La curvatura de la córnea

16 junio 2014

Ya estamos todos




No hay molinos en el Camino de Los Molinos que me llevó al barrio de San Gregorio. Al final de la senda marcada por Google Maps encontré una señal de tráfico que mentía: Sin salida. La Fundación Cedes, comprometida con las personas con discapacidad intelectual y del desarrollo, está diseñada para buscar mil y una salidas. La entrada al recinto era tan pequeña que pensé en una equivocación, pero desde tan modesta cancela se abrió ante mis ojos la amplitud de quienes apuestan por la educación especial de niños, la formación para adultos, un centro ocupacional, la inserción laboral y una residencia.
Llegué hasta la Fundación Cedes tras los pasos de Musethica y un concierto que se anunciaba para las doce del mediodía. Como había llegado con tiempo de antelación estuve merodeando por las pistas deportivas en las que algunos zagales almorzaban sentados al sol, mientras uno de ellos metía goles al estilo “Cristiano” con una camiseta de “Casillas”. Les pregunté por el concierto y, ante mi sorpresa, me confirmaron que ya se había celebrado. Melisa, Diego, Isdrissa y Noelia se lanzaron a decir que el concierto les había parecido “bonito” pero poco a poco se decantaron por “muy bonito”, y comentaban cuanto les había sorprendido ese instrumento que era mucho más grande que los demás “El violonchelo”, apuntó Noelia, mientras Diego afirmaba que a él le gustaba el violín. Me dijeron que el concierto había sido en el gimnasio y entonces les mostré mi disgusto porque estaba claro que había llegado tarde. Ahora hay otro, me dijo Mari Carmen, una de las cuidadoras que se mostró encanta con la experiencia porque ella siempre había pensado que se iba a aburrir con la música clásica. Su compañera Marisa estaba contenta porque la conexión entre los niños y la música había sido evidente. Fue ella la que me informó que había un segundo pase para los más mayores, en la planta baja del edificio de servicios asistenciales donde se encuentra la zona de manipulación, y aulas de formación.
La luz ocupaba las mesas de trabajo del Centro Ocupacional que, vacías por un momento, observaban como el público se acomodaba hasta que uno de ellos elevó la voz con un solemne “Ya estamos todos” Y eso fue suficiente para la primera salva de aplausos como preámbulo a las palabras de Teresa Muntadas, directora de la Fundación que calificó de experiencia única a la posibilidad de que músicos de todo el mundo estuvieran dispuestos a compartir su pasión con todos ellos. Carmen Marcuello de Musethica hizo una breve presentación en la que agradeció como la Fundación Cedes había abierto las puertas de su casa a unas personas que entendían su dedicación a la música como un elemento a compartir. José García tomó la palabra en representación de los músicos y puso de relieve la emoción que les provoca actuaciones de este tipo, una sensación para sentirse especiales. Y entonces preguntó si alguno de los presentes conocía a Mozart, el autor de la pieza que iban a interpretar. La respuesta fue una salva de vítores y aplausos para abrir el concierto. Esa es, sin lugar a dudas, una de las grandes diferencias con otras audiencias, porque en la Fundación Cedes los aplausos sonaron cuando al público le pareció bien, incluso durante la pieza interpretada fuera de programa en que acallaron las notas musicales. Los músicos arquearon las cejas de satisfacción ante el reto y siguieron los compases hasta que el silencio fue pista de aterrizaje hacia el final coronado por los regalos que la Fundación entregó a los músicos: Una muestra de la bisutería de diseño original y elaboración propia. “Creaciones que apuestan por el desarrollo sostenible y solidario”

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