Azud Running Conection
Javier López cruzó por primera vez el azud que remansa el río Ebro a su paso por Zeta. Lo hizo al habitual trote cochinero que caracteriza los inicios de sus entrenamientos atléticos cada mes de septiembre, aunque me temo que ha llegado el año en el que el trote cochinero se va a instalar definitivamente en sus prácticas deportivas, un cambio que afectará a su aceleración sostenida, a su demoledor cambio de ritmo en la última curva y a su vertiginoso sprint final. Trote cochinero forever.
El azud une las últimas estribaciones del barrio de Las Fuentes antes de convertirse en Cantalobos y lo más nuevecito del barrio Vadorrey asomado el río. El cierzo corría suave para rebajar la intensidad del sol de septiembre, los bancos semicirculares estaban vacíos bajo la visera ondulante que los protegerá de las lluvias que aún estaban por llegar. Un ciclista perfectamente pertrechado de escama de la serpiente multicolor lo adelantó, cuando lo perdió de vista atendió a la conversación de una pareja de abuelos que discutían sobre la conveniencia de aquel puente, una infraestructura que los dejaba a cinco minutos de sus indeseables, chillones y caprichosos nietos.
Recuperó la ribera del río por un camino jalonado de unas minúsculas farolas de intención marinera que lo acompañaron hasta las instalaciones prefabricadas del embarcadero fluvial. Dos chavales subían su skate a los bancos del paseo bajo el Puente de Las Fuentes, una gigantesca botella de plástico prensada manaba agua y abría el camino generoso en árboles que regalaban su sombra a un par de pescadores más preocupados en la búsqueda terrenal de lombrices que en la vigilancia acuática. Un hombre armado con una pistola de lo amenazó desde un graffiti bajo el Puente de Hierro, un poco más adelante le acompañaron los sonidos lounge de un verano que ya pensaba en el otoño. La carrera ribereña terminó en una valla instalada por las autoridades municipales para preservar las ruinas romanas del Balcón de San Lázaro.
El azud une las últimas estribaciones del barrio de Las Fuentes antes de convertirse en Cantalobos y lo más nuevecito del barrio Vadorrey asomado el río. El cierzo corría suave para rebajar la intensidad del sol de septiembre, los bancos semicirculares estaban vacíos bajo la visera ondulante que los protegerá de las lluvias que aún estaban por llegar. Un ciclista perfectamente pertrechado de escama de la serpiente multicolor lo adelantó, cuando lo perdió de vista atendió a la conversación de una pareja de abuelos que discutían sobre la conveniencia de aquel puente, una infraestructura que los dejaba a cinco minutos de sus indeseables, chillones y caprichosos nietos.
Recuperó la ribera del río por un camino jalonado de unas minúsculas farolas de intención marinera que lo acompañaron hasta las instalaciones prefabricadas del embarcadero fluvial. Dos chavales subían su skate a los bancos del paseo bajo el Puente de Las Fuentes, una gigantesca botella de plástico prensada manaba agua y abría el camino generoso en árboles que regalaban su sombra a un par de pescadores más preocupados en la búsqueda terrenal de lombrices que en la vigilancia acuática. Un hombre armado con una pistola de lo amenazó desde un graffiti bajo el Puente de Hierro, un poco más adelante le acompañaron los sonidos lounge de un verano que ya pensaba en el otoño. La carrera ribereña terminó en una valla instalada por las autoridades municipales para preservar las ruinas romanas del Balcón de San Lázaro.
Javier López se detuvo para otear un nuevo camino que le permitiera continuar el entrenamiento pero la mirada derivó a estribor, cruzó el río y se detuvo en la majestuosa imagen gótico mudéjar de La Seo. El éxtasis arquitectónico fue aprovechado por un micro perrillo lanudo, un perrito con coletas de colores, una mierdecilla de perro, un come chochos de muy malas pulgas se abalanzó sobre su pierna derecha y mordisqueó los calcetines blancos del pague cinco y llévese seis de la última oferta del Decathlon. La reacción al ataque fue tan simple como agitar la pierna en un intento ridículo por deshacerse de aquella incomodidad. Las alocadas dentelladas del can aumentaron su frecuencia a la vez que las sacudidas incrementaban su potencia hasta que toda la energía centrífuga se concentró en el movimiento propio de los pateadores de rugby.
El animalillo salió disparado en dirección al Ebro mientras el grito histérico de su dueña paralizaba a todos los viandantes, tenderos y vecinos que hicieron el tradicional corro de alcahuetes alrededor de un Javier López que sonreía y disfrutaba de aquella visión aérea del perrillo dando vueltas con el efecto cambiado y ganando altura hasta que, el muy ladino, cuando las leyes de la física indicaban que debería perder altura, adoptó una posición rígida similar al diseño aerodinámico de un bumerang y cambió de dirección, ganó velocidad y se dirigió hasta el punto de partida con la precisión de un misil. El impacto fue brutal.
La dueña histérica vio la posibilidad de recuperar al canino sano y salvo. Tiró de él, tiró y tiró hasta que las mandíbulas caninas hicieron trizas los pantalones Niké del atleta que entonces tuvo su oportunidad para escapar de aquella agresión, pero el micro perro, en lugar de cobijarse en el regazo de su dueña, hizo gala de una deslumbrante habilidad propia de un miembro de los Servicios Secretos, cimbreó su cuerpo menudo en un salto acrobático, mostró sus poderosos colmillos y los clavó en sálvese las partes pudendas de Javier López.
El animalillo salió disparado en dirección al Ebro mientras el grito histérico de su dueña paralizaba a todos los viandantes, tenderos y vecinos que hicieron el tradicional corro de alcahuetes alrededor de un Javier López que sonreía y disfrutaba de aquella visión aérea del perrillo dando vueltas con el efecto cambiado y ganando altura hasta que, el muy ladino, cuando las leyes de la física indicaban que debería perder altura, adoptó una posición rígida similar al diseño aerodinámico de un bumerang y cambió de dirección, ganó velocidad y se dirigió hasta el punto de partida con la precisión de un misil. El impacto fue brutal.
La dueña histérica vio la posibilidad de recuperar al canino sano y salvo. Tiró de él, tiró y tiró hasta que las mandíbulas caninas hicieron trizas los pantalones Niké del atleta que entonces tuvo su oportunidad para escapar de aquella agresión, pero el micro perro, en lugar de cobijarse en el regazo de su dueña, hizo gala de una deslumbrante habilidad propia de un miembro de los Servicios Secretos, cimbreó su cuerpo menudo en un salto acrobático, mostró sus poderosos colmillos y los clavó en sálvese las partes pudendas de Javier López.
Etiquetas: Relato
10 Comments:
!Me has alegrado la tarde hombre!
No he podido reprimir la primera carcajada ante el dominguero pardillo de Javier López(me refiero al de tu relato). La segunda me ha salido del alma al imaginar al perrillo volver hacia tí como si de un boomerang se tratase y la tercera, amigo, seguro que ya te la imaginarás.
Fantástico, me dejas estupefacta. Pero ¡Qué bien se te da lo cómico!
Gracias por hacerme reir.
Ves por cosas como esta es por las que te voy a hechar de menos. No se no se como va a ser la aventura de este año sin ti. Supongo que regular. Sin las miradas complices que no podiamos resistir cuando la una y la otra empezaban con una de sus histortietas. Mas o menos como esta que acabas de contar. Tira que estas hecho peaso de alicate.
J
Tambien agradezco que me hayas hecho reir a mi tambien.
jajajajaja, si es que no hay nada peor que un perrillo de nada para enseñar sus dientes.
Besoabrazos.
Montse.
por dios qué trajín, tú
te has recuperado ya?????
un beso, anda que no
Hola Sara.
Pues objetivo cumplido. Si he conseguido alegrarte la tarde con una carcajada me doy por satisfecho, bueno satisfecho en este contexto no es un buen término, ya sabes.
Salu2 Córneos.
Hola George.
¡Qué no cunda el pánido! En febrero seguro que vuelvo, y lo de ahí arriba no es una "historieta" ;-) en la acción de un agente especializado
Salu2 Córneos.
pD. Joder, si tuviera que agradecerte todas las veces que me has provocado la risa... no tendría tiempo de hacer otra cosa.
Hola Montse.
¡¡Y pensar que crucé el azud porque me dijiste que había un señor que contaba historias!!
Grrr
Salu2 Córneos
Pd :-)
Hola Paula
Hay heridas que no se curan, sobre todo las de la humillación pública. Snif.
Salu2 Córneos
Si, había un señor que ontaba historias a la hora de tomar el sol, y te cuenta, que fue el cobrador del último tranvía, concretamente la lína 11 parque-san josé, y de ahí empieza a contar mil y una anécdotas.
Bueno, si ves a un abuelo tomando el sol y te paras, estoy segura que te contará algo sorprendente.
Besoabrazo.
Montse
Coñe Montse, si me paro con cada abuelo que esta tomando el sol no paro jajajajaaj
Salu2 Córneos.
Publicar un comentario
<< Home