Roma
«Vamos Javi, que es un mindundi» Me lo dijo con cariño, con la sana intención de mantener mi costumbre de saludar a famosos lo más alto y digno posible. Migue tenía razón y desistí de estrechar la mano de Enrique del Pozo, tertuliano-especializado-en-vísceras-rosas-del-cuore que hace un cuarto de siglo movía un hula-hop acompañando a Ana.
***
Bajamos al andén número tres para disfrutar de la nueva estación del tren de semi alta velocidad Zaragoza-Delicias y de sus magníficas instalaciones sin calefacción. Y eso es lo más moderno que tenemos en la ciudad de la niebla y el cierzo para solaz de pasajeros sumisos y desconcertados por los dos grados bajo cero.
Lo vi desde las escaleras mecánicas. Saltaba enfundado en abrigo, bufanda, gorro y guantes. Pensé que lo hacía para entrar en calor pero el destello de su espada láser me sacó de dudas: Se estaba ejercitando en el viejo arte del esgrima. Al llegar a su altura me miró desafiante. Aguanté el envite y hurgué en el bolsillo del pantalón sin recordar que combinación de teclas convertía mi móvil en un arma Jedi.
Atacó con el ímpetu de sus ocho años, sir mirar en tácticas y nada pude hacer por esquivar su estocada. El arma noble que yo creí de luz no era tal, el niño gastaba una descomunal metralleta intergaláctica. Disparó con saña hasta agotar el nivel de carga del mortífero artefacto y dejarme frito sin decir ni mú. Caí desplomado y antes de morir aún pude escuchar el pitido el tren que no iba a poder tomar.
***
Todo permanecía oscuro. « ¿Los muertos pueden abrir los ojos?» Oía el berrido de un niño y temí que mi agresor continuará allí para rematarme sin compasión. El chillido se acercaba y abrí los ojos en un gesto intuitivo de defensa. Un oso de peluche corría a toda velocidad por el pasillo del vagón número 8 hasta chocarse con mis morros. El beso de tornillo que me endosó el osito fue muy desagradable « ¿Era un morreo homosexual o una relación de zoofilia?»
La voz histérica de una madre siglo XXI me sacó de estas disquisiciones filosóficas «Andrés, Andresito hijo, deja de sobar a este buen señor con Winnie de Pooh que se va a enfadar y va a llamar a los guardias de la porra para que te tiren al pozo negro dónde vive la cabra montesina que rompe cerrojos y llaves y se come a los niños malos a pares, a pares» La amenaza maternal dejó al niño indiferente pero a mi, pueden creerme, me acojonó porque, y es la primera vez que lo confieso, yo escapé una vez de las mandíbulas de la cabra montesina pero eso, amigos míos, es otra historia.
Andrés puso un puchero de chantaje en su cara y me hizo gestos para que volviera a besar al oso de Disney « ¿Otro?» pensé. Y ya me ven ustedes abrazando al señor Pooh para plantarle un par de besazos en sus peludas y sobadas mejillas. El niño dejó de gimotear y sonrió. Su madre también sonrió, y Migue, y el resto del vagón, y la azafata que repartía los auriculares para ver un documental de osos, y el conductor del tren, y el camarero, hasta Enrique del Pozo sonrió en el vagón de primera clase.
***
Vigilé la ventanilla para descubrir el punto mágico dónde la bruma zaragozana dejaba paso al sol. No pude encontrarlo.
***
Encontré el aeropuerto de Barajas feo y antiguo. Desde que entramos en la T2 la megafonía no paro de insistir en «Darle otro aire a Barajas» y no dejaba de presumir de lo estupendos que eran porque habían habilitado «el punto del fumador» Tras facturar el equipaje no pude resistir la tentación de hombre-libre-de-todo-tipo-de-humos y me dirigí a ver a los perseguidos y enclaustrados.
La información que suministraban los responsables del aeropuerto no era exacta. El punto de fumadores anunciado era, en realidad, el recorrido de una función discontinua, asimétrica y exponencial. Así que paseé entre volutas exultantes de nicotina gaseosa quebrando la línea de acosados hasta sentirme un eterno punto de inflexión.
« ¿Qué coño haces aquí? me interrogó un tipo con un Reig del 7 entre los dedos «No veo tu cigarrillo» insistía «Me da en la nariz que eres uno de esos chivatos que ha soltado el Gobierno para acusarnos de no estar quitecitos en este asqueroso punto de fumadores» Quedé paralizado, hipnotizado por los ojos rojos y vidriosos de aquel espécimen. Sus garras dejaron caer el purito. En su mirada descubrí el deseo de estrangularme, fue entonces cuando escuché el sonido metálico de los altavoces que venían a salvarme «Los pasajeros del vuelo IB 3602 con destino Roma-Fuimicino pueden embarcar por la puerta E5» Reaccioné presuroso y huí de aquel lugar echando humo.
***
La azafata me entregó el Iberia Universal con sonrisa plastificada. No tardé mucho en pasar todas sus páginas repletas de noticias de agencia, pulcras e insípidas. Menos mal que me encontré con una cita de Rosa Montero “Soy una escritora orgánica” Vaya, pensé, yo, en cambio, soy un lector orgánico (ver 18 La Curvatura de la Córnea / Resurrección) El Sudoku para expertos de la sección de pasatiempos fue un fracaso y me acordé de los fumadores… ¿deberíamos exigir un Sudoku Point?
Menú Gourmet compuesto por chapata fresca del gourmet + refresco o cerveza + snack especial obsequio de Iberia. 10.00€. Esperé hasta que la camarera rebasó mi asiento para coger del equipaje de mano el bocadillo excelsior de jamón de Teruel con tomate untado. Las tripas rechinaron y desenvolví el papel de aluminio. Antes del primer bocado me acordé de los autobuses que hacían el trayecto desde Utrillas a Zaragoza. Los viajes con “La Basilia” se llenaban del aroma del pollo guisado que mi madre sacaba de una fiambrera nada más pasar las Cuestas Blancas y que repartía entre los compañeros de viaje. Tan potente fue la añoranza de aquellos días que me levanté y ofrecí mi bocadillo a la señora del otro lado del pasillo. Ella me miró muy seria, despectiva y por encima del hombro. Ni siquiera me dedicó una negativa y continuó resolviendo un Sodoku plagado de tachones.
***
Fumicino nos recibe con una celosía gris y un enorme cartel luminoso del Emporio Armani.
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Bajamos al andén número tres para disfrutar de la nueva estación del tren de semi alta velocidad Zaragoza-Delicias y de sus magníficas instalaciones sin calefacción. Y eso es lo más moderno que tenemos en la ciudad de la niebla y el cierzo para solaz de pasajeros sumisos y desconcertados por los dos grados bajo cero.
Lo vi desde las escaleras mecánicas. Saltaba enfundado en abrigo, bufanda, gorro y guantes. Pensé que lo hacía para entrar en calor pero el destello de su espada láser me sacó de dudas: Se estaba ejercitando en el viejo arte del esgrima. Al llegar a su altura me miró desafiante. Aguanté el envite y hurgué en el bolsillo del pantalón sin recordar que combinación de teclas convertía mi móvil en un arma Jedi.
Atacó con el ímpetu de sus ocho años, sir mirar en tácticas y nada pude hacer por esquivar su estocada. El arma noble que yo creí de luz no era tal, el niño gastaba una descomunal metralleta intergaláctica. Disparó con saña hasta agotar el nivel de carga del mortífero artefacto y dejarme frito sin decir ni mú. Caí desplomado y antes de morir aún pude escuchar el pitido el tren que no iba a poder tomar.
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Todo permanecía oscuro. « ¿Los muertos pueden abrir los ojos?» Oía el berrido de un niño y temí que mi agresor continuará allí para rematarme sin compasión. El chillido se acercaba y abrí los ojos en un gesto intuitivo de defensa. Un oso de peluche corría a toda velocidad por el pasillo del vagón número 8 hasta chocarse con mis morros. El beso de tornillo que me endosó el osito fue muy desagradable « ¿Era un morreo homosexual o una relación de zoofilia?»
La voz histérica de una madre siglo XXI me sacó de estas disquisiciones filosóficas «Andrés, Andresito hijo, deja de sobar a este buen señor con Winnie de Pooh que se va a enfadar y va a llamar a los guardias de la porra para que te tiren al pozo negro dónde vive la cabra montesina que rompe cerrojos y llaves y se come a los niños malos a pares, a pares» La amenaza maternal dejó al niño indiferente pero a mi, pueden creerme, me acojonó porque, y es la primera vez que lo confieso, yo escapé una vez de las mandíbulas de la cabra montesina pero eso, amigos míos, es otra historia.
Andrés puso un puchero de chantaje en su cara y me hizo gestos para que volviera a besar al oso de Disney « ¿Otro?» pensé. Y ya me ven ustedes abrazando al señor Pooh para plantarle un par de besazos en sus peludas y sobadas mejillas. El niño dejó de gimotear y sonrió. Su madre también sonrió, y Migue, y el resto del vagón, y la azafata que repartía los auriculares para ver un documental de osos, y el conductor del tren, y el camarero, hasta Enrique del Pozo sonrió en el vagón de primera clase.
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Vigilé la ventanilla para descubrir el punto mágico dónde la bruma zaragozana dejaba paso al sol. No pude encontrarlo.
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Encontré el aeropuerto de Barajas feo y antiguo. Desde que entramos en la T2 la megafonía no paro de insistir en «Darle otro aire a Barajas» y no dejaba de presumir de lo estupendos que eran porque habían habilitado «el punto del fumador» Tras facturar el equipaje no pude resistir la tentación de hombre-libre-de-todo-tipo-de-humos y me dirigí a ver a los perseguidos y enclaustrados.
La información que suministraban los responsables del aeropuerto no era exacta. El punto de fumadores anunciado era, en realidad, el recorrido de una función discontinua, asimétrica y exponencial. Así que paseé entre volutas exultantes de nicotina gaseosa quebrando la línea de acosados hasta sentirme un eterno punto de inflexión.
« ¿Qué coño haces aquí? me interrogó un tipo con un Reig del 7 entre los dedos «No veo tu cigarrillo» insistía «Me da en la nariz que eres uno de esos chivatos que ha soltado el Gobierno para acusarnos de no estar quitecitos en este asqueroso punto de fumadores» Quedé paralizado, hipnotizado por los ojos rojos y vidriosos de aquel espécimen. Sus garras dejaron caer el purito. En su mirada descubrí el deseo de estrangularme, fue entonces cuando escuché el sonido metálico de los altavoces que venían a salvarme «Los pasajeros del vuelo IB 3602 con destino Roma-Fuimicino pueden embarcar por la puerta E5» Reaccioné presuroso y huí de aquel lugar echando humo.
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La azafata me entregó el Iberia Universal con sonrisa plastificada. No tardé mucho en pasar todas sus páginas repletas de noticias de agencia, pulcras e insípidas. Menos mal que me encontré con una cita de Rosa Montero “Soy una escritora orgánica” Vaya, pensé, yo, en cambio, soy un lector orgánico (ver 18 La Curvatura de la Córnea / Resurrección) El Sudoku para expertos de la sección de pasatiempos fue un fracaso y me acordé de los fumadores… ¿deberíamos exigir un Sudoku Point?
Menú Gourmet compuesto por chapata fresca del gourmet + refresco o cerveza + snack especial obsequio de Iberia. 10.00€. Esperé hasta que la camarera rebasó mi asiento para coger del equipaje de mano el bocadillo excelsior de jamón de Teruel con tomate untado. Las tripas rechinaron y desenvolví el papel de aluminio. Antes del primer bocado me acordé de los autobuses que hacían el trayecto desde Utrillas a Zaragoza. Los viajes con “La Basilia” se llenaban del aroma del pollo guisado que mi madre sacaba de una fiambrera nada más pasar las Cuestas Blancas y que repartía entre los compañeros de viaje. Tan potente fue la añoranza de aquellos días que me levanté y ofrecí mi bocadillo a la señora del otro lado del pasillo. Ella me miró muy seria, despectiva y por encima del hombro. Ni siquiera me dedicó una negativa y continuó resolviendo un Sodoku plagado de tachones.
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Fumicino nos recibe con una celosía gris y un enorme cartel luminoso del Emporio Armani.
Etiquetas: viaje
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