En ella la foto en blanco y negro de unos chicos tocando el ukelele subidos al respaldo de un sofá. Supe que me iba a gustar. Me lo pasé muy bien leyéndolo, sobre todo con las continuas referencias a Juan Ramón Jimenez que cae con tan mal pié en la residencia El Pinar.También le dan lo suyo a Ortega y Gasset.
Me sorprendió que el pueblo de Santos fuera Fuentelmonge, un pequeñísimo pueblo de la provincia de Soria por el que paso habitualmente. Su documentación es asombrosa, en el caso de este pueblo y de la novela en general.
Recuerdo sobre todo las conversaciones de las tertulias literarias y sus piques entre los diversos miembros.
Me alegra poder comentar con alguien, al fin, lo que me gustó este libro.
Un abrazo.
Hola Lamia.
Ese experimiento de legumbres back tiene que se contado jajaja
Salu2 Córneos.
Hola Sara.
Es uno de esos libros que en la primera página renuncio a subrayar, porque subrayar todo es como no subrayar nada.
Lo estoy disfrutando y mucho.
Las conversaciones de las tertulias son memorables por la pasión y por el fino humor, como en casi todas las páginas, que se gasta el autor con las opiniones y con los términos usados.
Salu2 Córneos.
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