La curvatura de la córnea

03 enero 2008

Una tarde en Ikea

Una facción femenina de la familia de mi mujer se confabuló para que ejerciera las funciones de chofer y las trasportase hasta el Ikea zaragozano de Puerta Venecia. Primero fueron mis cuñadas quienes entre risas sofocadas tuvieron que escuchar mi negativa, pero no reblaron en el intento y mandaron a dar la cara a mi sobrina de siete años «Tío Javi» me dijo « mi madre me ha dicho que ha visto en la propaganda del Ikea unas cortinas que hacen juego con mi nueva habitación»
No era mi primera visita al gigante del mundo de los muebles y la decoración. El año pasado visité la sucursal de Badalona donde compré un escurre lechugas y dos cuencos metálicos para servir ensaladas. Así que ya conocía el camino serpenteante que te guía a través de las secciones de dormitorios, salones, sofás, utensilios de cocina, mercería del hogar y yo-que-se-cuantas-cosas-más. Me adentré en solitario por aquella vereda, una senda jalonada por una flecha amarilla que, impresa en el suelo, me proporcionó seguridad y orientación, por eso decidí alejarme del grupo. Antes de comenzar a caminar consulté un plano general del recorrido y grité a mis acompañantes «Chicas, nos vemos en la cafetería que esta junto a los juguetes»
Me llamó la atención los libros colocados sobre las estanterías. Eran de verdad, nada que ver con esas horrendas imitaciones en corcho o madera que se pueden ver en otras tiendas y que le quitan a uno las ganas de comprar. Tuve un subidón ante la perspectiva de una tarde rodeada de aventuras, poemas y relatos. Me abalancé sobre una colección encuadernada en blanco, tomé uno de los volúmenes y me dispuse a leer la página dónde el azar detuvo mis dedos. No entendí nada y tuve unos segundos de confusión hasta que caí en la cuenta: ¡¡Estaba escrito en alguna lengua desconocida!! Tomé el libro de al lado, y otro más, y varios de otras estanterías; di un salto hasta la librería de enfrente y el fenómeno se repetía, no había duda: Aquel idioma era el sueco, yo me hice en ídem y avancé con la intención de no detenerme hasta llegar a la cafetería.
La avisté tras una doble curva formada por un enorme container de osos de peluche y otro con más osos blancos que el deshelado Polo Norte. En ese instante bajé la guardia durante el tiempo suficiente para que un ataque combinado de murciélago y araña me aterrorizara. Temí que el vampiro me chupara la sangre o que la tejedora me empaquetara en una tupida tela de la no podría escapar. Reuní todas mis fuerzas hasta que de mis entrañas surgió un espeluznante graznido. Los asaltantes huyeron al ritmo del Dancing Queen de ABBA.
En dos zancadas me presenté en la entrada de la cafetería. Frente a los paneles que informaban de los servicios que allí se dispensaban acerté a encontrar el motivo de tantos sobresaltos. Tras el incidente de los libros había decidido hacerme el sueco, así por las buenas «Pues me hago el sueco» dije, pero no era tan fácil, ni la propia voluntad, ni el libre albedrío eran suficientes. Un cartelón de considerables dimensiones lo decía bien claro “Hazte el sueco, como… Salmón marinado + Albóndigas suecas (15 unidades) + Tarta de almendras + Cerveza Old Gold y Café” Todo por el módico precio de 8,95 Euros. No lo dudé y di buena cuenta de aquellas viandas que me convertirían en un auténtico sueco.
La receta funcionó. Regresé sobre mis pasos y no hubo ataques de ningún bicho aunque lo más sorprendente estaba por llegar. Me acerqué a una librería Billy, cogí un libro de Chugt Judas editado en Estocolmo, me senté en un sofá Fenker y ocurrió el milagro: Las palabras suecas se me revelaron compresibles.
Quise compartir tan extraña experiencia con el clan femenino de la familia de mi mujer, así que volví de nuevo sobre mis pasos, esta vez en la dirección marcada por las flechas amarillas. Lo divisé en la sección de cortinas, frené en seco ante su presencia mítica, ante su rostro inconfundible, ante su sonrisa tan leve como franca, le tendí la mano, me la estrechó con sutileza, sentí la suavidad de las yemas de sus dedos — los mismos dedos que golpean con firmeza las cuerdas del bajo — Me hubiera gustado contarle que había asistido a tres de los conciertos españoles del World Tour 2007, darle las gracias por tantas canciones y por todos los momentos emocionantes que me han proporcionado, pero no pude hacerlo. Las líneas del pensamiento surgían en español pero las cuerdas vocales sólo vibraban en sueco. No tuve opción, me mordí la lengua, puse cara de gilipollas y guardé un silencio cartujano. El último cheroqui del rock and roll me dio las gracias y tras unas palmaditas en la espalda se reunió con su familia, le reclamaba para decidir sobre la tonalidad de un estor.
Estaba preocupado cuando las chicas se reunieron conmigo, al fin y al cabo no podía articular ni una palabra que fuera comprensible, sin embargo mi cara mostraba felicidad porque saboreaba el encuentro con Joaquín Cardiel. Ellas achacaron mi sonrisa a algún deslumbramiento Ikeano, ya se sabe que los conversos suelen ser los más radicales, y ellas estaban convencidas de mi caída del caballo para pasar del descreimiento hasta la consagración en cuerpo y alma al gigante sueco.
No extrañaron mi silencio, entre otras cosas porque cuando a estas chicas les da por hablar no hay un Dios que meta baza. Pasamos por las cajas con rapidez, cargamos el maletero del Citröen C4 con un montón de objetos y abandonamos el Ikea de Puerto Venecia para regresar al barrio. Circulábamos por la Z-30, poco antes de llegar a Miguel Servet, cuando mi mujer me preguntó por el menú del día siguiente. Tensé los músculos del cuello, tosí repetidas veces y en un suspiro de alegría contesté. Lo hice en un magnífico español aderezado con el particular acento andaluz de los que hemos nacido en Utrillas «Salmón marinado + Albóndigas suecas (15 unidades) + Tarta de almendras + Cerveza Old Gold y Café»

6 Comments:

At 03 enero, 2008 11:51, Anonymous Anónimo said...

El texto es muy entretenido y divertido.Excelente rato he pasado leyendolo.

¡Joaquin Cardiel en el Ikea eligiendo estores! por fin un toque maño entre tanto Suequismo...No me extraña que luego te gustara la comida del Ikea, estabas ya embelesado...

 
At 04 enero, 2008 01:08, Blogger Javier López Clemente said...

Hola Retruécano.

En fin, me daba un poco de verguenza colgarlo, ya sabes, escribir humoradas es fácil. Así que he intentado que además de la dosis de humor implicita llevará su pizca de, en fin, ya tu sabes, que diría Dinio.

Pues sí, allí estaba el bueno de Cardiel con la familia. Lo mejor fue ver su sonrisa de cerca, confieso que me cautivo.

Salu2 Córneos.

 
At 05 enero, 2008 00:07, Blogger Eryx Bronte said...

Feliz año nuevo.

Eryx.

 
At 05 enero, 2008 01:53, Blogger Javier López Clemente said...

Hola Eryx Bronte

y lo mismo digo: Feliz Año.

Salu2 Córneos.

 
At 05 enero, 2008 14:56, Blogger Fernando said...

ja,ja...ya veo que la experiencia es un grado...yo no he ido a la república independiente...pero mi compañera se lleva a su hermano...abrazos.

 
At 05 enero, 2008 16:30, Blogger Javier López Clemente said...

Hola Fernando.

Aviso para navengantes: No tomen el café de la república independiente, sin embargo había un pastelito... no, no recuerdo su nombre pero rico.

Salu2 Córneos.

 

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