La curvatura de la córnea

28 noviembre 2008

Vetsusta Morla en la Oasis de Zaragoza


Aviso para incrédulos: Ya os lo dije: Vetusta Morla van a romper.No me pregunten la fecha pero hace unos meses la FNAC de Zaragoza homenajeó a Sergio Algora en su faceta musical, en los prolegómenos me encontré a Ana Manzana Muñoz , allí, tejiendo frases para disimular al palurdo que paseo en este body, hablé con la poeta de los días en los que El Niño Gusano apostó por las letras en español de calidad luxury, entonces, y a modo de ejemplo actual cité a Vetusta Morla, los ojos de Ana me miraron como nunca olvidaré, y ya era la segunda vez que eso ocurría. Unas semanas más tarde la poeta-estudiante-amadecasa me envió un mensaje: Vetusta Morla el 27 de noviembre en Zaragoza.
Crónica de antes de irme dormir: Tenía unas ganas mayúsculas de verlos en concierto. Había deglutido cada uno de los segundos de sus grabaciones, un grupo con más de diez años de local, un bagaje que pesa lo suyo, que se deja ver sobre el escenario, en la trama de unas canciones que han sido manufacturadas con la laboriosidad del artesano, que guardan detalles de buen gusto, de sabores, de vibraciones épicas, de momentos intensamente poéticos en las letras y rotundos en las melodías.
El sonido fue sobresaliente, pátina de lujo para unos tipos que han tenido la paciencia de grabar un disco por el puro placer de hacerlo, temas nacidos para ensalzar los sentimientos, que dosifican la cantidad necesaria de pasión, tempo inteligente, ir creciendo en intensidad hasta provocar las más efusivas muestras de entrega, unas canciones perfectamente ensambladas, el tejemaneje de los privilegiados, temas que nacen afectuosos, tristes o alegres, eso da igual, porque Vetusta Morla moldea el formato con sabiduría para, después de colocar el mensaje, regalarte un instrumental de esos que te dejan tirado por lo suelos, solfeo a la deriva que reposa lo dicho, que fluye, que se impregna en la piel, en lo heroico. Una mecánica que usan en todas y cada una de sus canciones y que en la noche de hoy han trasladado hasta el escenario. Un concierto perfectamente medido para que conmoción tocase cumbre a los sesenta minutos, cinco de descanso y vuelta al escenario para arrasar con la frescura del que ya ha triunfado.
Concierto memorable en la Oasis el de hace un par de pares de hora, una robusta demostración de cómo es posible perfilar, teñir y marcar temas míticos con versiones extendended life de altos vuelos, dosificadas con inteligencia y una elección perfecta de los temas para ir dando calor al público, el calentamiento previo a la entrega, una mirada efectiva para que los flujos emocionales se dejen ir, retornen, asciendan y de allí hasta la gloria.
Vetusta Morla es un grupo que, a poco que la suerte lo acompañe, se convertirá, si ya no lo es, en una formación de referencia, música para escuchar con los vasos sanguíneos, las venas y otros lugares líquidos donde disfrutar de un grupo inteligente. Los que han probado de sus recetas ya saben de lo que hablo, quien no haya degustado este exquisito manjar, no pierdan el tiempo, Vetusta Morla va a ser el próximo grupo revelado a las masas, la sensación de los festivales del verano que vendrá, y si no al tiempo.

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27 noviembre 2008

No lo soporto





No lo soporto. No soporto su puntualidad, ni la cara de estúpido que pone frente al video portero con esos mofletes a los que sólo les falta una salsa de tomate para guisarlos como carrilleras de cerdo.
No soporto el olor se su colonia de mercadillo, su sonrisa, el dribling que inicia su pedantería de tres al cuarto, esa sonrisa de medio lado de cuando habla de los escritores como si los conociera, él, un tipo cuyo único mérito académico es la oficialía.
No soporto que hable del teclado de su ordenador como si fuera una musa, como si esas letras estuvieran ahí para construir sus relatos, unas historias endebles, llenas de anécdotas insulsas que antes nos contaba a diestro y siniestro, y que ahora se dedica a adornar con adjetivos y zarandajas incomprensibles, artificios para creerse escritor, una palabra que le va grande, muy grande, tan grande como su ego. A cualquier lugar que llega toma posesión del mismo con las ínfulas de quien ha ganado la pasta gansa del Planeta, no lo hace la primera vez porque se esconde en la falsedad de la modestia, del mosquita muerta, pero en cuanto te descuidas lo llena todo con su ridículo afán de protagonista, de ocupar el espacio arrumbando jarrones, piedras volcánicas y cualquier tipo de decoración, todo se lo traga para sentar sus posaderas y cacarear sentencias sobre literatura con esa prepotencia de quien lee novelas de estructuras retorcidas y los versos nocillas´ time de poetas locales, él, un tipo que rifa las tildes entre agudas, llanas y esdrújulas como los trileros de bolita y tres vasos.
No soporto sus burdas maniobras por trufar las conversaciones con ejemplos constantes de películas que nadie ha visto, es ridículo, disecciona esas historias con palabritas de usuario de Windows Movie Maker, como si ese cortar y pegar imágenes de la BBC de bodas, bautizos y comuniones lo convirtiera en el Scorsese del barrio de las Fuentes, él, un tipo que se sube a los escenarios del teatro amateur con la prepotencia de una Star y que sólo consigue gritar y gesticular en un remedo lamentable del cine mudo.
No soporto sus patéticos sermones sobre la evolución musical de la Meseta Castellana y la repercusión de la Jota Manchega en las regiones frías de Uzbekistán, él, un tipo incapaz de afinar una nota, el pesado que nos invita a estrafalarios conciertos de desconocidas promesas de las nuevas músicas y que aborrece los karaokes, hasta que lo arrastramos a uno y se pasó toda la noche acuchillando los éxitos de Karina, María Ostiz y Bordón 4, mientras los demás nos emborrachábamos para olvidar un momento tan abyecto.
No soporto su aborrecible capacidad para amargarte un sábado por la noche con reflexiones filosóficas de verdulería sobre los motivos que le llevaron a elegir el top ten de la música de su velatorio, además de una minuciosa metodología de cómo y dónde arrojar sus cenizas al mar, él, que es más de secano que las lagartijas y sólo va al mar como quien va a bañarse en una gigantesca piscina con tumbona y chiringuito.
No soporto sus sermones políticos que pasaron de las teorías revolucionarias nicaragüenses a posturitas de kama sutra liberal y capitalismo social, ahora que nadie le escucha se dedica a pasar las hojas del periódico como quien oye llover, pero todos sabemos que en su interior bullen las ganas de darnos una lección sobre el crash financiero, las resoluciones del Constitucional y el último debate parlamentario entre los líderes medio pensionistas que gobiernan este solar que alguna vez fue un país, él, que cuenta esa batallita de cuando estuvo a punto de entrar el política pero que eligió la independencia intelectual, lo dice así, de tirón, “la independencia intelectual” Será memo, él, un tipo que confunde autarquía con monarquía, que piensa que Mao Tse Tung es una marca de té y que no vota a los partidos nacionalistas porque “se siente ciudadano del mundo”, otra ridiculez, él, un tipo que salió del pueblo para irse a vivir a un barrio obrero de Zeta, un ciudadano del mundo que sólo sale de su calendario laboral Nos Stop a golpe de folleto de viajes Eroski.
Javier López Clemente pasó toda la tarde del domingo en casa, tomó dos cafés con leche, tres copas de crema de orujo, cuatro pastas caseras de la panadería del pueblo y todos los átomos de oxígeno del salón hasta dejarme al borde de la asfixia. Definitivamente, no lo soporto.

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25 noviembre 2008

ocurre con frecuencia, de Paco Peco

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23 noviembre 2008

Tardes de blog: “Entre Yuca y Palma”

El sábado 22 de noviembre, día de Santa Cecilia patrona de la música y de mi cumpleaños, comenzaron las tardes blogueras en El Pequeño Teatro de los Libros, una idea que Nacho Escuín ha osado dejar en mis manos, un encuentro mensual para que un bloguero nos cuente los entresijos de su bitácora, sus motivaciones y aspiraciones para permanecer en la red.
La inauguración de esta actividad estaba prevista con una bloguera que por razones personales no pudo acudir a la cita, ante el impresvisto llamé a Cristian Losada que aceptó de inmediato, así que me parece de justicia agradecerle que me sacara del embrollo y, además, porque tuvo que pedir fiesta en su trabajo para asistir a la cita.
Entre Yuca y Palma” es una de mis bitácoras favoritas, entre otras muchas cosas, porque la vi nacer y eso siempre crea fuertes lazos de empatía, además de un contenido tan variopinto como la frenética actividad desarrollada por su creador.
Cristian Losada es Licenciado en Historia del Arte, estudia Trabajo Social y trabaja como Educador en el Centro de Tiempo Libre “El Dado”, ejerce de camarero, pinchadiscos y guía artístico, además de fotomontador y caminante. Múltiples actividades con un solo objetivo: Contar historias
La charla comenzó por el apodo, yo, que soy tan poco partidario de los mismos, estaba intrigado por quien presume del mismo. A Cristian le llaman “El Pibe” y él lo reclama con orgullo. Nos contó que esa forma de mentarle proviene de la cuna, así lo empezaron a llamar sus padres y claro, eso lo cambia todo, un apodo que nace en el cariño es otra cosa.
La segunda cuestión fue el motivo para que el nombre del blog suene tan tropical como “
Entre Yuca y Palma” La causa es una estrechísima conexión con Colombia y los más granado de su botánica. Una tierra que marca definitivamente la vitalidad de mi invitado, la tierra de sus predecesores, un lugar mítico que él asevera cercano, cálido y amoroso, un territorio que apareció constantemente en la conversación y que resumo en una confesión muy significativa, toda una declaración de principios. “Nací en España pero me siento colombiano.”
El siguiente tema de conversación fueron sus fotomontajes. Unos trabajos que Cristian califica de “artesanales”, la afirmación me resultó extraña porque los hace utilizando herramientas de hardware y software, algo que me parecía muy alejado del termino artesanal. Nos explicó que el método era artesanal porque no hace otra cosa que escanear, cortar y pegar en la pantalla, un proceso tan artesanal como recortar y pegar con hojas de papel, pero con los utensilios de este siglo, ni más ni menos. Intenté indagar sobre las temáticas de estos trabajos y conseguí que explicara algunos de los que allí estaban expuestos, muestras gráficas que van desde la introspección personal, hasta lo filosófico pasando por lo más reivindicativo.La sorpresa de la tarde llegó cuando le pregunté por su afición senderista, de la bolsa de Cristian apareció su inseparable Lucho, todo un personaje porque, además de la elegancia con la que se presentó, es un colaborador de lujo en algunas entradas de “
Entre Yuca y Palma” Ambos nos contaron como se conocieron en una fiesta doméstica y el extraño flechazo que los unió hasta hoy y lo que te rondaré. Le pregunté por esa idea que flota en sus textos montañeros y que diferencia los itinerarios sin sentimientos, con sólo indicaciones frías y objetivas; de los itinerarios con sentimientos dónde cuenta los males del camino, los bienes de la amistad y la personalísima experiencia de cada uno de los recorridos. En esa tesitura me atreví con una sugerencia a las autoridades políticas, ¿qué tal, si en nuestros senderos combinamos la información objetiva de postes, vallas y mojones, con unos carteles dónde la poesía, el relato o la leyenda doten a los caminos — y a los caminantes — de materiales insondables para reiniciar la marcha con el alimento de las letras?
La charla terminó con un rendido homenaje a tres estilos musicales que nos unen en las pistas: El Boogaloo de los Sonora Carruseles, la Cumbia Catalana de La Troba Kung-Fu y el sonido de Peret ensalzando por el pueblo como el rey de la rumba catalana.
Aún faltaba un detalle muy elegante por parte de Cristian que entregó a los asistentes al acto una recopilación musical en forma de CD, además de regalar a quien esto escribe el libro “El callejón de los milagros” de Naguib Mahfuz.
Los concursos para memos, la autobiografía que tiene entre manos, sus personales reseñas sobre películas y un proyecto para el futuro inmediato — del que no desvelo nada porque si todo va viento en popa formará parte de una captación de voluntarios de la que daremos cuenta en esta bitácora, — fueron otros temas que tratamos en una agradable conversación que duró más de hora y media, y en la que participaron, con interesantes intervenciones, los blogueros Agustín Martín (
Que Pues) y Mariano Ibeas (Desde el desván)

La próxima tarde bloguera será el 27 de diciembre a las 18 horas, les espero en
El Pequeño Teatro de los Libros.

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19 noviembre 2008

Ternera encebollada

Venía de comprar los ingredientes para la receta de ternera encebollada que solía hacer mi madre: Una cantidad razonable de ternera y de cebollas grandes. Lo vi caminando por la calle Silvestre Pérez. Era un tipo menudo, de movimientos rápidos pero intermitentes, tenía el pelo cano de sobre pasada la cuarentena y una barba de quien ha visto mucho y esta dispuesto a contarlo casi todo. Acarreaba una maleta marrón con la que traspasó la puerta del Pequeño Teatro de los Libros. Lo seguí, me gustaría decir que por pura intuición pero me temo que solo fue prosaica curiosidad.
Los libreros, aunque estaban tan intrigados como yo, me recibieron con sonrisas de canción «Un señor con barba ha pasado por delante de nuestras narices» dijo Ciro. «Se ha subido al círculo mágico de los libros» siseo Carolina, «y esta anunciando a voz en grito la mercancía que lleva en su maleta»
La retahíla se escuchaba en todos los rincones de la librería: «Traigo un cojín con forma de luna, un metro cuadrado de mar en calma, el cascarón de un gran velero, el banco verde de un parque verde, nubes, crepúsculos y llamas. Aquí me presento, soy Jesús, un vendedor sin balanza, ni báscula, ni caja registradora, un vendedor de mar, de viento y de agua, un vendedor de cuentos contados, cantados y hasta recitados, cuentos de enanos en busca de una playa, la canción de los pájaros como campanillas, los versos de una princesa tanto más tristes cuantos más cachivaches ocupaban su jardín y desolaban su corazón. Historias de planetas escondidos en los libros de astrofísica, de caminos recorridos por los viajeros y sus diarios, de los olores a puchero, de las recetas de la abuela.»
Dejé mi bolsa de la compra y me senté en el suelo, al ladito del pianista Miguel Ángel que interpretaba una sonata. Tras la última nota, todas las historias anunciadas pasaron una a una por delante de nuestros ojos. Las primeras se asomaron tímidas por las rendijas que dejaban las palabras, las siguientes juguetearon entre los niños y, cuando las más atrevidas chispearon entrelazando versos y estrofas, Jesús el narrador, que nos tenía embelesados, hizo un minúsculo mohín con su naricilla, olisqueó con insistencia y dibujó una sonrisa de Carpanta.
El tufillo a guiso de buen caldero flotó en toda la librería, un aroma que tuvo la virtud de guiarnos en caminito hasta un pequeño infiernillo de gas que calentaba una enorme perola. Ciro había utilizado la ternera y las cebollas que yo había comprado en el Mercadona para preparar un magnífico estofado que removía parsimonioso con un cucharón de madera «Esto ya esta listo» afirmó el librero.
Los niños, los adultos, los libreros, el narrador y el pianista formamos una cadeneta de regreso al escenario, caminamos pertrechados de cubiertos, vajillas, pan, bebidas y dulces postres de repostería. Los invitados hambrientos, Carol sostenía la cacerola, Ciro repartía las raciones, el narrador jugaba con versos y el pianista interpretaba canciones, ritmos de otros tiempos, de banquetes pretéritos. El guiso estaba para chuparse los dedos y toma pan y moja, tanto mojamos y tanto comimos, que cuando los niños, los adultos, los libreros, el narrador y el pianista terminamos las viandas, nos dejamos mecer por una profunda siesta, una siesta para viajar por los anaqueles, adentrarse en las páginas de los libros y disfrutar de las aventuras que allí se cuentan, pero eso, querido lector, eso es otra historia.
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Actuación de PINGALIRAINA. Fotografía de Carolina

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17 noviembre 2008

Tengo

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15 noviembre 2008

“Un Dios Salvaje” de Yasmina Reza

Fotografía de Migue

La delgadísima línea que separa al homínido más primitivo del civilizado hombre occidental se puede sobrepasar en cualquier momento. Ese es el mensaje que nos deja Yasmina Reza en su obra “Un dios salvaje”.
Dos matrimonios educados y con buenas maneras se reúnen para solucionar la agresión que el hijo de uno ha propinado al vástago del otro. Los parabienes de lo políticamente correcto muy pronto se ven sustituidas por reacciones primarias, un rasguño en la máscara social de cada uno de los protagonistas es suficiente para desencadenar la agresividad. ¿Qué somos cuando pervertimos los códigos morales por los que nos regimos? ¿Somos capaces de defender nuestros posicionamientos sin arremeter contra los posicionamientos de los demás?
Yasmina Reza, como hizo en “Arte”, vuelve poner en boca de sus personajes las verdades más intimas que tanto cuesta reconocer, pensamientos en bruto que se escapan de corsés sociales para descubrir la verdadera cara de nuestra personalidad, una cosa son las palabras expuestas y otras suelen ser las intimidades escondidas hasta que la espoleta de vaya usted a saber rompe con los convencionalismos y estalla la guerra, una guerra sin muertos físicos pero pertrechada de saetas verbales y morales. Una tesitura que permite a los personajes cambiar de bando y de aliados siempre que convenga a unos postulados sostenidos en la crueldad, la envidia y el odio.
Una obra que lanza flechas certeras bajo el toldo de la comedia, esa es la gran virtud del texto, la búsqueda de la sonrisa del público, su complicidad, la respiración en el patio de butacas durante las pausas en el texto, silencios que pesan como una losa y se convierten en parte esencial de lo dicho y de lo que queda por decir.
Y los actores, señoras y señores, los actores son Aitana Sánchez Gijón, Maribel Verdú, Pere Ponce y Antonio Molero. Cuatro interpretaciones capaces de modular los personajes para que ninguno destaque sobre los demás. Mostrar con solvencia la capacidad, subrayada hasta la extenuación por la directora Tamzin Townsend, de manifestar los argumentos más amargo con la chispa y la dinámica que requiere la comedia. Un trabajo bien construido que aporta la evolución precisa en cada momento y para cada uno de los personajes, la dosis justa de incremento en esa espiral que camina hacia la inconfesable personalidad que cada uno de nosotros llevamos dentro.
“Un Dios Salvaje” es una excelente obra de teatro construida sobre un magnífico texto que consigue mostrar la dureza de un mensaje trágico con el envoltorio de la comedia.

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12 noviembre 2008

Travesuras de la niña mala, de Mario Vargas Llosa

Lily inoculó el germen del amor en la venas de Ricardo cuando los dos eran adolescentes. Una pasión de apariencia inofensiva, la proclama amorosa mil veces reproducida pero el destino y la personalidad de cada uno de los protagonistas harán que esta relación inicial se convierta en una peripecia digna de ser contada por Mario Vargas Llosa, un novelista al que le profeso una especial admiración desde que hace más de veinte años leí, tras las tapias de un cuartel, “La ciudad y los perros”. Desde entonces me considero uno de sus fieles lectores, no sólo de novela, sus columnas periodísticas también son uno de mis placeres. Tal vez por eso tuve el acierto de continuar con la lectura de “Travesuras de la niña mala”, una fidelidad que me acercó sin saberlo al espíritu de Ricardo, la voz narradora. Al principio de la historia llegó un momento, un sutil instante en el que dudé. La incertidumbre recaía sobre la veracidad de la pasión que unía a los protagonistas, un ardor amatorio que yo no había percibido con la suficiente intensidad como para montar sobre él la historia de toda una vida de idas, venidas, recorridos por el mundo, coincidencias, recaídas, reflexiones, humillaciones y algún minúsculo goce amatorio. Fue un momento de zozobra de la que pude salir gracias a la fluidez expositiva que atesora la narrativa del autor peruano, una habilidad artesanal para describir ambientes sociales, políticos y culturales. Así que me dejé llevar y olvidé los cimientos dubitativos de la novela. Acerté de pleno porque recobré el interés por la historia y caminé junto a Ricardo por Paris, Londres, Tokio, Lima y Lavapiés.
Al terminar la novela concluí que mi sensación inicial era un error. El amor desbordado, los deseos desmedidos no son obra de la meditación, ni siquiera de esa pasión adolescente que nos quema el entendimiento y nos atrofia el sistema de alerta. El amor puede ser el producto incontrolable de quien se enamora del mordisqueo de unas orejitas, de las lindas caricias de unos pechitos como almendras, o de unos tobillos frágiles como el cristal. En esa tesitura natural, cotidiana, libre de los excesos propios del enamoramiento en su fase inicial, es posible que el tiempo fragüe una relación capaz de generar traiciones, sinsabores o la amarga certidumbre de estar tirando por la borda una vida pequeño burguesa de comodidad y rutina, contratiempos que, ante la fuerza inexplicable del amor, sólo se perciben como una nota a pie de página.
La avalancha de amor permanece inmutable desde los primeros besos robados hasta las últimas caricias aunque desde fuera, el cuadro sea tan espantoso como incomprensible. De eso trata “Travesuras de la niña mala”, de cómo, cuando el amor invade nuestro sistema inmunológico, no puedes imaginar por los derroteros por los que serás capaz de transitar
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07 noviembre 2008

Ciudad de Mármol, de Octavio Gómez Milián

Viñeta: Hernán Yaniquini






“Ciudad de Mármol” es una plaqueta editada por ediciones “4 de agosto” en un coqueto cuadernillo de elaboración artesanal y el último poemario de Octavio Gómez Milián, al menos hasta el próximo 22 de noviembre, día que presentará un nuevo libro editado por Olifante.
“Ciudad de Mármol” se inicia con una cita del maestro Enrique Morente “Conozco las banderas que había en las puertas de tu ciudad de mármol” Una frase reveladora que marca con intensidad flamenca todo el recorrido por el texto.
El poeta escala, durante la primera parte del poemario, por el cuerpo de la amada, sus fragancias, sus recovecos, todos los milímetros del cuerpo adorados, embebidos en una pleitesía que tan bien conocemos los hombres, esa capacidad para ahondar en los poros, vagar en las lejanías de la epidermis y bucear en los manjares agridulces que nuestras diosas reservan para los momentos lúbricos y previos al mayor de los gozos. Cuerpos que son farol, imanes para la vista, vasos comunicantes en la ley física de los fluidos; anatomía de formas apetitosas, curvas, siempre las curvas, curvas por las que morir, unas curvas que nos llevan hasta la ciudad de mármol, curvas para transitar, curvas hasta Portales por la ventana y “la magnífica pose abisal de tus muslos”
El cuerpo adorado abandona la cama, las sábanas y las mantas. El poeta lo sigue hasta el mercado público dónde los ojos del hombre siguen siendo esclavos del cuerpo, un cuerpo al que cortejar, un cuerpo como contenedor de gozosas cavidades, un cuerpo por reconquistar a cada paso. Pero ya nada será igual. Esa escapada al mundo real — a las carnes crudas, al paseo de peces muertos — es el preludio para el olvido, el aviso de un cuerpo negro como sombra chinesca, mutado en pavor y rechinar de dientes
El amor, si lo hubiese, disuelto. La energía agotada, el cansancio deviene en triunfador de los caminos que aún llevan al poeta hasta la ciudad de mármol, hasta sus puertas cerradas, días de hielo, de pesadillas, días de huída.
Pero la huída no ahuyenta al recuerdo y el recuerdo regresa. Lo hace destilando momentos gozosos, lametones del pasado, de caricias y gemidos. Es el punto de no retorno, ese momento crucial dónde lo más importante se conjuga en pasado y el presente pasa a un segundo plano, al lugar donde la mecánica del dormir vence al juego lúbrico de hacer el amor. Dormir con el cuerpo que antes fue Ciudad de Mármol, esa es la certificación del fracaso.
Octavio Gómez Milián se despide en primera instancia volviendo a su fijación con las duchas. Duchas había en “Vasos comunicantes” el primero de sus poemas en arribar a esta bitácora, duchas había en su anterior poemario (“Con el sueño cambiado”), y ahora, en uno de los postreros versos de “Ciudad de Mármol”: “Tiritando tras una ducha incómoda” Palabras con el valor de la premonición que anticipó la actual situación del poeta, que hace unos días describió en su bitácora ZarAgota, como vagaba por Zeta mientras en su casa alquilada ni había calefacción, ni agua caliente.
El último poema es una despedida que contiene el espíritu del autor, una manera muy especial de mirar al pasado que tal vez, de tanto correr, se convierte en… “Ciudad de Mármol”, una aventura de quienes han escalado las más peligrosas empalizadas con la íntima creencia de ser capaces de decodificar los recovecos de las mujeres, esos aventureros que aportan lucidez a los momentos de cuando, después de esplendorosos deleites, los mimos se olvidan, hombres condenados a huir de sus palabras que terminan por destilar en poemas cercanos y versos para dar lumbre a la reflexión sobre las relaciones sexuamentales, un ejercicio alrededor del jeroglífico del amor, tan recomendable como peligroso.

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05 noviembre 2008

Menudo disgusto

“El lugar donde se descubre el mundo es ya para siempre el compendio simbólico del mundo”
(Tiempo de guerras perdidas. José Caballero Bonald)



El ronroneo de la voz de Mosén Manuel rebotó en las cúpulas y se multiplicó en nana dodecafónica de la que sólo escapé con la salmodia de la letanía a la Virgen. La deliciosa cadeneta de piropos me recordó las tetas de la taquillera del Cine Las Torres. Rosa Mística, ora pro nobis. Casa de Oro, ora pro nobis. Puerta del cielo, ora pro nobis. Estrella de la mañana, ora pro nobis.
La ley de la tradición decía que la pareja de monaguillos con celebrantes tenía dos tareas fundamentales durante la oración del rosario. La primera consistía en sentarse a la izquierda del sacerdote y estimular la respuesta de los feligreses durante las diez avemarías por misterio, el padrenuestro de colofón, el gloria como cierre y todos los ruega por nosotros de la letanía. La segunda tarea era esperar sentado en la puerta del coro hasta que terminara el rosario, para entonces, tras el amén, voltear las campanas del tercer toque, salir pitando hasta la sacristía y acceder al altar en perfecta formación de cura y dos monaguillos.
Jotajota era mi compañero y como no le gustaba tocar las campanas le propuse un trato ventajoso para ambos, él pasaría toda la semana junto al Mosén mientras yo me ocupaba de la parte musical del oficio. El acuerdo me costó todos los cromos del Barça, cinco canicas semanales y la disparatada idea de convocar la Primera Asamblea de Monaguillos. “Un monaguillo para cada misa” ese fue el slogan que utilicé con mis compañeros cuando les propuse eliminar la pareja como formato de trabajo.
Las celebraciones eclesiásticas, además de las misas extraordinarias, consistían en una misa con rosario a las siete de la tarde de lunes a sábado; los domingos tres misas sin rosario: a las nueve, a las doce y a las cinco. La tarea se repartía entre dos parejas; las semanas pares eran de Carlitos el Mudo y el Tejas, y las impares de Jotajota y un servidor. Ese calendario me obligaba a asistir cada quince días a la misa vespertina de los domingos, una misa de escasísima afluencia que me impedía disfrutar de la sesión infantil. Con mi propuesta de “Un monaguillo para cada misa”, la frecuencia para ir al cine pasaría a ser de tres de cada cuatro domingos.
El Tejas se negó «Eso es destruir empleo» Lo dijo con el mismo tono de voz de aquellos hombres encaramados sobre bidones de gasolina que habían cortado la carretera durante casi una semana. Jotajota tomó la palabra «Este lo que quiere es ir al cine los domingos para verle las tetas a la taquillera» Hice un ademán de protesta que Jotajota ignoró «Eso tiene fácil solución» continuó «Le tenemos que pedir a Mosén Manuel que adelante la misa. A él tanto le da celebrar a las cinco que a las cuatro» La idea me pareció tan sencilla y brillante que enseguida me postulé como portavoz para hablar con Mosén Manuel. Todos aceptaron pero, justo antes de levantar la sesión, Carlitos el Mudo pidió la palabra «Yo también quiero proponer algunas cosillas a la Asamblea» sentenció
***
Entramos a la sacristía a trompicones. «Cuanto bueno por aquí» Mosén Manuel sonrió al vernos. «Y, ¿a que se debe la comitiva?» Tras un significativo silencio di un paso adelante, saqué del bolsillo la hoja emborronada con nuestras reivindicaciones y comencé la lectura.
El primer punto del escrito exigía el cambio de horario de la misa vespertina de los domingos. Estuve esmerado en la entonación, engolé la voz con los ademanes de la importancia y traté de estar convincente, sin embargo, con las peticiones de Carlitos el Mudo hice una retahíla lo más acelerada posible «Queremos una subida lineal de veinticinco pesetas, además de una asignación fija de cinco duros por bautizo, diez duros por boda y veinte duros por entierro. Sólo nos revestirnos en las misas citadas en el punto anterior, en las de los domingos y en las fiestas de guardar. El revestimiento siempre se hará con la casulla blanca. Para portar la cruz en las salidas procesionales y la recogida domiciliaria de difuntos exigimos la eliminación del actual mástil, es cierto que esa elevación en altura le da mucha brillantez al evento, pero esa eventualidad es causa de dolores y calambres en hombros, espaldas y antebrazos. Cada uno de los monaguillos en plantilla recibirá, después de la misa mayor de los domingos, una docena de ostias sin consagrar y el salario semanal que le corresponda por los servicios prestados. Los monaguillos podrán cambiar los turnos de las misas asignadas sin que conlleve repercusión económica.»
Mosén Manuel torció el morro con el gesto de cuando no sabíamos alguna pregunta en sus clases de religión. Intenté evitar el sonrojo con una mirada cómplice. Giré la cabeza para buscar a mis compañeros pero allí no había nadie, en la sacristía sólo estaba la cara enfurecida del cura y el miedo hirviendo en mi estómago. «Ya ves zagal» me dijo mientras sus dedos regordetes atrapaban una de mis orejas. «Te has quedado más sólo que la una» Me llevó en volandas hasta la puerta de la calle, allí me propinó una patada eclesial en el culo y se despidió al grito de «Y ahora te vas derechito a casa. Menudo disgusto se van tus padres cuando les cuente en que te has convertido»

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03 noviembre 2008

Todo seguirá igual

Siempre ocurre de noche. El gusano indeseable, la culebrilla molesta que asciende hasta la conciencia y te recuerda la escasa estatura moral que te adorna después de tantas palabras baratas, después de soñar con éxitos tan intangibles como aquellas primeras divagaciones que se quedaron en eso, en primeras, en rudimentarias, en delirantes. La serpiente que anida en los recovecos del cerebro para deslizarse por la rampa del ignorante, el tobogán del incapaz que desemboca en la cobardía, uno de esos trayectos peligrosos porque mezcla la baja estofa de quien nunca ha tenido más aspiración que el orgullo por lo mediocre, y la hipocresía de vivir como si nada ocurriera cuando todo esta en llamas, cuando el edificio se viene abajo, cuando todos los ladrillos apilados están dispuestos a vengarse, cuando nada es como uno pensaba que debía ser. Entonces la mierda llega hasta las fosas nasales y dejas de respirar como si ese gesto mecánico fuera una revelación. En contra de la biología mantienes el pulso, sólo tienes que abrir bien la boca y tragar, tragar a boca llena, un borbotón de mierda y otro y otro más, después del tercero se pierde la sensación de asco, incluso se disfruta de un cierto regusto refinado, algo tan sublime que te puede convencer de lo valioso de tu gesto, de la repercusión artística de un tipo tragando mierda, mascando tus propios detritus y los de todos los demás, de todos aquellos que se han empeñado en cagar sus lecciones a tu alrededor, lecciones sin mácula, lecciones de la vida, de la muerte, de la creación, de los chistes malos, de la revolución sobre el jodido taburete de un bar, de las discusiones por el prurito de machacar al contrario, del te voy a dar por culo hasta aburrirme, de la fiesta de los listos, montones de mierda dispuestos para que no respires, para hundirte, para humillarte por el deleite de ver tu cuerpo ahogado en mierda de primera calidad, mierda del alto standing, mierda de barrica, mierda cuidada durante décadas, mierda gran reserva, mierda delicatesen. Pero ellos no cuentan con ese recurso intuitivo de tragar y tragar, desconocen tus ansias por comer cualquier despropósito y más y más y más. Ya no tienes medida o eso crees. Pero una noche, una noche como esta, noche de lluvia, siempre es de noche, una culebrilla te muestra lo indecoroso de tu posición, lo horrendo de un tipo comiendo mierda sin fin. Durante un segundo visualizas la salida honrosa del héroe, el hombre capaz de enfrentarse a su destino, la espada de luz, la velocidad intergaláctica y una princesa con sedas esperando en la alcoba del poder. Pero ese segundo es imbuido por la oscuridad de la noche que te recuerda la única verdad visible, una senda sin retorno, el camino hacia delante, siempre igual, parar o correr; gritar o callar; ser fiel a tu personalidad o el impostor de película; escribir o no hacerlo, da igual porque la lluvia limpiara los desperdicios. Es un paréntesis y tú, y yo, sabemos que la mierda volverá y que para entonces todo seguirá igual.

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02 noviembre 2008

Cine Club Los Peliculeros: Arsénico por compasión

El tradicional fin de semana de Todos los Santos ha terminado por convertirse en la celebración de Halloween. Inmersos en esa inevitable marea nada mejor para la tarde de este domingo que ver “Arsénico por compasión”
La acción de esta disparatada comedia discurre durante la noche de Halloween en la casa de dos encantadoras señoras que guardan un secreto que no lo es tanto. El guión de esta película de Kapra tiene momentos delirantes y un agradable sabor visual que recuerda la obra de teatro de la que proviene, con entradas y salidas, tan características de la alta comedia de puertas por las que siempre sale una sorpresa inesperada. La historia comienza con las edulcoradas escenas del amor pero pronto aparecen los problemas para la joven pareja interpretada por Cary Grant y Priscilla Lane, un inesperado descubrimiento complica su inmediata luna de miel, desde ese momento la historia se complica en cada escena hasta llegar a un delirante final dónde todo se resuelve con nitidez y brillantez.


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