Ya estamos todos
No hay molinos en el Camino de Los Molinos que me llevó al
barrio de San Gregorio. Al final de la senda marcada por Google Maps encontré una
señal de tráfico que mentía: Sin salida. La Fundación Cedes, comprometida con
las personas con discapacidad intelectual y del desarrollo, está diseñada para
buscar mil y una salidas. La entrada al recinto era tan pequeña que pensé en
una equivocación, pero desde tan modesta cancela se abrió ante mis ojos la
amplitud de quienes apuestan por la educación especial de niños, la formación
para adultos, un centro ocupacional, la inserción laboral y una residencia.
Llegué hasta la Fundación Cedes tras los pasos de Musethica
y un concierto que se anunciaba para las doce del mediodía. Como había llegado
con tiempo de antelación estuve merodeando por las pistas deportivas en las que
algunos zagales almorzaban sentados al sol, mientras uno de ellos metía goles
al estilo “Cristiano” con una camiseta de “Casillas”. Les pregunté por el
concierto y, ante mi sorpresa, me confirmaron que ya se había celebrado.
Melisa, Diego, Isdrissa y Noelia se lanzaron a decir que el concierto les había
parecido “bonito” pero poco a poco se decantaron por “muy bonito”, y comentaban
cuanto les había sorprendido ese instrumento que era mucho más grande que los
demás “El violonchelo”, apuntó Noelia, mientras Diego afirmaba que a él le
gustaba el violín. Me dijeron que el concierto había sido en el gimnasio y entonces
les mostré mi disgusto porque estaba claro que había llegado tarde. Ahora hay
otro, me dijo Mari Carmen, una de las cuidadoras que se mostró encanta con la
experiencia porque ella siempre había pensado que se iba a aburrir con la
música clásica. Su compañera Marisa estaba contenta porque la conexión entre
los niños y la música había sido evidente. Fue ella la que me informó que había
un segundo pase para los más mayores, en la planta baja del edificio de servicios asistenciales
donde se encuentra la zona de manipulación, y aulas de formación.
La luz ocupaba las mesas de trabajo del Centro Ocupacional que,
vacías por un momento, observaban como el público se acomodaba hasta que uno de
ellos elevó la voz con un solemne “Ya estamos todos” Y eso fue suficiente para
la primera salva de aplausos como preámbulo a las palabras de Teresa Muntadas,
directora de la Fundación que calificó de experiencia única a la posibilidad de
que músicos de todo el mundo estuvieran dispuestos a compartir su pasión con
todos ellos. Carmen Marcuello de Musethica hizo una breve presentación en la
que agradeció como la Fundación Cedes había abierto las puertas de su casa a unas
personas que entendían su dedicación a la música como un elemento a compartir.
José García tomó la palabra en representación de los músicos y puso de relieve la
emoción que les provoca actuaciones de este tipo, una sensación para sentirse
especiales. Y entonces preguntó si alguno de los presentes conocía a Mozart, el
autor de la pieza que iban a interpretar. La respuesta fue una salva de vítores
y aplausos para abrir el concierto. Esa es, sin lugar a dudas, una de las
grandes diferencias con otras audiencias, porque en la Fundación Cedes los
aplausos sonaron cuando al público le pareció bien, incluso durante la pieza
interpretada fuera de programa en que acallaron las notas musicales. Los músicos
arquearon las cejas de satisfacción ante el reto y siguieron los compases hasta
que el silencio fue pista de aterrizaje hacia el final coronado por los regalos
que la Fundación entregó a los músicos: Una muestra de la bisutería de diseño
original y elaboración propia. “Creaciones que apuestan por el desarrollo sostenible
y solidario”
Etiquetas: Musethica, reseña concierto
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