La curvatura de la córnea

06 julio 2007

Infinito

Rumbas de Los Chichos, la Ramona es pechugona tiene dos cantaros por pechos, Luís Cobos acribillando el ritmo del pasodoble, una canción de El Último de la Fila, las mil y una rancheras de Rocío Durcal transformadas por el dance, explota, explótame, explou, explota, explota mi corazón y, sin transición ni misericordia, sonido maquinero del más puro estilo trance.
La discoteca mantenía el sabor pretérito del la disco music con el suelo de luces multicolores, la gran bola de cristales y las butacas rosas como testigos mudos de los primeros besos de tornillo, viscosos e interminables. Aún flotaba en el aire el aroma a Varón Dandy, el trapicheo con las drogas, los vapores del alcohol de garrafa y las vertiginosas secreciones corporales.
Una sonrisa antigua que ya tenía olvidada iluminó mi rostro. No lo había visto, ni durante la ceremonia, ni en el banquete, pero ahí estaba contorneando sus caderas en mitad de la pista.
Pelo engominado y peinado hacia atrás, patillas gruesas y teñidas, cadena de oro sobre el pecho lobo, camisa negra de enormes cuellos que descansaban sobre las solapas de una inmaculada americana tan blanca como los pantalones campana marcando paquete, y una hebilla de extravagante tamaño dónde se podía leer en letras de oro: Tony Manero.
Algunos de mis amigos habían decidido no cambiar nada, como si no hubieran pasado más de veinticinco años desde aquellas fiebres de los sábados por la noche cuando soñábamos ser los mejores y cambiar el mundo mientras bebíamos Martini Blanco. Noches sin parar de hablar, sin parar de reír. Noches sin límites dónde todo estaba por descubrir.
La silueta de María cruzó la pista y me devolvió a la realidad. Una realidad de la que ella había estado ausente durante más de veinte años. Jamás pregunté por ella durante todo ese tiempo y me pareció una mala idea que nos sentaran juntos durante el banquete. «Para que podáis recordar los buenos tiempos» dijo la novia. Pero todo se volvió a repetir: La velada terminó como el rosario de la aurora y las heridas mal cerradas del pasado agriaron la tarta nupcial. ¿Cuáles fueron los motivos? Como entonces, no me atreví a contestar.
Serpenteó entre las cadenetas formadas por el cha-ca-cha del tren para dirigirse hacía los cielos. El acceso a los baños estaba jalonado por un pequeño pasillo de unos tres metros de largo. Un día lo alicataron con baldosas blancas y lo iluminaron con el exceso suficiente para transformarlo en el camino más corto hacia el Reino Celestial. Tanto fulgor fue apagado por los rotuladores de todos los colores. El corazón fue la forma geométrica que más se dibujó. Grandes y rojos. Pequeños y negros. Tallados a punta de navaja con un trazado perfecto o de pulso tembloroso. Junto a los corazones todos los nombres del santoral, incluidos el suyo y el mío.
Los destellos aleatorios de las luces estroboscópicas sumían su rostro en la oscuridad. En una de aquellas ráfagas la vi llorar abrazada por la que ella nombró como su mejor amiga. Las lágrimas roturaban el maquillaje hasta formar un río de rimel.
Los decibelios y la distancia me impidieron escuchar sus palabras pero las adiviné. Describió nuestra última discusión, la eterna discusión que nos perseguía sin descanso. Fue entonces cuando lo sentí. Un golpe duro y seco en la boca del estómago fijó el dolor en las entrañas más profundas y el riego sanguíneo aceleró el ritmo de las pulsaciones hasta sonrojar mis mejillas. Eran las pruebas físicas e irrefutables que la designaban como el amor de mi vida. ¿Por qué no evité la discusión durante el banquete? ¿Qué maleficio hizo imposible nuestro amor?
Las preguntas flotaban sobre la cabina del pinchadiscos y entre los invitados sodomizados con el remix de la Tuna. Salí de la discoteca consciente de mi huida, me alejaba de la posibilidad de cambiar mi vida, como hice veinte años atrás, el mismo miedo, la misma carrera y las mismas estrellas del firmamento. Me refugié en la suavidad del volante con la intención de poner tierra de por medio. El trazado de la carretera serpenteaba y zigzagueé siguiendo los nítidos recuerdos de mi memoria. Tras pasar la Fuente del Mocho metí la cuarta, pisé a fondo hasta llegar a la siguiente curva, perdí el control y conté hasta cuatro vueltas de campana mientras el lector de CD´s contestaba a todas mis dudas:

10 Comments:

At 06 julio, 2007 17:07, Anonymous Anónimo said...

Don Javier: Le leo y leleo...
¡Dios guarde a usted muchos años!
Suyo afmo:

Antonio

 
At 07 julio, 2007 15:28, Blogger Mamen said...

Coge el teléfono, no, mejor vete a buscarla ¡ala! ¿a que esperas? "Un momento se va y no vuelve a pasar..."

 
At 08 julio, 2007 11:53, Anonymous Anónimo said...

la ramona pechugona... eso se lo cantaban a una compi mq venía conmigo a solfeo. pobrecica! si estaba plana como una tabla de planchar!!

 
At 09 julio, 2007 09:59, Blogger Javier López Clemente said...

Hola Antonio.

Comentarios como el tuyo son los que me suben a la supeficie en los momentos de duda.

Gracias.

Salu2 Córneos.

 
At 09 julio, 2007 09:59, Blogger Javier López Clemente said...

Hola Mamen.

¡Tantos momentos hemos dejado pasar!

Salu2 Córneos.

 
At 09 julio, 2007 10:00, Blogger Javier López Clemente said...

Hola Ana.

¡¡La ramona convertida en una canciòn intergeneracional!!! eso no me lo esperaba jajajajajajajajaj

Salu2 Córneos.

 
At 10 julio, 2007 17:14, Anonymous Anónimo said...

Uf, mal asunto. No se si la cosa se puede salvar...o si quieres hacerlo...o si ahora merece la pena.
¿Es posible acabar junto al amor de tu vida?¿solo hay un "amor de tu vida"?...uf, uf

 
At 10 julio, 2007 18:05, Blogger Javier López Clemente said...

Hola Lamima.

Dos preguntas peliagudas. Supongo que el amor es una de esas especies raras a las que tenemos que cuidar para no terminar ahogándola en la rutina. Pero, como ves, es una respuesta de manual...

Salu2 córneos.

 
At 14 julio, 2007 22:56, Blogger verarex said...

Una frase que yo digo, a veces, cuando entro en confianza: "que ando buscando al amor de mi vida, porque marido ya tuve"

Yo acuerdo con Antonio: que vuelvas a donde caracho sea y le respondas
Y acuerdo también con Lamima ¿acaso hay un solo "amor de tu voda"? Quizas no
Pero...tanto como si asi fuera como si no lo fuera en absoluto... por que no?
por que negarse al amor?

los ojos tristes de Bunbury... tiene pena de verdad en ese video
Salutes
del sur del mundo

 
At 16 julio, 2007 16:27, Blogger Javier López Clemente said...

Hola VeRa y bienvenida a esta Bitácora.

Me encanta que la primera frase que dejas en esta bitácora sea fruto de entrar en confianza ;-)

Tal vez no haya un sólo amor en la vida pero el que nos envuelve nos deja turulatos para toda ella... tal vez.

Tal vez Bunbury tuviese los ojos tristes porque por entonces dejó a su amor, o lo dejaron, que eso creo que nunca se supo.

Salu2 Córneos al sur del mundo.

 

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