Crear ilusiones
Empecé la primera ronda del turno de tarde por los puntos críticos y comprobé las vibraciones del ventilador que refrigera las fotocélulas de los mecheros de la Caldera Combi. Timoteo había terminado su jornada y se dirigía hacia el mundo real cuando me llamó desde la esquina de la turbina de vapor «Espérame aquí» me dijo. «Quiero darte un regalo pero lo tengo en la taquilla» « ¿Un regalo…?» me quedé balbuceando.
Timoteo es compañero porque trabajamos en la misma fábrica aunque al hacerlo en turnos y secciones diferentes nuestra relación no ha sido muy estrecha. Fue el correo electrónico y una tercera persona los culpables de ponernos en contacto, así que desde hace poco tiempo hemos intercambiamos atractivos mensajes sobre música y literatura.
Regresó con una bolsa de plástico y un ruego «No lo abras hasta llegar a casa, más que nada para no confundir el trabajo con el placer» Desapareció a la carrera y, pese a mis preguntas, no hubo más explicaciones.
Me resultó muy difícil guardar el regalo en la mochila y olvidarme de él. El momento más duro llegó cuando cogí la talega a la hora del bocata. Mis dedos acariciaron el plástico y sonaron todas las alarmas. Casi caí en la tentación. La tranquilidad volvió una vez superado el momento de crisis y ha durado hasta ahora.
En la ducha he escuchado en nuevo maxi de Violadores del Verso, me he puesto un pijama de rayas, he cenado ensalada verde con merluza a la plancha y me he sentado al ordenador. Aquí, a mi ladito, continúa la virginal bolsa.
Es un compact disk, al menos a primera vista: Tiene forma cuadrada, el peso y el volumen de un CD y viene envuelto un papel de regalo. Nada de esos pliegos corporativos con el logotipo de la tienda dónde te has gastado los cuartos, tan impersonales como monótonos, no señor. Es un envoltorio doméstico con ondas marrones y azules, moteadas de manchitas rojas y comprado en la librería del barrio. El empaquetado es impecable, con dobleces sobresalientes y seis pequeños trocitos de celo dando empaque al conjunto. Un trabajo de manos expertas en embalaje.
Rompo y rasgo sin miramientos para descubrir la sorpresa. Un pos-it amarillo me recibe con letras azules “Sabrás apreciar las imágenes de este disco”. En la portada no encuentro ningún rostro. Media camisa negra sobre medio cuerpo de alguien que toca la guitarra en un puerto de mar. Estoy nervioso porque esa carátula no la conozco así que acabo, con más celeridad de la habitual, con la fiereza del dichoso celofán. Desde el interior del digipack me mira Nacho Campillo. El cerebro se pone a funcionar. Este señor era el cantante de Tam Tam Go, un grupo que nunca estuvo en mi lista de favoritos y, aunque recuerdo que mis estanterías contienen el disco Spanish Romance, no logro reconstruir los motivos que me llevaron a comprarlo, ¿tal vez una oferta? ¿O fue curiosidad? En cualquier caso, soy incapaz de salir del mega éxito que supuso la canción “Espaldas mojadas”.
(Me he levantado a comprobar que ¡no tengo el disco! pero estoy seguro de haberlo visto miles de veces, ¿lo habré regalado? ¿Se perdido durante la mudanza? ¿Lo habrán robado? o quizás ¿lo dejé prestado? El caso es que no esta, al menos en la sección de la letra T)
Vuelvo al regalo. El título del trabajo es “Como me pica el sol” Extraigo el libreto que contiene el disco y leo la primera frase “De sueños vive y se alimenta el ser humano, de su poder para crear ilusiones”
El poder para crear ilusiones. Nada sería tan maravilloso como tener ese don. Gracias.
Timoteo es compañero porque trabajamos en la misma fábrica aunque al hacerlo en turnos y secciones diferentes nuestra relación no ha sido muy estrecha. Fue el correo electrónico y una tercera persona los culpables de ponernos en contacto, así que desde hace poco tiempo hemos intercambiamos atractivos mensajes sobre música y literatura.
Regresó con una bolsa de plástico y un ruego «No lo abras hasta llegar a casa, más que nada para no confundir el trabajo con el placer» Desapareció a la carrera y, pese a mis preguntas, no hubo más explicaciones.
Me resultó muy difícil guardar el regalo en la mochila y olvidarme de él. El momento más duro llegó cuando cogí la talega a la hora del bocata. Mis dedos acariciaron el plástico y sonaron todas las alarmas. Casi caí en la tentación. La tranquilidad volvió una vez superado el momento de crisis y ha durado hasta ahora.
En la ducha he escuchado en nuevo maxi de Violadores del Verso, me he puesto un pijama de rayas, he cenado ensalada verde con merluza a la plancha y me he sentado al ordenador. Aquí, a mi ladito, continúa la virginal bolsa.
Es un compact disk, al menos a primera vista: Tiene forma cuadrada, el peso y el volumen de un CD y viene envuelto un papel de regalo. Nada de esos pliegos corporativos con el logotipo de la tienda dónde te has gastado los cuartos, tan impersonales como monótonos, no señor. Es un envoltorio doméstico con ondas marrones y azules, moteadas de manchitas rojas y comprado en la librería del barrio. El empaquetado es impecable, con dobleces sobresalientes y seis pequeños trocitos de celo dando empaque al conjunto. Un trabajo de manos expertas en embalaje.
Rompo y rasgo sin miramientos para descubrir la sorpresa. Un pos-it amarillo me recibe con letras azules “Sabrás apreciar las imágenes de este disco”. En la portada no encuentro ningún rostro. Media camisa negra sobre medio cuerpo de alguien que toca la guitarra en un puerto de mar. Estoy nervioso porque esa carátula no la conozco así que acabo, con más celeridad de la habitual, con la fiereza del dichoso celofán. Desde el interior del digipack me mira Nacho Campillo. El cerebro se pone a funcionar. Este señor era el cantante de Tam Tam Go, un grupo que nunca estuvo en mi lista de favoritos y, aunque recuerdo que mis estanterías contienen el disco Spanish Romance, no logro reconstruir los motivos que me llevaron a comprarlo, ¿tal vez una oferta? ¿O fue curiosidad? En cualquier caso, soy incapaz de salir del mega éxito que supuso la canción “Espaldas mojadas”.
(Me he levantado a comprobar que ¡no tengo el disco! pero estoy seguro de haberlo visto miles de veces, ¿lo habré regalado? ¿Se perdido durante la mudanza? ¿Lo habrán robado? o quizás ¿lo dejé prestado? El caso es que no esta, al menos en la sección de la letra T)
Vuelvo al regalo. El título del trabajo es “Como me pica el sol” Extraigo el libreto que contiene el disco y leo la primera frase “De sueños vive y se alimenta el ser humano, de su poder para crear ilusiones”
El poder para crear ilusiones. Nada sería tan maravilloso como tener ese don. Gracias.
Etiquetas: Relato
5 Comments:
Ya lo dijo cierto Jesús: "no sólo de pan vive el hombre" también de ilusiones. (A las mujeres no nos mencionaba en la frasecita, vaya usté a saber por qué)
Yo procuro vivir siempre de ilusiones o ilusionada, por eso me pasan las cosas claro, pero...no podría vivir sin ilusiones. El poder para crearlas está dentro de cada uno, o eso espero.
Seguro que tu tienes muchas y vives con el poder para crearlas, lo más complicados realizarlas y mantenerlas,así que nos toca ponernos a fabricar ilusiones.
Fabricar ilusiones, suena tan bien. Ese va a ser mi lema cada vez que suba al escenario, en cada ensayo, en cada frase.
Olá Javier!
Perdoa-me por não escrever no teu idioma, pois que sómente o sei ler e compreender.
Belo presente recebestes. Um agrado, inesperado, porém, de estreitamento de amizade. E isso não é ilusão.
Nem são ilusões as diferenças e as repetições que nos acontecem a cada dia. Porém, em meio a elas, às diferenças e repetições, somos como que forçados a buscar sonhos e a criar ilusões. A vida, nesse misterioso desenrolar do tempo, se o pensamos bem, nos parece, ela própria, a realização de uma ilusão, pois que nos é difícil definir o sentido do porque vivermos.
No entanto, sou, eu também, um contrutor de sonhos e ilusões, que me levam a "lugares", e a fazer coisas que, sem os sonhos e ilusões, jamais as faria.
Um cordial e virtual abraço, desde aqui do Brasil, a ti e a teus amigos,novos ou velhos.
Felicidades!
http://sonetosesonatas.blogspot.com
Evaristo
Obrigado Evaristo.
Ya me gustaría poder escribir en tu idioma el latido que he sentido al ver tu comentario, la alegría y la satisfacción que se pintaron en mi rostro.
El destino hizo que conociera hace unos meses a una chica que nacio en Brasil y el próximo martes le llevaré tus palabras para que me las traduzca.
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