Por turnos
Mis dedos pasearon por tu cuerpo como tantas otras veces. Me detuve en la cicatriz que te igualó a Aquiles para contar sus centímetros y de nuevo no pude hacerlo. La rodeé quince veces aunque a la décima ya estabas dormida, o relajada, o en otro mundo al que nunca podré acceder, ni quiero. Intenté acomodar la danza de mis manos con la pausada profundidad de tu respiración. Lo conseguí durante la brevedad de un instante pero me despistó el vuelo sincopado de una mosca y te volví a perder en los mares, o en las olas o en la sal.
Pasó el tiempo que nos tenía separados. Tus pensamientos volando voy, volando vengo y sobre el suelo mi sobrepeso y tu cuerpo. Una levísima contractura escondida en el omoplato izquierdo permitió el regreso de la comunión. Me tropecé con ella miedoso, asustado y escéptico. La rodeé quince veces aunque a la décima ya la había vencido, diluido, exiliado. El gemido no fue de tono sexual, fue de alivio.
Fui capaz de mantener el ritmo de tus pulmones hasta que las palmas de las manos olvidaron las bulerías ejecutadas sobre tus muslos. Estaba dispuesto a no perder la nueva oportunidad y me deslicé sinuoso desde las cimas blancas de las nalgas hasta las cúspides morenas de tus hombros y hasta el infinito y más allá. Lo hice quince veces aunque a la décima los gemidos ya eran afectivos.
Los monjes seguían cantando cuando mis dedos dejaron de pasear tu cuerpo como tantas otras veces. Empezaba tu turno.
Pasó el tiempo que nos tenía separados. Tus pensamientos volando voy, volando vengo y sobre el suelo mi sobrepeso y tu cuerpo. Una levísima contractura escondida en el omoplato izquierdo permitió el regreso de la comunión. Me tropecé con ella miedoso, asustado y escéptico. La rodeé quince veces aunque a la décima ya la había vencido, diluido, exiliado. El gemido no fue de tono sexual, fue de alivio.
Fui capaz de mantener el ritmo de tus pulmones hasta que las palmas de las manos olvidaron las bulerías ejecutadas sobre tus muslos. Estaba dispuesto a no perder la nueva oportunidad y me deslicé sinuoso desde las cimas blancas de las nalgas hasta las cúspides morenas de tus hombros y hasta el infinito y más allá. Lo hice quince veces aunque a la décima los gemidos ya eran afectivos.
Los monjes seguían cantando cuando mis dedos dejaron de pasear tu cuerpo como tantas otras veces. Empezaba tu turno.
Etiquetas: Relato
7 Comments:
bonito y sugerente, me gusta.Un abrazo
Precioso, de veras!!
Besos
Hola Gubia. Hola Eva.
Gracias a las dos.
Un toque erótico de nivel, la sublimación de la caricia, el placer arrancado al sueño, real o fingido. He ahí algo que nunca se sabrá.
Hola Luis.
Es uno de los más sugerentes moméntos, cuando ella se mueve ligeramente para indicarte que la cosa va bien y tu no sabes, o no quieres saber, si sale del sueño o se va a zambullir en él, o como bien dices, tan solo es fingido y, por lo tanto, premeditado, estudiado, una dulce trampa de seducción.
Una dulce trampa de seducción. Anota esta frase Javier, tiene futuro y es hermosa.
Hola Luis
¡¡Es cierto!! una buena frase que ya ves... me salió, así, sin pensar
:-)
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