Burbujas
Javier López prefería la ducha antes que el baño. No lo hacía por una cuestión ecológica, ya saben, aquello del ahorro en el consumo de agua, el motivo era mucho más prosaico. Javier López disfrutaba en la ducha porque le gustaba contemplar como el agua cristalina del difusor se teñía de pardusca y arrastraba la suciedad de su piel por el desagüe. El baño era otra cosa, eso de pasar rato y rato tumbado en la bañera con el agua al cuello mientras el líquido elemento se encargaba de dejarle limpito. No, no le gustaba, era un asco compartir sitio y lugar con el agua que, aunque calentita y agradable al principio, siempre terminaría por reblandecer la suciedad corporal y dejarla a flote.
La sección de belleza de una revista de marcado carácter femenino fue quien lo sacó de su error. En aquellas páginas se enteró de que el baño, más que con la higiene, estaba relacionado con la relajación del cuerpo y la mente, un ritual de los sentidos, un momento de intimidad que también podía ser compartido, un ejercicio para deleitarse en la concepción sibarita del uso del agua. Nada que ver con la ducha de diario.
Javier López aprovechó que su señora, como todos los primeros jueves de mes, había salido a cenar con unas amigas. Llenó la bañera hasta la mitad con agua templadita, vertió una bolsita de sales medicinales que encontró en el multi-macro-super-mega neceser de su esposa. Una bolsa le pareció poco para tanto cuerpazo así que vació un par más. Agitó la mezcla sin resultados aparentes, entonces acudió al bote de gel Carrefour y aliñó con desmesura una generosa cantidad del líquido espeso y verde. La emisora de Radio Clásica emitía un concierto berlinés con obras de Manuel de Falla que maridaron a la perfección con el vino reserva de las bodegas Tempore y las velas con aromas orientales.
El calorcito del agua hizo un delicioso viaje por los pies, los muslos y las nalgas, se tumbó con los ojos cerrados y un novedoso placer lo dejó en estado de meditación. Notó la presión del agua sobre el pecho y una cierta ofuscación en el ritmo respiratorio que, en lugar de asustarlo, le relajaba. Estuvo quieto un tiempo que fue incapaz de determinar.
Abrió los ojos cuando sintió un leve roce en la nariz. El espectáculo de miles de burbujas lo sorprendió. Las había de todos los tamaños, diminutas como la que lo había despertado hasta del tamaño de una pelota de tenis, brillaban orondas todas juntitas, apretadas y quietas. Javier López sopló con suavidad y la cinemática se unió a la fiesta. Las burbujas de mayor tamaño alcanzaron el techo y allí se acumulaban mientras las más pequeñas las seguían, del agua surgían nuevas burbujas que desbordaron la bañera, se asentaron en el suelo, subieron por las paredes y ocuparon todo el espacio. La visión era maravillosa, el efecto óptico multiplicó los enseres, miles de copas de vino, cientos de pastillas de jabón, decenas de aparatos de radio, todo reproducido hasta el infinito. En medio del ensueño Javier levantó la mano derecha y tocó una de las burbujas.
La onda expansiva fue devastadora, eliminó de un plumazo el resto de las burbujas, rompió el cristal del espejo y arrastró hacía el pasillo todo lo que pilló a mano: la escobilla del váter, el juego naranja de toallas, la maquinilla de afeitar, la brocha, los cepillo de dientes, todos los peines, cepillos, pinzas, cajitas de maquillaje, sombras de ojos, el rimel extra wave, compresas con alas, tampones de mar, las colonias florales, los perfumes para la pasión, el aceite de los masajes y un sin cuento de cachivaches. La Ley Física de la Tele transportación de Cuerpos se puso en marcha y sustituyó los huecos dejados por los elementos que tenía más a mano. Así aparecieron aparejadores de ladrillo, contratistas por horas, subarrendatarios de camas, promotores recalificados, alcaldes bronceados, contratos hipotecarios, una subprime estadounidense cantando los grandes éxitos de la Motown, Henry Paulson en calzoncillos, un broker de Wall Street con la dentadura de oro, María Teresa y Sorolla paleándose desnudas, el director de mi banco quitándole el bozal a un perro con pintas de asesino, el Presidente de la Comunidad de Vecinos con una llave grifa para cortar el agua, Mariano Rajoy se descojonaba fumándose un puro mientras Rodriguez Zapatero movía las cejas en consonancia con la curva de la inflación subyacente, Pedro Solbes haciendo surf con un parche de pirata y la careta del Euribor, los 35 listillos del Ibex, el índice Nikkei disfrazado de kamikaze, el Dow Jones con pinta de pedigüeño, el Nasdaq llorando sobre el cuerpo de un marine muerto en la guerra de Iraq y un cachorro neo-con que gritó con muy mala hostia «Pero eres gilipollas ¿o qué te pasa?, ¡a quien se le ocurre reventar la burbuja inmobiliaria!»
La sección de belleza de una revista de marcado carácter femenino fue quien lo sacó de su error. En aquellas páginas se enteró de que el baño, más que con la higiene, estaba relacionado con la relajación del cuerpo y la mente, un ritual de los sentidos, un momento de intimidad que también podía ser compartido, un ejercicio para deleitarse en la concepción sibarita del uso del agua. Nada que ver con la ducha de diario.
Javier López aprovechó que su señora, como todos los primeros jueves de mes, había salido a cenar con unas amigas. Llenó la bañera hasta la mitad con agua templadita, vertió una bolsita de sales medicinales que encontró en el multi-macro-super-mega neceser de su esposa. Una bolsa le pareció poco para tanto cuerpazo así que vació un par más. Agitó la mezcla sin resultados aparentes, entonces acudió al bote de gel Carrefour y aliñó con desmesura una generosa cantidad del líquido espeso y verde. La emisora de Radio Clásica emitía un concierto berlinés con obras de Manuel de Falla que maridaron a la perfección con el vino reserva de las bodegas Tempore y las velas con aromas orientales.
El calorcito del agua hizo un delicioso viaje por los pies, los muslos y las nalgas, se tumbó con los ojos cerrados y un novedoso placer lo dejó en estado de meditación. Notó la presión del agua sobre el pecho y una cierta ofuscación en el ritmo respiratorio que, en lugar de asustarlo, le relajaba. Estuvo quieto un tiempo que fue incapaz de determinar.
Abrió los ojos cuando sintió un leve roce en la nariz. El espectáculo de miles de burbujas lo sorprendió. Las había de todos los tamaños, diminutas como la que lo había despertado hasta del tamaño de una pelota de tenis, brillaban orondas todas juntitas, apretadas y quietas. Javier López sopló con suavidad y la cinemática se unió a la fiesta. Las burbujas de mayor tamaño alcanzaron el techo y allí se acumulaban mientras las más pequeñas las seguían, del agua surgían nuevas burbujas que desbordaron la bañera, se asentaron en el suelo, subieron por las paredes y ocuparon todo el espacio. La visión era maravillosa, el efecto óptico multiplicó los enseres, miles de copas de vino, cientos de pastillas de jabón, decenas de aparatos de radio, todo reproducido hasta el infinito. En medio del ensueño Javier levantó la mano derecha y tocó una de las burbujas.
La onda expansiva fue devastadora, eliminó de un plumazo el resto de las burbujas, rompió el cristal del espejo y arrastró hacía el pasillo todo lo que pilló a mano: la escobilla del váter, el juego naranja de toallas, la maquinilla de afeitar, la brocha, los cepillo de dientes, todos los peines, cepillos, pinzas, cajitas de maquillaje, sombras de ojos, el rimel extra wave, compresas con alas, tampones de mar, las colonias florales, los perfumes para la pasión, el aceite de los masajes y un sin cuento de cachivaches. La Ley Física de la Tele transportación de Cuerpos se puso en marcha y sustituyó los huecos dejados por los elementos que tenía más a mano. Así aparecieron aparejadores de ladrillo, contratistas por horas, subarrendatarios de camas, promotores recalificados, alcaldes bronceados, contratos hipotecarios, una subprime estadounidense cantando los grandes éxitos de la Motown, Henry Paulson en calzoncillos, un broker de Wall Street con la dentadura de oro, María Teresa y Sorolla paleándose desnudas, el director de mi banco quitándole el bozal a un perro con pintas de asesino, el Presidente de la Comunidad de Vecinos con una llave grifa para cortar el agua, Mariano Rajoy se descojonaba fumándose un puro mientras Rodriguez Zapatero movía las cejas en consonancia con la curva de la inflación subyacente, Pedro Solbes haciendo surf con un parche de pirata y la careta del Euribor, los 35 listillos del Ibex, el índice Nikkei disfrazado de kamikaze, el Dow Jones con pinta de pedigüeño, el Nasdaq llorando sobre el cuerpo de un marine muerto en la guerra de Iraq y un cachorro neo-con que gritó con muy mala hostia «Pero eres gilipollas ¿o qué te pasa?, ¡a quien se le ocurre reventar la burbuja inmobiliaria!»
Etiquetas: Relato
10 Comments:
Vaya, vaya, así que has sido tú....¡culpable!.
Yo también prefiero ducharme, si, más ahora que te leo: ni por asomo quisiera encontrar en mi baño un aparejador y un contratista¡que horror! ya tengo bastante en la oficina.
Pero claro que eso del baño relajante es tentador. Un día de estos despacho a "mis compañeros de piso" y lo intento con un sobrecico de sales y un pelín de gel del eroski (que igual es menos burbujoso).
Besos compadecidos.
PD No quiero imaginar la cara de tu santa al volver de la cena..
Has hecho un paralelismo genial.
Para nada me esperaba los derroteros de la segunda parte del relatos.
Javier López Clemente bañándose en su más puro estilo. Seguro que has disfrutado.
Un saludo.
Uffff espero que no pase éso en mi baño.
Estaba relajándome mientras leía el ambiente tan maravilloso que describías, hasta imaginaba el olor de las velas aromáticas pero...........qué estress el final de tu relajante baño.
Bueno, si el contratista y el aparejador están de buen ver...mmmmm pero ya ver a Rajoy en mi baño, puede ser un arma de destrucción masiva.
Mejor voy a tomar una ducha.
Javier, el próximo primer jueves de mes que te quedes sólo y decidas darte un baño relajante cierra la puerta de tu baño y de tu imaginación y disfruta de las burbujas.
Un muackis
Hola Lamima
Snf, la santa de la casa se ha ido con el aparejador jajajajajaja
Tal vez los baños relajantes requieran menos gel y un espacio diferente al habitual. Supogo que para eso se ponene las velas, el vino y otros atrezzos, para disfrazar el baño de todos los días... pues entonces busquemos otro baño, que ahí seguro que olvidamos las trapacelas económicas de burbujas y otros engendros financieros.
Salu2 Córneos y un bravo por ti.
Hola Sara.
Excelente comentario, me gustó eso de "en su más puro estilo" suena muy bien. Gracias.
Salu2 Córneos.
Hola Sinfonía.
...yo probaría, quien sabe, a lo mejor tu baño se llena de estrellas de hollywood.
Salu2 córneos.
jajajajaja, bueno, bueno relato al más puro estilo "Javier López Clemente".
Me encanta como enlazas las secuencias, aunque estoy con Emi, yo si me encuentro a Rajoy en mi baño, me da un no se qué que parece un nose cuantos que para qué te voy a contar.
Joer y empieza a ducharte ya , porque esta crisis se nos come por los pies.
Besoabrazos.
Montse.
¿que llevaban esas velas? eh? y el gel? has mirado los ingredientes? esas sales? no llevarian extracto de marihuana o algo peor? de otra forma no me lo explico.
queremos foto del mega-macro neceser. jejejeje.
saludos artista.
agustin
timrize
Hola Montse.
No puedo ducharme: Le he cogido pavor al cuarto de baño y no se, no se como va a acabar esto.
Salu2 Córneos.
Hola Director.
En esta casa la marihuana, o su esencia, sólo se toma bebida en forma de leche, jajajajajaja, un cóctel parlanchin, se lo aseguro jajajajaajajaj
Me gustaría complacerte pero la foto es imposible, la explosión arrasó con todo.
Salu2 Córneos y lo repito ¿para cuando en camera carajillo"
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