La carretera del diluvio
Regresé a la carretera del diluvio. Han pasado tantos años que ya no recuerdo el ruido de la lluvia sobre la chapa del Ford Escort.
En las calles de Sallent me encontré con Ludmila Mercerón, mulata zaragozana que derritió las últimas nieves al ritmo del son, la guaracha y el guaguancó.
Ese no fue el motivo del viaje. El trayecto —esta vez a la inversa— hasta la A136 buscaba la inspiración, la fuerza y el valor que necesito para contar como escapamos de nuestro destino el día de la tormenta.
Pero creo que no lo he conseguido.
En las calles de Sallent me encontré con Ludmila Mercerón, mulata zaragozana que derritió las últimas nieves al ritmo del son, la guaracha y el guaguancó.
Ese no fue el motivo del viaje. El trayecto —esta vez a la inversa— hasta la A136 buscaba la inspiración, la fuerza y el valor que necesito para contar como escapamos de nuestro destino el día de la tormenta.
Pero creo que no lo he conseguido.
Etiquetas: Relato
4 Comments:
Te mando toda la inspiración, todo el valor y mi ánimo.Todos los viajes merecen la pena.Besos
Gracias Gubia :-)
Algún día viajaré hasta las piedras de tu puente. Me sentaré a su vera y atenderé a sus susurros.
Estas invitado de corazón, estoy segura de que las piedras hablarán contigo al atardecer, me han dicho que solo hay que saber escucharlas y yo sé que tú sabes hacerlo.
Creo que es la primera vez que alguien me dice que me invita de "corazón" Es emocionante.
Es cierto que puedo escuchar pero...¡tengo un pelligro cuando me pongo a hablar sin medida ni concierto!
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