Las aventuras de Huckleberry Finn
El pasado sábado día 12 comenzó el Ciclo de Teatro para niños y mayores en el Teatro de la Estación. El estreno de esta programación, orientada hacia el “público familiar”, estuvo a cargo de la compañía Ultramarinos de Lucas que puso sobre el escenario una versión teatral de la novela de Mark Twain “Las aventuras de Huckleberry Finn”
El desarrollo de la obra se sustenta en dos discursos narrativos. El primero de ellos nos cuenta la historia de Huck, de cómo escapa de la vida encorsetada que se le exige cuando a él sólo le interesa la libertad de pensamiento, palabra y obra; de cómo se encuentra a Jim, un esclavo que también busca la libertad. En esta peripecia nos encontramos con un discurso que se me antoja poco habitual para nutrir los pensamientos de nuestros niños. Se habla de la muerte, Huck se interroga sobre qué significa morir, incluso se plantea la finitud como una solución, en este caso por la defunción de su padre, un tipo despreciable que nada tiene que ver con esa idílica fotografía que algunos se empeñan en sacar de la familia como solución a todos los problemas. Se habla de la libertad, de su cara amable representada por una bicicleta, con sólo pedalear, sentir el aire en la cara y todo el camino por recorrer te puedes sentir el niño más feliz del mundo, pero también se muestra la faceta oscura de la falta de libertad representada por un hombre al que se le puede comprar y vender, al que podemos meter tras una reja como si de un animal se tratara porque el color de su piel no coincide con el color de nuestra piel. Se muestra un libro como forma de conocimiento, de entretenimiento, un poderoso amigo que siempre podemos llevarlo de nuestra mano. Esta línea dramática es expositiva, presenta los hechos, los cuenta, no hay juicios. Sin embargo, la obra nos invita a hacer nuestro propio viaje, en este caso al niño que todos fuimos alguna vez, un viaje a los anhelos y a las ilusiones, para este fin, Ultramarionos Lucas, utiliza como medio de transporte las respuestas a una pregunta que los actores lanzan a los espectadores: ¿Qué querías de niño? Algunos querrían volar, otros desearían no tener miedo y más de uno de los que lean estas líneas aún tendrán la esperanza de ser astronauta, bombero o, como Mark Twain, piloto de vapores por el Misisipi.
Estas dos líneas narrativas confluyen en un sencillo espacio escénico que esconde una caja de sorpresas en forma de plano inclinado elevado sobre la tarima y dónde salen una, una isla solitaria o una balsa a la deriva. Esta excelente dramaturgia se sustenta en un excelente trabajo actoral. Luis Orna, Juan Monedero y Juan López Berzal componen unos personajes desde la naturalidad que supone jugar, se transforman ante nuestros ojos con la aparente simpleza de un intercambio de sombreros que es mucho más, es un cambio de registro en los movimientos, la expresión corporal, la entonación, una estrategia escénica que mantiene al espectador dentro de la historia.
La propuesta de Ultramarinos Lucas con esta puesta en escena es un recordatorio para niños y mayores, una invitación exenta de declaraciones, discursos y teorías educativas: Una invitación a jugar, y dime, lector de esta bitácora ¿aún te atreves a jugar?
El desarrollo de la obra se sustenta en dos discursos narrativos. El primero de ellos nos cuenta la historia de Huck, de cómo escapa de la vida encorsetada que se le exige cuando a él sólo le interesa la libertad de pensamiento, palabra y obra; de cómo se encuentra a Jim, un esclavo que también busca la libertad. En esta peripecia nos encontramos con un discurso que se me antoja poco habitual para nutrir los pensamientos de nuestros niños. Se habla de la muerte, Huck se interroga sobre qué significa morir, incluso se plantea la finitud como una solución, en este caso por la defunción de su padre, un tipo despreciable que nada tiene que ver con esa idílica fotografía que algunos se empeñan en sacar de la familia como solución a todos los problemas. Se habla de la libertad, de su cara amable representada por una bicicleta, con sólo pedalear, sentir el aire en la cara y todo el camino por recorrer te puedes sentir el niño más feliz del mundo, pero también se muestra la faceta oscura de la falta de libertad representada por un hombre al que se le puede comprar y vender, al que podemos meter tras una reja como si de un animal se tratara porque el color de su piel no coincide con el color de nuestra piel. Se muestra un libro como forma de conocimiento, de entretenimiento, un poderoso amigo que siempre podemos llevarlo de nuestra mano. Esta línea dramática es expositiva, presenta los hechos, los cuenta, no hay juicios. Sin embargo, la obra nos invita a hacer nuestro propio viaje, en este caso al niño que todos fuimos alguna vez, un viaje a los anhelos y a las ilusiones, para este fin, Ultramarionos Lucas, utiliza como medio de transporte las respuestas a una pregunta que los actores lanzan a los espectadores: ¿Qué querías de niño? Algunos querrían volar, otros desearían no tener miedo y más de uno de los que lean estas líneas aún tendrán la esperanza de ser astronauta, bombero o, como Mark Twain, piloto de vapores por el Misisipi.
Estas dos líneas narrativas confluyen en un sencillo espacio escénico que esconde una caja de sorpresas en forma de plano inclinado elevado sobre la tarima y dónde salen una, una isla solitaria o una balsa a la deriva. Esta excelente dramaturgia se sustenta en un excelente trabajo actoral. Luis Orna, Juan Monedero y Juan López Berzal componen unos personajes desde la naturalidad que supone jugar, se transforman ante nuestros ojos con la aparente simpleza de un intercambio de sombreros que es mucho más, es un cambio de registro en los movimientos, la expresión corporal, la entonación, una estrategia escénica que mantiene al espectador dentro de la historia.
La propuesta de Ultramarinos Lucas con esta puesta en escena es un recordatorio para niños y mayores, una invitación exenta de declaraciones, discursos y teorías educativas: Una invitación a jugar, y dime, lector de esta bitácora ¿aún te atreves a jugar?
2 Comments:
Pues si, claro que me atrevo a jugar y a volver a ser niño. A preguntarme mil cosas con inocencia y a vivir sin mentiras ni malos rollos. Me gusta la invitación, ¿cuando se empieza a jugar?Un abrazo.
Hola Gubia
Se empieza ya.
Yo doy
Chibiricu chibirica chibiricurcurifeo la mujer del zapatero me la da y no la quiero. Pin pon fuera.
La quedas ;-)
Salu2 córneos.
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