Con una mirada negra
Mi segunda singladura en barco terminó en una estación de autobuses. Fue tras mi único viaje de estudios del que recuerdo la visita resacosa a una catedral gótica, el chunda chunda de las discotecas y un solo de guitarra de Mark Knopler. Tenía quince años.
Eran las nueve de la noche y faltaban un par de horas para que nos recogiera el autobús del Lechero, así que decidí cumplir con la promesa de regresar a casa sin un chavo. Hurgué en todos los bolsillos y me senté a la barra del bar de la estación para darme un banquete compuesto por una Coca-Cola, un bocadillo de lomo con pimientos verdes y una ración de patatas bravas.
Tardé un siglo en comprobar quien tiraba de mi camiseta favorita serigrafiada con el número 23 porque temía alguna broma de mis compañeros, o la exigencia de repartir el botín culinario del que estaba dando cuenta.
Fue su mirada negra la que me hirió. Mis ojos escaparon de los suyos hasta recalar en una mata de pelo negra atada en una grasienta coleta, en dos mocos negros solidificados sobre el labio superior y en unos ropajes negros que me recordaron las vestimentas negras de las fotos sepias de los años negros. Su brazo extendido como un puente entre mi abundancia y su miseria terminaba en la palma roñosa de la pobreza.
— Dame algo.
La seguridad de su voz me descolocó. No había suplica en su tono, al contrario, estaba recibiendo una orden.
— Que me des algo.
Era una niña, no tendría más de doce años dentro de un cuerpo menudo pero con el rostro garabateado como si la vida se hubiera entretenido en arar todo el futuro de una sola vez. Mis movimientos fueron lentos, tan lentos como me permitió el boquiabierto cerebro. Aparté el bocadillo de la proximidad de mis labios y se lo ofrecí. Pasó todo el tiempo del mundo y un poco más. Fue agradable sentir durante un segundo la sensación del buen samaritano, como si aquel gesto fuera suficiente para ganarme el título de solidario.
— Métete el bocadillo por el culo y dame dinero.
***
No pude darle lo que me pedía. Ese pensamiento se fijó en mi mente durante el regreso desde la costa hasta las faldas turolenses de la Sierra de San Just. Una noche de martirio. No podía olvidar las palabras con las que aquella niña me había sacado del sueño. Creo que fue en ese preciso momento cuando abandoné la infancia para ingresar en el mundo adulto dónde la realidad lo ocupa casi todo. Un zarpazo a la conciencia, el primer envite que me obligó a reflexionar más allá de los libros de aventuras, de las canciones y de las hormonas en estado perpetuo de ebullición.
Aquella niña había aprovechado su situación para presionar sobre mis sentimientos con tanta crudeza que resolví con acusarla. Ella me exigió el dinero que yo no tenía, a cambio le ofrecí lo poco que podía entregarle. Este gesto fue rechazado con tanto desprecio que desde entonces jamás le he dado dinero a quien extiende su mano con el único propósito de entrar en nuestros remordimientos con una mirada negra.
Eran las nueve de la noche y faltaban un par de horas para que nos recogiera el autobús del Lechero, así que decidí cumplir con la promesa de regresar a casa sin un chavo. Hurgué en todos los bolsillos y me senté a la barra del bar de la estación para darme un banquete compuesto por una Coca-Cola, un bocadillo de lomo con pimientos verdes y una ración de patatas bravas.
Tardé un siglo en comprobar quien tiraba de mi camiseta favorita serigrafiada con el número 23 porque temía alguna broma de mis compañeros, o la exigencia de repartir el botín culinario del que estaba dando cuenta.
Fue su mirada negra la que me hirió. Mis ojos escaparon de los suyos hasta recalar en una mata de pelo negra atada en una grasienta coleta, en dos mocos negros solidificados sobre el labio superior y en unos ropajes negros que me recordaron las vestimentas negras de las fotos sepias de los años negros. Su brazo extendido como un puente entre mi abundancia y su miseria terminaba en la palma roñosa de la pobreza.
— Dame algo.
La seguridad de su voz me descolocó. No había suplica en su tono, al contrario, estaba recibiendo una orden.
— Que me des algo.
Era una niña, no tendría más de doce años dentro de un cuerpo menudo pero con el rostro garabateado como si la vida se hubiera entretenido en arar todo el futuro de una sola vez. Mis movimientos fueron lentos, tan lentos como me permitió el boquiabierto cerebro. Aparté el bocadillo de la proximidad de mis labios y se lo ofrecí. Pasó todo el tiempo del mundo y un poco más. Fue agradable sentir durante un segundo la sensación del buen samaritano, como si aquel gesto fuera suficiente para ganarme el título de solidario.
— Métete el bocadillo por el culo y dame dinero.
***
No pude darle lo que me pedía. Ese pensamiento se fijó en mi mente durante el regreso desde la costa hasta las faldas turolenses de la Sierra de San Just. Una noche de martirio. No podía olvidar las palabras con las que aquella niña me había sacado del sueño. Creo que fue en ese preciso momento cuando abandoné la infancia para ingresar en el mundo adulto dónde la realidad lo ocupa casi todo. Un zarpazo a la conciencia, el primer envite que me obligó a reflexionar más allá de los libros de aventuras, de las canciones y de las hormonas en estado perpetuo de ebullición.
Aquella niña había aprovechado su situación para presionar sobre mis sentimientos con tanta crudeza que resolví con acusarla. Ella me exigió el dinero que yo no tenía, a cambio le ofrecí lo poco que podía entregarle. Este gesto fue rechazado con tanto desprecio que desde entonces jamás le he dado dinero a quien extiende su mano con el único propósito de entrar en nuestros remordimientos con una mirada negra.
26 Comments:
Para que veas que no todo es poesía...gracias que no seguiste al pie de la letra las palabras de la malcarada...pobre lomo!..;)...por cierto estoy hasta las mismisimas cachimbas de las letricas estas que poneis...hay que hacerlo dos veces...
Hay formas duras de volver a la realidad y de conocer otras realidades. Yo aún recuerdo la vez que le dí 100pts a una señora que pedía y me puso verde, verde y amarilla...
Muchas veces no es mas que eso que has descrito: alcanzar el sueño de ser buenos y justos por el precio de una simple moneda
"con el rostro garabateado como si la vida se hubiera entretenido en arar todo el futuro de una sola vez"
Yo siempre entro en conflicto conmigo misma, porque no me gusta sentirme bien por ofrecer algo que me sobra, y al final, no puedo mudarme, ni quiero, por la piel del otro, y no sé que hacer, y...
Hace poco, recién separada, estaba tomándome un vino en el continental del coso. era bastante de noche. Y vino un negro, con sus múltiples pulseras de santos, y dvd y cd regrabados. Era muy joven, no sabía ni una sóla palabra de castellano, y estaba desesperado, como hacía tiempo que no había visto a alguien desesperarse. Supongo que estaría recién llegado al país de los sueños rotos, y además, tendría frío, y hambre. Le compramos una pulsera, le pagamos el doble de lo que nos pidió. No me sentí en absoluto mejor. Cuando me la pongo, siento que los santos que lleva custodian sus pasos. No sé muy bien por qué siento esto, pero es así. Tampoco sé por qué te lo cuento, supongo que al final, viene algo a cuento. Pero no sé por qué.
Un besazo reflexivo
Hola Fernando.
;-) Te recuerdo que el texto no desvela dónde acabó el bocadillo de lomo.
Yo también estoy hasta las cachimbas de las letricas pero hace un tiempo la bitácora sufrió un ataque masivo de mensajes basura y me recomendaron, para evitar ese tipo de intrusismo, configurar lo de las letrillas.
Bien es cierto que en otras plataformas blogeras el método es más sencillo pero...
Salu2 Córneos.
Hola Gubia.
Creo que lo importante es acabar por aterrizar en la realidad.
Salu2 Córneos.
Hola Detective.
Es cierto lo que dices pero también un poco injusto. Yo no soy el responsable de la situación de todos los males del planeta y a veces algunas miradas (y algunos anuncios de determinadas ong´s) pretenden resposabilizarme de esas circunstancias y para ello no dudan en incidir en mis remordimientos. Eso también es injusto.
Salu2 Córneos, mi maestro.
Hola Paula.
A eso me refería en lo que le he dicho a Detective, el hecho objetivo de que nos sobre algo, o mucho, no nos convierte en los malos malísimos de la peli. Es una autoflegelación injusta.
Salu2 Córneos.
¿El de la foto es el "torete"?.
Me mola un montón el look Quimi Portet.(ya disculparas que haya elegido a un componente de El ultimo de la fila para la comparación). Pero más me interesa la reflexión que extraigo al leerte. Ya sabes que si algo le gusta al lector es de reconocerse en lo que lee.
Retruecano
Hola Retruecano.
Al menos no te has metido con el foular :-)))))))
Quimi fue más sincero y dejó el gran invento a tiempo.
Es una gran sorpresa que este texto haya levantado esta ola de reflexiones y eso me alegra mucho.
Salu2 córneos.
Que historia... puedo sentir eso justamente cuando sólo puedes cruzarte de brazos e impotente ante la mirada oscura y vestida de negro de una miseria que no puedes detener aunque des todo el oro que posees... hay miserias que no cubre el dinero... hay dinero que provoca miseria...!!! y asco a veces...
córneo, cambiando de tercio... quien es el guapo de la foto es que es guapo guapo!!!
muchos besos
Ah, yo también he sentido a veces la sensación de ser avasallada por gente que hace de su "miseria" un arma arrojadiza, como si yo fuese culpabe de no vivir como ellos.Me parece tan injusto....
Además consiguen generar unos recelos, como el que tu cuentas, que al final seguramente caen sobre otros tantos que no lo merecen. Habrá que pensar quien hace más daño: yo viviendo cómodamente o estos piratas pidiendo, con soberbia, su impuesto revolucionario.
(P.D. Maravillosa la pegatina explicativa de la foto. Yo siempre he empleado la técnica de escribir por detrás pero esa....Al final siempre consigues arrancarme una sonrisa)
Hola Laonza
Es cierto, no podemos detener l miseria uno a uno. Por eso creo que es interesante canalizar nuestras ayudas a través de organizaciones serias y de contrasntada eficacia, antes que con monedas en mano.
Y cambiando de tercio... Me gustaría saber el tono de tanto guapo, guapo, guapo en tu comentario ;-), en cualquier caso... el de la foto es un servidor con 26 añitos menos.
Salu2 Córneos.
Hola Lamima
La sensación que recuerdo no es la de "avasallado", me sentí agredido por el lenguaje y la actitud de exigencia. También es cierto que sólo tenía quince años y medio de los de antes.
Me alegra mucho tu afirmación final porque para mi es una satisfacción provoar la sonrisa.
Salu2 Córneos
Es una historia fuert, matizaría diciendo que sí que la niña te arrancó d etu sueño para hundirte en la cruda realidad, que era su día a día.probablemente ella interpretó que querías eso lavar ti conciencia dandole de comer, no se creía que no tuvieras un duro....su mapa interno no era el tuyo....
un abrazo
Hola Hera.
Interesante visión.
Tal vez es eso lo que me ocurre ahora, que los veo por la calle pidiendo dinero con sus cajas de carton y carteles diseñados con errores ortográfico y... tampoco yo me lo creo.
Tal vez entonces fui injusto con mi reflexión y de nuevo vuelva a serlo ahora ¿o no?...
...
..
.
De nuevo tendré que empezar a definir mi lista de valores?
...
..
.
Salu2 Córneos y aturdidos
Qué foto!!! Me encantó!!
Estai bien bueno cabritooooo...
(otra forma de decir "qué guapo te ves, niño")
Mas, otra cosa es el tema de los que piden....las caritas sucias que te hacen sentir culpable mientras disfrutas ese helado o ese almuerzo que estás pagando con tu trabajo, no con dádivas de nadie.
Acá en el imperio, donde vayas hay algún niño (o no tan niño), dispuesto a tender, en tu propia cara, ese puente entre su miseria y tu abundancia, como tan bien lo describieras en tu texto.
Total, dicen que en pedir no hay engaño. En todo caso, tras esta figura de aparente necesidad, se esconden otras cosas no menos terribles: drogas, delincuencia, abusos e incluso prostitución infantil.
Un cuento para nunca acabar....
Besos veraniegos,
La Reina del Nilo on the rocks.
Hola Cleo, Mi Reina.
Gracias por lo de bien bueno cabrito :-) los años no han pasado en valde.
Hace un tiempo que me parece ver en la gente que pide en la calle cierta profesionalización de la mendicidad, seguro que no es así en todos los casos pero sigo pensando que lo mejor es canalizar las ayudas por otras vías y olvidarnos de caer en la trampa de la mano tendida.
Verano allá y un sin invierno acá. Al parecer vamos a pasar en invierno más benigno desde hace nosecuanto.
Salu2 Córneos y esta mañana con niebla.
Hola Antonio.
Tal vez fue que me pilló fuera de mi entorno (el pueblo o Zaragoza), después de esa semana de despilfarro en mi primer viaje "solito" y empeñado en "gastar" todo mi dinero y además con quince años (uff!!!)
En cualquier caso me alegra que el texto guste hasta en el Serrablo ;-)
Salu2 Córneos y sigue la niebla en la Ribera.
Javi:
Yo jamás doy dinero a quien extiende la mano, porque no lo tengo, mejor ofrezco una mano amistosa.
Luces guapito en la fotografía.
Abrazos porteños, Monique.
hola javier como estas???
me gusta este post, no se que decirte, yo también me identifico con él.
un beso
HOla Monique.
Una vez le escuché a Serrat que guardaramos nuestro dinero para aquellos que hacen música en la calle.
Salu2 córneos
Hola Maite.
Siempre es agradable comprobar que lo que uno escribe le gusta la personal que hace el esfuerzo de venir hasta este rincón.
salu2 córneos con besitos y ordenador fuera de servicio :-(
Javi:
Tengo un amigo que sólo le da dinero a los músicos que ambulan.
Monique.
Javi:
Hay algo que me agrado mucho mucho en tus dos espacios: la conjungaciòn de tiempos fotográficos, el pasado y lo actual, eso me recuerda un libro que acabo de leer de Milan Kundera, es uno de sus últimos " El telón" en donde él habla de la continuidad histórica; en sí, de la sucesión de acontecimientos, actitudes, tiempos, como un largo recorridos de caminos de diversos periodos, de la conciencia de la continuidad, ya sea en la persona, en el arte, en la pintura, en la literatura, creo que en esas dos fotos que presentas, lo lograste. Y te felicito, bien, muy bien Javi.
Prometo ya no regresar, ja, ja...
Hola Monique.
La verdad es que no me había planteado esos saltos temporales que efectivamente se producen en ambas bitácoras.
Muchas veces pienso que me gustaría poder reconocer una sucesión de acontecimientos que terminara por dar sentido a al trayecto recorrido. Una mirada que permita obivar esas chinitas diminutas que son capaces de amargarnos un día, una semana pero que vistas desde la prespectiva del tiempo acabarán por no ser nada.
¡Y cuanto me gusta que me felicites :-)!!!
Gracias Monique, un subidón como tu comentario siempre viene de maravilla.
Salu2 Córneos con el ordenador recuperado casi del todo.
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