Tocadiscos
Las manos de un niño colocan un vinilo. Hace un primer intento para situar la aguja en el punto deseado pero la tensión provoca el error. La segunda tentativa es más pausada y suena la música. Billy Elliot comienza a bailar aunque nosotros sólo veamos saltos, más saltos y sonrisas. Lo hace en la habitación que comparte con el propietario del tocadiscos: Su hermano es uno más de los que sostiene una huelga para que las minas continúen abiertas. Un cuarto decorado con un feísimo papel pintado de hexágonos verdes. Tan feo como el futuro de los mineros.
Tenía dieciséis años cuando compré mi primer tocadiscos. Fue a principios del octubre de 1982, el día que inicié el curso en el instituto zaragozano Corona de Aragón. Recorrí andando la distancia desde el aula hasta Rodrigo Rebolledo, entré en electrodomésticos Ródel y vacié sobre el mostrador toda la calderilla que llevaba en los bolsillos del pantalón. Eran las monedas ahorradas del escaso salario veraniego con el que nos pagaba Icona, la esplendida propina que me dio mi hermano en las fiestas de septiembre y las sisas consentidas al monedero mi hermana después de ayudarle, durante todas las semanas del curso, en la compra semanal de frutas y verduras.
Tuve que esperar varias semanas hasta tener los posibles necesarios para comprar un disco, así que seguí escuchando las cassettes Orchid que había grabado en la cocina de la casa mi hermana, y desde cuyas ventanas se podía ver la entrada al Hospital Minero.
Tenía dieciséis años cuando compré mi primer tocadiscos. Fue a principios del octubre de 1982, el día que inicié el curso en el instituto zaragozano Corona de Aragón. Recorrí andando la distancia desde el aula hasta Rodrigo Rebolledo, entré en electrodomésticos Ródel y vacié sobre el mostrador toda la calderilla que llevaba en los bolsillos del pantalón. Eran las monedas ahorradas del escaso salario veraniego con el que nos pagaba Icona, la esplendida propina que me dio mi hermano en las fiestas de septiembre y las sisas consentidas al monedero mi hermana después de ayudarle, durante todas las semanas del curso, en la compra semanal de frutas y verduras.
Tuve que esperar varias semanas hasta tener los posibles necesarios para comprar un disco, así que seguí escuchando las cassettes Orchid que había grabado en la cocina de la casa mi hermana, y desde cuyas ventanas se podía ver la entrada al Hospital Minero.
Etiquetas: Relato
4 Comments:
Pasé mi infancia escuchando los discos de vinilo de mi madre con las canciones de Elvis y Nino Bravo.Es un buen recuerdo.
Alguna vez tendré que contar la primrea vez que escuché una cinta de Elvis, fue bastante surrealista.
Yo recuerdo que, como ya he dicho alguna vez, mi madre se resistía a comprarme mi ansiado radiocasette y eso me traía por la calle de la amargura.
Recuerdo que al final le encargó a nosequién que me trajese uno de Canarias que llegó averiado (gafe que es una).
Lo del tocadiscos ya fue un lujazo que me permití con 20 años tras ir de monitora a unos campamentos. ¿mi primer disco?, ..Pink Floid
Ah, que recuerdos
Hola Lamima.
Son los recuerdos que nos han tallado como personas, esos cimientos que no deberíamos añorar pero que tampoco deberíamos olvidar.
Un abrazo.
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